Dios salve a la reina
Salió a escena con el boato y la rimbombancia de una reina. Vestido con ropas de colores chillones diseñadas por el modista italiano Gianni Versace, perseguido por los focos más potentes, aupado por músicas épicas, se convirtió de inmediato en el centro de la velada. Como debe ser. Y no dio cuartel ni a propios ni a extraños. Sus músicos se limitaron a seguirle, y el público, a acompañar con prudente entusiasmo su repertorio. El hombre del peluquín patético y las gafas de diseño está definitivamente por encima del bien y de mal.Elton John, posiblemente la primera gran estrella pop de los anos setenta, ha logrado mantenerse al margen del tiempo. Cuando en el mundo de la música moderna todos luchan por cambiar a tiempo, por adaptarse a las necesidades del mercado y a las evoluciones del público, el pianista británico insiste en sus viejas costumbres. Rechaza las metamorfosis forzadas. Lucha por seguir siendo el modelo. Ése es uno de sus grandes méritos. El otro es haber escrito una serie impresionante de canciones de calidad.
Elton John
Elton John (teclados y voz solista), Davey Johnson (guitarra), Bob Birch (bajo), Charley Morgan (batería), Mark Taylor (teclados), Guy Babylon (teclados) y el trío de Natalic Jackson (voces). Aforo: 15.000 personas. Entradas: 4.000 pesetas. Plaza de Toros de Las Ventas. Madrid, 14 de julio.
En Madrid ofreció un concierto largo e irregular. En unas ocasiones, liviano y fácil de asimilar; en otras, demasiado espeso y enrevesado. El músico de Middlesex (Londres), empeñado en presentar y despedir los temas con interminables fraseos instrumentales, llegó a ser aburrido en más de una ocasión. Afortunadamente, sus canciones le sirven de colchón. Después de cada bostezo, un tema clásico y asunto arreglado. Fueron dos horas y media de pop-rock de calidad, absolutamente intemporal, y apto para todas las edades y públicos.
Versión larga
Bien de voz, decidió en las vísperas del concierto que sus seguidores españoles merecían la versión larga de sus recitales. Parecía un detalle para con su público, pero resultó ser el último capricho de un hombre que vive para ser observado, escuchado y admirado. La versión de Rocket man, por ejemplo, fue para muchos interminable. Ya habían transcurrido dos horas de concierto, y el extravagante pianista acababa de solventar un duelo vocal con una de las cantantes de su grupo. Era un momento delicado, con el ritmo del concierto absolutamente anestesiado. Entonces quiso demostrar que su nombre no sólo debe figurar en listas de grandes compositores hay que olvidar que su educación musical, de corte muy académico, comenzó cuando o tenía cuatro años. Como instrumentista se considera un virtuoso y, al igual que sus amigos Clapton y Knopfler con la guitarra, se dedicó a recorrer todos los rincones de su instrumento con minucioso detalle. Las 15.000 personas reunidas en Las Ventas no parecían disfrutar demasiado con estas autoconcesiones. Lo pasaron mucho mejor con sus melodías, verdadera razón de ser de este peculiar músico.Y es que Elton John es, posiblemente antes que cantante y pianista, un gran compositor. El dúo que formó con el poeta Bernie Taupin sirvió para encumbrar a ambos. La crítica les sitúa en un plano similar al de Lennon-MacCartney o Jagger-Richard, y tal vez no le falten motivos: de este trabajo salió una serie de números uno indiscutibles, como Island girl, Bennie and the jets, Philadelphia freedom, Cocodrile rock o Don't go breaking my heart.
Otra de sus virtudes es la versatilidad. Las baladas pueden ser melodramáticas y al tiempo creíbles. Los temas rápidos logran introducirse en los géneros más variados, desde el rock and roll primitivo al rhithm and blues de corte stoniano, y salir indemnes. También deja un hueco para algo parecido al blues, para el jazz... Y todo con canciones de peso, de sólida estructura y estribillo definido. Capaces de aguantar el paso de dos décadas sin perder carácter.
Algo parecido es lo que le sucede a su autor. Elton John es un monarca en eterno retiro espiritual. Permanece fiel a un sonido, a unas melodías, a una forma de entender la música. Nada ni nadie puede hacerle cambiar. Dueño de su verdad, vive en su propio universo estético y mantiene las constante vitales que le sirvieron para ascender al trono.
Babelia
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