"El nacionalismo es un instrumento de poder"
Sin ser, como Cemuda, un español sin ganas, a la manera de aquellos que no pueden ser otra cosa, Ayala ha escrito en ocasiones.sobre España, su imagen y sus .estereotipos, pero siempre desconfiando de los nacionalismos.Pregunta. Se temía la exaltación nacionalista en el inicio de los Juegos Olímpicos. ¿Compartía ese temor?
Respuesta. Yo creo que es discreto lo que está pasando, no hay motivo para asustarse. Siempre he sido crítico respecto al nacionalismo español, que es algo acabado, no quedan de él más que flecos folclóricos. Pero sin embargo, en un nivel más reducido, en un plano más chico, se ha retomado la misma actitud en nacionalismos locales. Bueno, no creo que sea como para alegrarse, pero en el mundo actual en realidad.no tienen mucho que hacer los nacionalismos, ni chicos ni grandes, como no sea para matarse como fieras Únos a otros. Como está ocurriendo, por desgracia.
P. La generación de Ortega y, un poco antes, los del 98 batallaron por una España nueva frente a una España fermentada, podrida... ¿Siempre la eterna cantinela de las dos Españas?
R. Lo de las dos Españas ya se acabó. Aquella España se terminó con la guerra civil, que puso fin a un periodo histórico.
P. Hay una tendencia entre columnistas y telepredicadores a referirse a la España cabreada. ¿Puede hablarse de un estado generalizado de ira?
R. No creo que sea diferente a lo que pasa en Francia, en Italia o en Alemania. Ese estado, de existir, sería general.
P. Cernuda hablaba del español sin ganas.
1 R. Español sin ganas... Se parte de el español, así, subrayado, pero yo nb creo en el español como tal.
P. Ortega se desangraba, en Meditaciones del Quijote, con un interrogante: "Dios mío, ¿qué es España?". ¿Usted tiene respuesta a la duda orteguiana o más bien tiende a desmarcarse de aquel lamento, un tanto retórico?
R. Aquel lamento, efectivamente retórico, yo lo he puesto en solfa en diferentes escritos míos. El.nacionalismo español fue tardío, de finales del siglo pasado, y el de Ortega fue el último nacionalismo civilizado. Pero todo eso se ha acabado ya. De hecho, en el terreno de las ideas ignoro qué pueda pasar, pero en el terreno de la práctica, el nacionalismo español como sentimiento ha terminado en la cosa más ridícula.
P. Laín Entralgo es autor también de un ensayo célebre en su época: A qué llamamos España. ¿Por qué esa obsesión?
R. La obsesión viene de que todo aquello pertenecía a la fase última del nacionalismo, eran restos de la preocupación orteguiana.
P. ¿Un nacionalismo distinto al de Pujol o Arzalluz, no?
R. Bueno, ellos tienen su pequeño nacionalismo, pero me parece que son, tanto el uno .como el otro, muy inteligentes y con mucha recámara; es decir, su nacionalismo es un instrumento político, un instrumento de poder, en el que quizá no creen demasiado. Pero ésta es una opinión mía, naturalmente.
