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MAGNICIDIO EN ARGELIA

El asesinato supone un acicate para los integristas del mundo islámico

JUAN CARLOS GUMUCIO, El asesinato de Mohamed Budiaf parecía ayer destinado a inyectar ímpetu a la campaña de integristas musulmanes que combaten contra Gobiernos y monarquías desde el norte de África hasta Pakistán. Ninguno de los grupos argelinos de oposición se atribuyó la responsabilidad del atentado, y opiniones sondeadas anoche en Argel tampoco descartaban la posibilidad de un maquiavélico plan para afianzar el poder de algunas facciones militares.

Sin embargo, la sospecha cayó inevitablemente sobre las facciones más radicalizadas del movimiento islámico, y el proiraní Partido de Dios (Hezbolá) de Líbano dejó entrever que el asesinato fue un castigo.

"Esperamos que este asesinato impulse a aquellos que detentan el poder a revisar su actitud de modo que se permita que el pueblo argelino se dé el régimen más conveniente por la vía democrática", dijo un portavoz del Hezbolá en Beirut.

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El asesinato, entre medias del juicio a los líderes del Frente Islámico de Salvación (FIS), parece confirmar la seriedad de los justicieros islámicos que declararon la guerra al Gobierno argelino tras la supresión de las elecciones y la subsiguiente campaña de arrestos de personalidades del activismo musulmán.

La reacción de pesar oficial de los Gobiernos en los países musulmanes fue unánime, pero no refleja el sentimiento popular en países como Egipto, Jordania, Marruecos, Túnez, Irán, Sudán o Afganistán. En Egipto, el atentado trajo a la memoria el asesinato del presidente Anuar el Sadat a manos de extremistas musulmanes que lo acribillaron durante un desfile militar en octubre de 198 1. Pero sobre todo está destinado a agudizar las preocupaciones de El Cairo en momentos en que el Gobierno de Hosni Mubarak se enfrenta a la más recia campaña de una oposición cuyo poder ha sido virtualmente capitalizado por la Hermandad Musulmana.

Los reyes Hussein de Jordania y Hassan II de Marruecos respiraron con alivio cuando se anularon las elecciones de Argelia. Lo propio hizo el Gobierno tunecino: con el FIS en el poder en Argel, las fuerzas de oposición musulmana en sus respectivos países habrían hallado un valioso aliado capaz de desestabilizar esos regímenes.

Sin duda, donde el asesinato y sus consecuencias va a tener más impacto es en Egipto, un país donde, además de una presencia simbólica en el Parlamento, la Hermandad Musulmana actúa supuestamente en coordinación con la Yihad Islámica y otros grupos inspirados en el poder de la asombrosa capacidad de convocatoria de la revolución iraní del difunto ayatolá Jomeini.

Estrategia de dos frentes

La campaña de los integrístas egipcios -a diferencia de los shiíes del Irán, los musulmanes de Egipto son de la secta suní- se ha venido intensificando con ahínco sin precedentes en los últimos meses. Menos de un mes después del asesinato del escritor Farag Foda por extremistas islámicos que lo condenaron por su desembozada crítica al resurgimiento religioso en Egipto, los integristas tienen prácticamente en jaque a las fuerzas de seguridad. En lo que algunos analistas políticos describen como una estrategia de dos frentes, los integristas se han lanzado a la ofensiva asesinando policias egipcios y provocando una sostenida campaña de hostigamiento contra la minoría cristiana copta.

En un paso que da la medida de la preocupación egipcia, el Gobierno de El Cairo envió refuerzos a cuarteles de la provincia de Assyut, donde el fin de semana pasado extremistas musulmanes acribillaron a cuatro personas. Más de treinta han muerto en la última ola de violencia en Egipto desde marzo. Desde hace décadas opuesta al alineamiento de El Cairo con Estados Unidos, la oposición musulmana en Egipto demanda profundas reformas económicas y sociales para sanear las finanzas de un país donde día a día se agranda la brecha entre ricos y pobres y para restaurar valores religiosos en una sociedad cada vez mas liberal y prooccidental.

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