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"Los conciertos al aire libre no tienen nada que ver con la cultura"

"Estoy impresionado por la atmósfera y la belleza de Sevilla. El público es sensible y cariñoso. Espero que cuando acabe la Expo, este teatro pueda continuar haciendo música y cultura; de lo contrario sería un pecado muy grave", dice el director napolitano.Unir música y cultura es uno de los grandes objetivos de Muti en la Scala. "Pienso que en este aspecto va a ser importante la contribución de Alberto Zedda como nuevo director artístico. Él no sólo es músico, sino también musicólogo y tiene una cultura amplísima. Fue el artífice principal del renacimiento de Rossini y conoce en profundidad los problemas que existen en un teatro de ópera. Vamos a contemplar un repertorio abierto desde Monteverdi hasta la música contemporánea, sin olvidarnos de recuperar trabajos insólitos de Gluck, Cherubini, Spontini y otros autores".

Los fantasmas históricos

En otro sentido, también fue una recuperación La traviata, acechada por los fantasmas históricos y no representada desde hacía 26 años en la Scala. "Cuando encontremos tres cantantes, jóvenes, inteligentes y con bella voz, haremos la misma operación con Il trovatore. En Verdi como en Wagner la crisis vocal es intensa. Se encuentran cantantes para Mozart, Rossini, incluso Bellini, pero faltan en la actualidad voces con los acentos heroicos de antaño". No obstante Verdi inaugurará la próxima temporada de la Scala en diciembre con un Don Carlo en que intervendrán Pavarotti, Dessi, Ramey y Coni y está también programado un Falstaff con Juan Pons para conmemorar el centenario del estreno de esta obra maestra."La Scala es ahora más accesible. No es el gran templo sacro tradicional y ostentatorio. El público viene con sencillez, sin miedo ni complejos; es, también, más culto. Al igual que sucede en España la ampliación del repertorio ha ayudado a mejorar el nivel intelectual. Existe el pequeño grupo de maniáticos de los cantantes, tan antiguos como la ópera, que adoran a Pavarotti sin admitir a Domingo o Kraus o al revés, y no saben qué hacer con la música. Es un porcentaje cada día más reducido afortunadamente". Se extiende Muti en la importancia de las temporadas paralelas de ópera para niños y jóvenes o en la renovación permanente de orquesta y coro con incorporación de "sangre nueva". También muestra su especial agrado por la sana curiosidad que hay en la mayor parte de los espectadores. "Hace 20 años existía una mayor separación entre los partidarios de Verdi y los de la ópera contemporánea. Ahora, quitando algunos fanáticos irreductibles de ambos lados, los intereses convergen".

Busca Muti la perfección aunque no existe" y los aspectos educativos de la música. "Ahora están de moda los conciertos al aire libre. Son gratificantes si se consideran como una tarde de entretenimiento pero no tienen nada que ver con la cultura. Además son peligrosos, porque el público nuevo se habitua a una forma de escuchar superficial: un helado, una coca-cola, un poquito de canto. Esto no es educativo, es sólo una forma agradable de pasar el rato. Tampoco estoy de acuerdo en reconstrucciones en escenarios naturales como la que se ha hecho para televisión este fin de semana con Tosca en Roma. Son operaciones comerciales. La ópera de Puccini nació para el teatro, para el espacio y la función escénica del teatro. Lo demás es falso".

Muti es tan seductor en una conversación como en el escenario. Mirada penetrante, dicción clara y cantabile, siempre una punta de ironía en su sonrisa. El es la estrella. "No soy una persona autoritaria dirigiendo. Utilizo la decisión, pero con dulzura. El director debe saber lo que quiere y explicar a los cantantes su visión de la música, pero respetando su personalidad. En cuanto a que yo soy la estrella, es un fenómeno natural, no artificial. Pero en obras como el Réquiem de Verdi, todo debe estar en manos del director".

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