Soplando bajo la lluvia
Cuando el hijo de Thelonius Monk y su b anda ocuparon el escenario, en la plaza de la Trinidad, caían chuzos de punta, algo que a casi nadie parecía importarle mientras el quiosco de bebidas hacía su agosto vendiendo paraguas a 1.500 pesetas. Más de 1.000 personas desafiaron al catarro con sus paraguas desplegados y los ánimos bien altos; nadie pronunció, ni siquiera en voz baja, la palabra suspensión. La imagen de la plaza, con los músicos tocando impasibles y cientos de paraguas escuchándolos, es de las que se guardan para el archivo de curiosidades.Abrió la noche T. S. Monk, un músico mediocre que tiene la suerte y la desgracia de ser el hijo de una leyenda. Llegó abanderando el nombre de su padre en un supuesto homenaje y rodeado de unos excelentes músicos que le salvaron la noche. En la música de Thelonius Monk, exquisitamente arreglada, sólo sobraba la monótona batería de su hijo.
Hofianta Dixieland Jazz, Herb Geller con Oliver Jones Trio
T. S. Monk y Phil Woods Quintet. Ayuntamiento y plaza de la Trinidad. San Sebastián, 20 de julio.
Ronnie Mathius tocó con esa austera sensibilidad que le caracteriza y dejó para el recuerdo con Crepuscle with Nelly en solitario. Del resto de la banda sólo el saxofonista Bobby Porcelli fue capaz de romper la rutina con un par de buenos solos. El homenaje no pasó de discreto, pero tampoco las circunstancias eran las idóneas corno para pergeñar maravillas; sólo por el hecho de haber tocado y que el público aguantara el chaparrón ya debería hablarse de gran éxito.
Durante el intermedio, las fuerzas climatológicas comenzaron a sonreír y Phil Woods subió al escenario ya prácticamente sin lluvia pero en un clima aún húmedo y apagado. El impecable sonido de la banda rompió las barreras de la incomodidad y consiguió hasta calentar un ambiente inicialmente gélido y distante.
El discurso de Woods no por conocido es menos interesante. En San Sebastián comenzó directamente reviviendo el más vivo be bop antes de entrar en cosas más personales, y pasó sin solución de continuidad de lo puramente rutinario a lo sorprendente. Su técnica eficaz y su elegancia se vieron catapultadas por una rítmica que le conoce desde hace un par de décadas y con la que forma un todo unitario. Jim McNeely, de vuelta en el redil, fue el inventivo pianista que Woods necesita para entrar en calor mientras que Brian Lynch sorprendió por su sonido directo y penetrante y su total acoplamiento a la banda.
Los que sí pudieron salvarse y trasladarse a tiempo fueron los conciertos previstos para la terraza del Ayuntamiento. Dixieland, west coast y jazz; contemporáneo se mezclaron en dos sesiones calientes y populares.
Babelia
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