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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La retórica del G7

CON NO poco escepticismo sobre sus resultados, se inicia hoy en Múnich la reunión del grupo de países más ricos del mundo (EE UU, Alemania, Japón, Reino Unido, Francia, Italia y Canadá). Las dificultades para conseguir asentar sobre bases firmes la reactivación de la economía mundial, el desbloqueo de la Ronda Uruguay de negociaciones en el seno del Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT) y la situación en Rusia constituyen, entre otros asuntos de supuesta menor entidad, centros de atención heredados de anteriores cumbres, a la vez que muestra de la incapacidad de ese foro para asumir con la diligencia necesaria los nuevos retos que afronta la economía mundial.Al igual que ocurriera en la edición anterior de esta cumbre -la celebrada en julio pasado en Londres-, una de las tres jornadas estará dedicada a la discusión de las condiciones para materializar la ayuda económica a Rusia. En aquella ocasión, a la que asistió como invitado de excepción el todavía presidente de la URSS Mijaíl Gorbachov, el G-7 fue incapaz de concretar mecanismos de apoyo a la situación de aquella economía, permitiendo que Gorbachov regresara humillado y ofendido, sin apenas argumentos con los que neutralizar la creciente desestabilización de la Unión. Un mes más tarde tendría lugar el fallido golpe de Estado, precipitador de los acontecimientos que acabarían con su presidencia y con la propia URSS.

La presencia en esta ocasión de Borís Yeltsin está apoyada en una legitimación distinta, pero las condiciones de aquella economía y la inestabilidad social que determina no han registrado avances significativos. La condición de Rusia de miembro del Fondo Monetario Internacional, de gran significación para el acceso a los créditos de ese organismo y al disfrute de otro tipo de ayudas de los países industrializados, no se ha traducido hasta el momento en una mejora apreciable de las condiciones de vida de los ciudadanos de aquel país. Las dificultades para avanzar mínimamente en las reformas económicas propuestas y, en definitiva, para satisfacer las condiciones de acceso, a esas ayudas constituirán el eje de las explicaciones que Yeltsin dará a los siete con la esperanza de que a su regreso pueda anunciar a su país la futura disposición de los 24.000 millones de dólares ya comprometidos por EE UU y Alemania. La actitud de Japón, condicionando su participación en esas ayudas a la resolución del contencioso territorial sobre las islas Kuriles, impedirá, probablemente, que ese retorno sea tan satisfactorio como desearía el presidente ruso.

Difícil será igualmente que de esas reuniones salga un acuerdo suficientemente vinculante que permita anticipar un horizonte de normalización en las negociaciones comerciales en torno al GATT. Las recomendaciones de esta misma reunión celebrada hace dos años en Houston y el compromiso personal de los máximos mandatarios por intentar eliminar los obstáculos al libre comercio no se han traducido en avances significativos. Las amenazas al multilateralismo de los intercambios comerciales, los riesgos proteccionistas, en definitiva, siguen existiendo, a pesar de la aparente aminoración de las diferencias existentes entre la CE y EE UU sobre el principal contencioso: los subsidios a la agricultura.

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Esa incapacidad de que hacen gala los principales mandatarios para eliminar algunas de las amenazas que hoy se ciernen sobre la estabilidad del crecimiento económico mundial no es menor que la que tienen para articular un esquema de coordinación de sus respectivas políticas económicas con el fin de asegurar la esperada reactivación de la economía mundial. La manifiesta asimetría en la posición cíclica de las principales economías, las limitaciones estructurales de algunas de ellas y, en última instancia, la precariedad de los liderazgos políticos de algunos de esos mandatarios en sus respectivos países explican ese escepticismo con el que, una vez más, el mundo, y en especial los países en vías de desarrollo, contempla la puesta en escena, un año más, de esta asamblea de los poderosos y la articulación de una retórica tan pretenciosa en sus enunciados como huera en sus resultados.

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