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La necesidad de medicación a los primeros síntomas de sida, debatida en Amsterdam

Varios estudios sobre el efecto favorable de los medicamentos para el sida si los afectados empiezan a tomarlos antes de que se manifiesten los síntomas de la enfermedad, centraron ayer la atención de médicos y científicos en Amsterdam en la VII Conferencia Internacional del Sida. Una enfermedad que está modificando el concepto mismo de la sanidad pública. "El sida es la primera epidemia en la era de los derechos humanos", afirmó ayer Johnathan Mann, de la Universidad de Harvard (EE UU) y presidente del comité organizador de la reunión.

"Todavía no tenemos respuestas definitivas sobre las preguntas más simples y cruciales acerca de las bases del fármaco antiviral más utilizado [para el sida], el AZT", afirmó ayer en la tribuna de oradores de una sesión plenaria Mark Harrington, un enfermo de sida estadounidense del movimiento ActUp. "¿Sabemos cómo puede funcionar el medicamento? No. ¿Cuándo iniciar la terapia para lograr el mejor resultado clínico? No. ¿La mejor dosis? No. ¿Sabemos si alarga la vida del enfermo? No. ¿Si el paciente se siente mejor tomándolo? No". Harrington hizo un llamamiento a unir esfuerzos entre investigadores y afectados de sida para avanzar en los estudios clínicos.Los científicos escucharon los informes de varios trabajos dirigidos a contestar estas preguntas. "No conozco ninguna enfermedad infecciosa en que se espere a que aparezcan síntomas fuertes para empezar el tratamiento". afirmó el investigador australiano David Cooper. Cooper presentó un estudio extenso -hecho con 1.000 personas- sobre la conveniencia de iniciar la administración de AZT (antiviral que actúa sobre la división de la célula) cuando el infectado de sida no ha desarrollado aún síntomas, lo que ahora no es una tendencia generalizada.

Reducir los síntomas

Investigaciones similares sobre éste y otros fármacos como el DDI también se debatieron. "El AZT reduce las enfermedades oportunistas y los síntomas cuando se empieza a tomar desde el principio de la infección`, dijo Cooper. No todos los científicos estuvieron de acuerdo con Cooper: la toxicidad de los fármacos y la resistencia desarrollada por los pacientes a ellos tienen peso en el platillo de la balanza frente a los beneficios. Además, las diferentes posturas de médicos, laboratorios farmacéuticos y sanidad pública no son ajenas al vivo debate acerca de si empezar antes a tomar los medicamentos y en qué cantidad.

La aparición del sida ha demostrado también que realidades como la pobreza, densidad demográfica y comportamientos sexuales o condiciones como la etnia vertebran el concepto mismo de salud. La medicina tradicional y, sobre todo, la alta tecnología médica las han ignorado durante más de una década en el caso de la epidemia. "Recetar un medicamento, es decir, combatir una enfermedad, ha sido siempre más fácil que pensar en el enfermo. La sanidad pública tiene ahora la oportunidad de modificar sus hábitos", dijo Mann.

Frente a una audiencia compuesta sobre todo de médicos, enfermeros y asistentes sociales, el científico estadounidense criticó con dureza la educación médica tradicional que tiende, a ignorar que la salud también debe ser entendida por sus profesionales como una sucesión de tragedias personales que ellos pueden contribuir a paliar. Y ello sin necesidad de tratar al afectado como una parte más del trabajo. Entre los asistentes surgió, sin embargo, una crítica ácida de la jornada. "El sida ha demostrado que todos formamos parte de naciones en desarrollo y debiéramos ser capaces de colaborar", afirmó un médico de EE UU arrancando grandes aplausos de los asistentes a la conferencia de Amsterdam.

Tercer Mundo

Desde el Tercer Mundo, el concepto de solidaridad es mucho más preciso. Ninguno de los países más atacados por la pobreza desea convertirse en un laboratorio al aire libre donde probar la efectividad de medicamentos o vacunas. Stephen Lwanga, de la comisión del sida en Uganda, ha dicho que África está dispuesta a colaborar y necesita mucha ayuda, 44pero la introducción de fármacos destinallos a combatir el sida debe seguir unas normas éticas y equitativas. Hay que evitar que una vez comprobada su eficacia, los planes de vacunación sean desviados hacia otras, zonas del mundo".

La tasa más alta de infectados por VIII en el mundo corresponde actualmente al África subsahariana, donde se estima que uno de cada 40 hombres y una de cada 40 mujeres tienen el virus, según ha informado en Amsterdam Gottlieb L. Monekosso, director regional de la OMS para África.

"El impacto social es difícil de poner en palabras", dijo. El mayor numero de afectados en África tiene 16 o más años y menos de cinco. "Tenemos un grupo prácticamente limpio de 6 a 15 años, incluso en las zonas más infectadas, y tenemos que hacer un esfuerzo especial para mantenerlo así", dijo.

Monekosso afirmó que África se había incorporado tarde a la lucha contra el sida. Según él, los pocos casos detectados al inicio de la epidemia y la acusación de Occidente de que se inicio en ese continente, influyeron en la política de avestruz que siguieron muchos políticos africanos. "Ahora no se trata de saber quién disparé primero sino de parar el tiroteo", afirmó.

Un regreso accidentado

Hace tres años, Tomás Fábregas, español de 34 años, soñaba con un futuro prometedor. Licenciado cum laudé en Informática e inscrito en un master en Administración de Empresas en la Universidad de Berkeley (California), sólo tenía que mantener tan excelente nivel para acceder a un buen empleo en Estados Unidos. Tomás nació en La Coruña, pero en 1979 se enamoró de Nueva York. Hace tres años, unos análisis quebraron de forma abrupta sus planes vitales. Entró en el hospital para tratarse una neumonía aguda, y cuando salió, un mes después, ya sabía que tenía el sida.Para la Administración, el estudiante Fábregas ya no existía. Su lugar había sido ocupado por un enfermo atacado por un mal que debía condenarle al ostracismo e incluso a la pobreza. No ha sido así. Antes, al contrario, tiene más ganas de luchar que nunca. "De no haber existido un Gobierno republicano neofascista en 1981, a lo mejor yo no tendría ahora el sida". Tomás admite que el derecho a la salud no está reconocido en Estados Unidos, y los médicos pueden concebir su labor como un negocio; que los fondos dedicados al sida no alcanzan a las mujeres, porque sus síntomas no entran en las rígidas definiciones barajadas por los profesionales para diagnosticarlo; que los afectados tienen problemas para regresar al país dada su condición. Por todo ello, ha retado al presidente Bush

Tomás reside legalmente en Estados Unidos. El próximo sábado piensa regresar a San Francisco. "Desafío al presidente Bush a que me impida entrar en el país por tener el sida". Sabe que puede ser detenido por los oficiales de inmigración en el propio aeropuerto. "Mi abogado me ha advertido que cabe la posibilidad de que no le esté permitido ayudarme hasta el lunes. Con estos métodos, las actuales leyes estadounidenses sólo fomentan la transmisión del virus al forzar a los inmigrantes, seropositivos o ya enfermos, a esconderse".

Uno de los mayores regalos que Tomás ha recibido desde que sabe que tiene el sida se lo ha hecho Jeffrey Brooks. Después, de convivir durante muchos años y de haberse separado en términos amistosos, éste regresó a su lado en cuanto supo lo que le ocurría. "Gracias a su apoyo todavía estoy vivo".

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