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Entrevista:

"Los palestinos hemos sacrificado mucho, pero jamás la educaron"

Jan Martínez Ahrens

Ningún israelí estudia en la Universidad de An-Najah, controlada por Al Fatah, grupo mayoritario en la OLP, dirigido por Arafat. Este dato, junto con el si lencio del mundo universitario israelí ante las restricciones que sufre An-Najah, confirma, según su vicerrector, Adib Khatib, el alejamiento de ambas comunidades académicas. "Los palestinos hemos tenido que sacrificar muchas cosas, pero jamás la educación. Es la mejor herramienta para atrapar las pocas oportunidades de que disponemos", comenta Adib Khatib, de 43 años y musulmán de nacimiento, que ha estado recientemente en Valencia. Las cifras sobre el nivel de formación así lo muestran. En Cisjordania hay seis universidades palestinas, y casi el 10% de la población árabe de los territorios ocupados formada por alrededor de 1.700.000 personas posee estudios superiores, según Khatib. Este interés por desarrollar planes educativos al tiempo que se lucha por la supervivencia como pueblo se cristaliza en An-Najah, la más antigua universidad palestina. El equipo rectoral no oculta una secreta ambición: que esta universidad se convierta en vivero de los futuros dirigentes de Palestina.

Enclavada en el distrito más populoso de la orilla occidental del río Jordán, su presupuesto mensual supera los 50 millones de pesetas, procedentes en su mayoría de donaciones de palestinos acaudalados, comités de resistencia y subvenciones de la Unesco y la CE. Unas 1.200 personas componen su alumnado y 500 su plantilla administrativa y docente. Reconocida en 1977 por la Unión de Universidades Árabes, carece de relaciones con las universidades israelíes.

De nada le sirvieron estos avales cuando en diciembre de 1987 los palestinos de los territorios ocupados por Israel se levantaron para conseguir su independencia. "Antes de esa fecha, los israelíes habían cerrado esporádicamente la Universidad. Sin embargo, al producirse la Intifada declararon el centro zona militar reservada y prohibieron la entrada al campus ", recuerda Khatib. La clausura se prolongó hasta agosto de 1991.

Aunque el cierre obligó a los alumnos a alejarse de Ari-Najah, el equipo rector desarrolló fuera del recinto una frenética actividad educativa. "Llevamos la universidad a cada casa, a cada mezquita, Impartíamos clase bajo los árboles y en locales públicos.

De este modo, la universidad llegó a cada rincón de la comunidad palestina", cuenta Khatib, que es miembro del Instituto de Investigación Educlativa en los territorios ocupados.

Una de las razones que motivaron esta "universalización de la educación", como lo llama el vicerrector, fue mostrar la capacidad de resistencia frente a la dominación cultural, económica y social ejercida por Israel. "Cuanto más nos atacan, mayor es nuestra conciencia de ser palestinos", afirma.

Esta conciencia se funde con la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), cuyas diferentes facciones están simétricamente representadas en el mundo estudiantil palestino. Así, en Nablus las elecciones han dado tradicionalmente la mayoría a los miembros de Al-Fatah, grupo que, a su vez, controla la OLP, bajo la égida de Yasir Arafat.

El encono de estos sentimientos y la violencia desatada por la Intifada no merman, sin embargo, el proceso educativo en los territorios palestinos, a juicio de Khatib, quien resuelve esta aparente contradicción señalando que los libros no son la única fuente de educación: "En algunos países la educación se limita al contenido de los libros, pero la misión de las escuelas y universidades es conseguir que los alumnos aprendan a organizar, analizar, participar, a tener iniciativa y a comprender su sociedad. Esto se logró con la Intifada, por lo que se puede decir que no afectó al contenido de la enseñanza, aunque sí a su estructura".

Ningún apoyo judío

Para Adib Khatib este modelo de resistencia es el único capaz de hacer frente a la presión de Tel Aviv, a la que alienta el silencio del mundo universitario israelí. "No hemos recibido ningún apoyo moral de la comunidad universitaria israelí", asegura, "ni tan siquiera protestan por el cierre de los centros, por la deportación de profesores o por la censura de las investigaciones. Todavía estamos esperando que den el primer paso".

Tampoco, mira con optimismo el ascenso electoral del líder laborista israelí Isaac Rabin, a quien acusa de ser el responsable directo de las muertes, deportaciones, restricciones y censuras que sufre la comunidad académica palestina. "Su única virtud respecto a Shamir [anterior primer ministro israelí] reside en que es más permeable a la presión exterior".

En este contexto, Khatib, que ha ejercido como profesor universitario de Geografía Urbana en EE UU, confirma indirectamente el resurgir de un sentimiento antisemita en las aulas. "Los estudiantes piensan en todo aquello que les pueda ayudar a liberarse y acabar con la opresión que sufren". Bajo esta misma idea han despuntado entre los estudiantes alternativas como el fundamentalismo: "Los occidentales pretenden identificar el fundamentalismo con la religión, cuando no es así. El fundamentalismo conectado a la religión significa liberación y enlazado con la política significa no perder la esperanza en el cumplimiento de nuestros derechos políticos".

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Sobre la firma

Jan Martínez Ahrens
Director de EL PAÍS-América. Fue director adjunto en Madrid y corresponsal jefe en EE UU y México. En 2017, el Club de Prensa Internacional le dio el premio al mejor corresponsal. Participó en Wikileaks, Los papeles de Guantánamo y Chinaleaks. Ldo. en Filosofía, máster en Periodismo y PDD por el IESE, fue alumno de García Márquez en FNPI.

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