P. ¿Sin vascos y sin catalanes podemos hablar de España?
R. Pero si España es sólo un concepto histórico, como Cataluña, claro. Realmente, ¿cuándo empieza a existir España?
P. Usted tampoco se libró, en su momento, de escribir y reflexionar sobre la cuestión de España.
R. ¿Cuando he escrito eso?
P. En España a la fecha.
R. Pe ro allí escribí de un modo crítico, a lamanera de lo que estoy opinando ahora.
P. ¿Fue un encargo o fruto de su ánimo de trasterrado?
R. Fue, sobre todo, una crítica implícita de ciertas cosas que estaban en el aire en España. Por un lado, el régimen franquista, para sostenerse, estaba amenazando con una nueva guerra civil, y ésa era una fantasía: no podía haber una guerra civil desde el momento en que la sociedad se había transfórmado, y lo que antes era el proletariado se había convertido en una multitud de personas incorporadas a la sociedad y, a fin de cuentas, más conservadora que el resto, como siguen siéndolo los trabajadores asalariados. Eso, por una parte, y por otra parte, estaban los que querían esa revolución, esa vuelta de la tortilla, también imposible. Yo sé que el libro, que se leyó aquí aunque estaba prohibido, produjo irritación entre mis amigos p9rque planteaba con argumentos de tipo sociológico que el cambio vendría de un modo pacífico, como en efecto ocurrió.
P. En su artículo Elproblema de Espáña escribe: "España es la muda esfinge cuyo secreto obsesionó a estos escritores". ¿Y si no hubiera ningún secreto, si fuera muda porque no tiene nada especial que decir?
R. [Risas] Sí, claro, podría ser. España es un mito. La nación española comienza, como las demás naciones europeas, en el Renacimiento. Fernando el Católico es el modelo del Príncipe de Maquiavelo. Es cuando el padre Mariana escribe la primera historia de España, primero en latín, luego en castellano, y Cervantes crea su Numancia, y entre unos y otros se constituye el mito español: se habla de los españoles musulmanes y judíos y romanos, y de Séneca y de Trajano... Todo eso es un mito.
P. Pero ¿es España más enigma histórico que otros países?
R. Fue el mito discutido, pero y qué, a qué condujo. Eso se ha dado también en otros países. Francia es el modelo de la constitución del nacionalismo; Alemania, más tardíamente, y de otra manera; el caso de Gran Bretaña es muy diferente. Bueno, es un modelo que se toma o se deja para fines políticos. El modelo nacionalista sirvió para la unificación alemana, pero también sirvió, tras la gran guerra, para, en lugar de aglutinar, desintegrar, como ahora está pasando. Estamos asistiendo al último momento de desintegíación; a este Vaso vamos a ver naciones por barrios, por distritos. Es un disparate.
P. Por cierto, la frase "España y yo somos así, señora", ¿qué denota: chulería o desesperación, soberbia o fatalismo?
R. Es curioso: precisamente Américo Castro la utilizó alguna vez como una frase del Siglo de Oro. Y es bien sabido que es de Eduardo Marquina, de su obra En Flandes se ha puesto el sol; de manera que justamente de cuando la decadencia de España.
P. ¿Es retórico Miguel de Unamuno lamiéndose la llaga con aquello de: "Me duele España en el cogollo del corazónT
R. Bueno, ahora la gente ante frases así se ríe un poco, ¿no? Porque es una retórica un tanto...
P. ¿A Felipe González le duele España? ¿Es un noventayochista?
R. Bueno, lo que pasa con Felipe González es que es un político nato. Él tenía sus ideas corrientes, las de entonces, y llega al Gobierno muy joven, y el Gobierno le ha enseñado. Ha aprendido en el Gobierno de un modo increíble, de modo que todas esas cosas que en un momento dijo, a estas alturas hubiera preferido no decirlas...
P. ¿La clase política se comporta como una pandilla de ilustrados, empecinados en meter a los españoles en Maastricht?
R. Creo que no hay otro camino. Bueno, sí hay otro camino, el de la desintegración, el del desastre que siempre amenaza al mundo. Durante la época de la guerra fría estuvimos ante la alternativa de seguir adelante o la destrucción atómica del planeta. Ahora eso parece que se ha alejado un poco, pero ahí está de todas maneras.
P. ¿Esta integración de España en Europa puede ser la solución a la cuestión de España? -
R. Es la solución, y creo que esos dos personajes que usted mencionaba antes [Pujol y Arzalluz], y que son muy inteligentes, repito, saben perfectamente que no hay otro camino que ése.
P. Felipe González también es consciente de eso.
R. Pienso que sí, debe de serlo..
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