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Reportaje:

Yeltsin apoya una fuerza europea de intervención rápida para sofocar las guerras nacionalistas

ENVIADOS ESPECIALES El presidente de Rusia, Borís Yeltsin, dio ayer su pleno apoyo a la creación de una fuerza europea de intervención rápida para atajar las guerras de origen étnico. Sin embargo, paradójicamente, se mostró reticente a aceptar la declaración que condena a Serbia como principal causante del conflicto bélico en la antigua Yugoslavia. Aunque finalmente la declaración fue adoptada por la cumbre de la CSCE, no siguió la misma suerte otra sobre Nargorni Karabaj.

La cumbre de la CSCE concluyó ayer con la aprobación por aclamación de la Declaración de Helsinki, que prevé mecanismos para el mantenimiento de la paz en Europa y crea una alta comisaría para las minorías nacionales, pero que puede ser inoperante desde su nacimiento debido al sistema de consenso que rige la toma de decisiones de la CSCE.Borís Yeltsin acudió al foro de Helsinki después de asistir a la cumbre del Grupo de los Siete en Múnich, para hacer votos por la democracia en su país y centrar su preocupación en los conflictos étnicos y los nacionalismos emergentes que afectan de manera especial a Rusia. En tono apocalíptico dijo que, de seguir el camino actual, los nacionalismos pueden convertirse en la auténtica plaga del siglo XXI. "Es importante determinar el momento en que la fuerza de intervención rápida debe ser desplegada y procurar que esto se produzca antes de que la sangre haya empezado a correr", señaló.

Las palabras de Yeltsin se producían poco después de que la Unión Europea Occidental (UEO) decidiese llevar a cabo una operación de bloqueo naval contra Serbia, respecto de la cual mantiene sus reservas. Los colaboradores del líder ruso se encargaron ayer en los pasillos de la cumbre de expresar la cautela de Moscú sobre el envío de una fuerza naval europea al Adriático, y su discrepancia. con aspectos de la declaración sobre Yugoslavia. En sectores nacionalistas rusos se acusa a Yeltsin de plegarse a los intereses occidentales y traicionar a Serbia. Su propuesta sobre la fuerza de intervención sigue la línea de otros líderes occidentales. "Rusia", dijo, "reconoce el peligro de los nacionalismos agresivos que reemplazan a la confrontación ideológica del pasado".

El conflicto de Nagorni Karabaj, que enfrenta a Azerbaiyán y Armenia, fue la nota disonante de la cumbre, y en donde se refleja el doble filo del consenso en la toma de decisiones. Había consensuada una declaración de 90 páginas, base para un acuerdo de paz, que quedó bloqueada por las discrepancias semánticas entre armenios y azerbaiyanos. Se quería dar un impulso importante, con un arreglo sobre Nargorni Karabaj, a la conferencia de la CSCE porque, junto al conflicto yugoslavo, es la primera crisis con que se enfrenta la organización, en funciones ya de garante de la seguridad europea. El efecto inmediato ha sido la suspensión de los planes para enviar a 100 observadores militares al enclave, aunque las dos ex repúblicas son partidarias de ello. No obstante, la reunión de Minsk (Bielorrusia) para alcanzar un acuerdo de paz seguirá adelante.

Abundando en el problema de los nacionalismos y conflictos étnicos, el primer ministro británico, John Major, propuso la adopción de un código de conducta en los países de la CSCE para subordinar los ejércitos nacionales al control democrático. "La CSCE" dijo, "no debe quedar en simple espectador de los conflictos en Europa. Debe actuar antes de que estallen los comba1es". Aseguré que ese código de conducta debe determinar cuándo las Fuerzas Armadas de un Estado pueden apoyar a la autoridad civil.

Efectivos militares

Al margen de la conferencia, 29 países pertenecientes a la CSCE firmaron ayer un acuerdo para la limitación de efectivos militares en Europa. Los firmantes son los miembros de la Alianza Atlántica, cinco del Este europeo, exmiembros del antiguo pacto de Varsovia, más varios Estados de la antigua URSS (Rusia, Ucrania, Bielorrusia, Georgia, Armenia, Azerbaiyán, Moldavia y Kazajstán). El acuerdo limita las tropas rusas a 1.450.000 soldados, las de Ucrania a 450.000, y las de Bielorrusia a 100.000. EE UU podrá disponer de 250.000 soldados en Europa, y el acuerdo fija las fuerzas de Gran Bretaña y de Francia en 260.000 y 325.000 hombres, respectivamente. El acuerdo, a diferencia del de desarme convencional firmado en París en 1990, no es jurídicamente vinculante.

