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Los siete errore de Budiaf

Tahar Ben Jelloun

Todos los políticos cometen errores y, a veces, dedican el resto de su vida a repararlos. Pero Budiaf no era un político, al menos en el sentido de Maquiavelo, si bien es cierto que hizo política al oponerse a la colonización francesa. Era un militante y un patriota. Era un buen hombre, lo contrario de un político, un hombre íntegro, valiente, armado de buena voluntad y algunas ilusiones.Cometió siete errores. Quizá incluso más. Pero su buena fe, su disponibilidad física y moral no eran suficientes para dirigir un país sacudido por la mayor crisis conocida desde la independencia.

Estos errores se derivan de sus cualidades. Son los siguientes:

1. Pasó demasiado tiempo fuera de Argelia, 28 años de ausencia. Veintiocho años en Marruecos; eso supone una generación, precisamente la generación de esos jóvenes que engrosan las filas del Frente Islámico de Salvación, jóvenes sin trabajo, sin perspectivas de futuro y, sobre todo, sin una identidad sólida, bien definida. De ahí, el recurso a la religión que proporciona una identidad, una ideología y un ideal. Puede que Budiaf no lo supiera, pero la aplastante mayoría de los jóvenes argelinos jamás había oído hablar de él antes de enero de 1992. Además, dirigir una fábrica de ladrillos no predispone para dirigir un Estado, sobre todo cuando éste está en crisis.

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2. El segundo error se deriva del primero: demócrata (desde la independencia, en 1962, Budiaf quería para su país multipartidismo y elecciones libres), se equivocó al aceptar la dirección del país de manera no democrática. Se recurrió a él como buen patriota, y creyó ser un recurso para salvar a su país. Llegó de Marruecos sin que el pueblo hubiera sido consultado. De hecho, fue un golpe de Estado y él no había sido su instigador. Habría sido elegido por el pueblo, habría tenido la legitimidad que siempre le ha faltado a ese poder.

3. Una vez aceptado ese cargo, tuvo que asumir los errores de Chadli Bendjedid. No se desmarcó de su predecesor ni de su Gobierno. Recurrió a la represión para impedir que el FIS llegara al poder. El hecho de haber ordenado el arresto de miles de islamistas y el haberlos internado en cuarteles en el desierto sin respeto por los derechos humanos empañó la imagen de un hombre nuevo e íntegro. Debería haber comprendido que la violencia tendría como respuesta la violencia. La frustración de los islamistas a quienes se les ha robado su victoria es legítima. No iban a quedarse de brazos cruzados. Lo demostraron después organizando por todo el país atentados y graves disturbios.

4. El cuarto error es su ingenuidad. Un hombre de Estado puede permitirse todo menos ser ingenuo. Asumió el poder sin rodearse de garantías. Se enfrentaba a todos los enemigos de la democracia y de la modernidad. Sus enemigos se encontraban tanto en el antiguo partido único, el FLN, como en el Ejército (las deserciones de soldados durante estas últimas semanas eran una señal) o en las filas del FIS, enemigo declarado. Debió verse manipulado, empujado por personas que se quedaban en la sombra. Debería haberse apoyado en un sector de la clase política y social. Pero aparecía como un hombre solo, un hombre recto y valiente, pero un hombre solo.

5. No supo tener aliados, o no le dio tiempo a tenerlos, ni en el interior ni en el exterior. Marruecos era para él un aliado natural, un amigo personal. Pero, en Argelia, no todo el mundo cultiva la misma simpatía hacia el vecino marroquí, sobre todo desde 1975, fecha del desencadenamiento de la crisis del Sáhara. Francia no le ayudó, al menos no públicamente. Tenía que resolver muy deprisa graves problemas económicos. Pero la situación económica no dejaba de empeorar. No podía hacer milagros.

6. Budiaf subestimó la determinación de sus enemigos. Le habían declarado la guerra, y él no lo sabía. Tal vez ni siquiera tenía su propio servicio de seguridad, un servicio técnico, secreto, no político y, por tanto, paralelo al servicio tradicional. Y es que él no creía representar un peligro. Era un símbolo. Y ese símbolo es lo que han matado. Símbolo de una democracia laica, símbolo de una modernidad abierta, limpia, sin fanatismo, sin corrupción, sin privilegios escandalosos, símbolo de una Argelia nueva, al margen del partido único y de la dictadura de una posible república islámica.

7. Su séptimo error resume todos los anteriores: no actuó enseguida. Habló. La gente estaba esperando medidas. No tuvo más que palabras. No es casualidad que el atentado -minuciosamente preparado- se haya perpetrado con ocasión de un discurso, cuando él estaba aludiendo a "la vida breve", un discurso pronunciado en una casa de la cultura. Para los islamistas, la mezquita es la única casa de cultura. En cuanto a los otros enemigos de la democracia, la cultura no puede ser más que un peligro.

Este hombre ha muerto sin que le haya dado tiempo a sacar a Argelia del túnel en el que 30 años de autoritarismo la habían instalado. Tal vez haya sido asesinado porque empezaba a mostrar el camino de salida.

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