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Crítica:FERIA DE VALENCIA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Ponce se cierra la puerta grande

Enrique Ponce tuvo toda la tarde abierta la puerta grande, y se la cerró él mismo. Se la cerró con la espada. Mira que es dícil cerrar puertas con una espada. Una espada no sirve ni para cerrar puertas ni para nada que no sea matar -con ese fin las fabricaron toda la vida de Dios- y resulta que a Enrique Ponce, para matar, no le servía. Después de redondear faenas macizás -que decía el mestro Pepe Luis-, cambiaba la espada de mentira por la de verdad, ponía el gesto feroche de los cruzados con ocasión de liquidar infieles, entraba al ataque y, al salir, había pinchado una aceituna.Tres toros no mató Enrique Ponce y otros tres acuchilló Paco Ojeda, porque Ortega Cano sufrió una cogida. Ocurrió nada más empezar la función. Al iniciar el cimbreo de la verónica, el toro le prendió por la pierna y le volteó de mala manera. La herida es de las llamadas limpias y relativamente superficial, y casi tuvo suerte, pues pudo ser peor.

San Román / Ortega, Ojeda, Ponce

Toros de Manuel San Román, terciados: tres sin trapío y resto mejor presentados; varios sospechosos de pitones; flojos y descastados.Ortega Cano: cogido menos grave al recibir al primero. Paco Ojeda: estocada trasera (ovación y salida al tercio); metisaca cerca del costillar y media atravesada baja (silencio); bajonazo (palmas). Enrique Ponce: dos pinchazos -aviso- y media estocada caída (ovación y salida al tercio); tres pinchazos, otro hondo ladeado, un descabello saliendo volteado y dos descabellos más; la presidencia le perdonó un aviso (ovación y salida al tercio); dos pinchazos y tres descabellos (ovación y salida al tercio). Plaza de Valencia, 22 de julio. Quinta corrida de feria. Lleno.

Bueno, el toro tampoco tenía muchas posibilidades de causar mayores daños: era astigordo y padecía cruel desmoche. Y no tenía trapío. Paco Ojeda, que hubo de hacerse cargo de la lidia, lo toreó a su estilo, que es abrir exageradamente el compás, descargar la suerte cuanto le diera de sí la pierna contraria, meter sin contemplaciones la muletaza en el pitón de allá y hacer el parón. A veces el parón le salió perfecto, entre otras razones porque el toro unía a sus ya mencionadas carencias, un absoluto y vergonzante descastamiento.

Toros descastados adimiten el parón, mientras a los bravos no hay quien los pare. El toro bravo ve un torero con cara de hacer parones y se lo come por las zapatillas. El toro descastado, en cambio, como el cuerpo le pide pararse, el parón lo tiene servido. Los restantes toros de Ojeda aún resultaron más descastados y a esos ni hacerles parones pudo. Con mal estilo y a regañacuernos tomaban la muleta, procedía matarlos, y resolvió hacerlo así el torero de los parones, con buen acierto.

Los tres de Ponce no eran el Jaquetón precisamente, incluso los cabestros que en su día arroparon al Jaquetón famoso debieron tener más sangre brava que esos especímenes, mas tomaban los engaños con sumisa obediencia. Ahora bien, el propio diestro influyó mucho en ese comportamiento, pues toreaba con mando. Tiene su importancia. Salvo alguna tanda suelta en la que escondía habilidosamente la pierna contraria, Ponce desarrolló un toreo reunido y macizado, porque cargaba la suerte, conducía él viaje con. templanza, remataba donde procedía, y hasta se daba el placer de convertir los redondos, los pases de pecho y las trincherillas en pura filigrana.

Construyó las tres faenas con la derecha, faltaría más. Cuando se echaba la muleta a la izquierda, allá a las tantas, los toros ya no podían embestir y sólo querían morirse. Si llega a saber Enrique Ponce manejar la espada, y va, y la hunde por el hoyo de las agujas, además de obtener un triunfo memorable, les habría hecho un favor. No lo hizo, y al ir a descabellar, uno de los toros le pegó un volteretón. No ocurrió nada grave, afortunadamente, aunque por esos fallos garrafales, Enrique Ponce, que tenía abierta la puerta grande, estuvo a punto de salir por la enfermería.

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