Un huésped no invitado

I. C. / A. A. H. El primer ministro designado de la nueva Yugoslavia, integrada por Serbia y Montenegro, Milan Panic, hizo ayer un viaje relámpago a Helsinki, a pesar de que su país acaba de ser excluido temporalmente de la CSCE, con el propósito de hacerse oír aunque fuese fuera del foro. La víspera, el presidente de EE UU, George Bush, en un gesto cargado de simbolismo, se entrevistó con su homólogo bosnio, Alija Izetbegovic.

A Panic, un millonario serbio que adquirió la nacionalidad estadounidense, sólo le recibió el secretario de Estado James Baker, para que todo quede "absolutamente claro y que a nadie en Serbia o Montenegro se le pueda escapar cuál es la posición de Washington". Baker precisó a un grupo de periodistas estadounidenses que el gesto significa que "la pesadilla humanitaria que adquiere mayores proporciones en la ex Yugoslavia debe terminarse", que Serbia debe acatar las resoluciones de la ONU y "hechos y no palabras".

Panic se entrevistó también con el presidente croata, Franjo Tudjman, y con el ministro de Exteriores de Rusia, Andrei Kózirev, pero lo más destacado de su visita fue una conferencia de prensa en la que indicó que la nueva Constitución que se promulgará en su país otorgará al jefe del Gobierno poderes similares a los que tiene el presidente de EE UU.

González critica el nuevo nacionalismo de antiguos seguidores de Stalin

El presidente del Gobierno español, Felipe González, arremetió ayer con una inusual dureza contra alguno! dirigentes nacionalistas de las repúblicas europeas y asiáticas que han accedido a la independencia. Sin embargo, estimó que en España ese fenómeno . se expresa "de forma moderada y compatible con el respeto de los derechos civiles".Al término de la cumbre de la CSCE, cuyos miembros defienden, en teoría, los mismos principios democráticos, el jefe del Gobierno español afirmó tener "dudas para compartir valores con algunos" de los asistentes. "Por respeto" no quiso nombrarlos pero dejó claro que tenía in mente a los "hipernacionalistas de ahora", cuya nueva ideología "esconde el pasado de algunos dignos representantes de don lósif Stalin".

Entre los nuevos jefes de Estado orientales o asiáticos, que ocuparon también altos cargos en los desaparecidos regímenes comunistas y que González ha conocido recientemente, figuran Nursultán Nazarbáyev, de Kazajstán, Leonid Kravchuk, de Ucrania, y Drnovsek, de Eslovenia.

González se entrevistó el jueves con el georgiano Edvard Shevardnadze, que también profesé la ideología comunista, pero al que considera, no obstante, "un viejo amigo". Ayer dio cita al presidente albanés, Safi Berisha, quien le pidió alimentos de primera necesidad.

Decisión forzada

A propósito de Yugoslavia, el mandatario español dio casi la impresión de arrepentirse de haberse dejado arrastrar en enero por Alemania, junto con el resto de la CE, a reconocer a las repúblicas escindidas. Tal decisión era "la más adecuada", dijo, aunque reconoció que no tenía Ia convicción de que ése era el camino para resolver la cuestión". "No estaba convencido de que ese mecanismo era operativo, pero algo había que hacer, por eso di mi acuerdo".

Si el nacionalismo es legítimo cuando consiste "en recuperar las señas de identidad" de un pueblo, se convierte en una "enfermedad, la que ha costado más caro a la Europa del siglo XX", cuando "se hace excluyente e identifica a un pueblo con un territorio" del que se expulsa a los demás, reflexionó González en voz alta. En España, prosiguió el presidente, "todo el mundo se siente a gusto en cualquier lugar del territorio", aunque, lamentó, "hay algunas excepciones marginales pero que a veces son dolorosas porque son violentas". Por regla general "el nacionalismo se expresa de forma moderada" y " no es previsible un desarrollo de la naturaleza que estamos observando". "Creo que hemos encontrado un mecanismo de respeto a la identidad de los pueblos". Aunque no estaba previsto en la agenda, el presidente del Gobierno español tuvo también una reunión informal con el primer ministro británico, John Major, y con el presidente suizo, René Felber.

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