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Entrevista:

"La escuela ha dejado de ser un campo para la lucha ideológica"

El nuevo ministro de Educación no rechaza su prestigio de persona tolerante, de hábil negociador; pero sus más íntimos reivindican una parte de su personalidad política que apenas se ha resaltado en estos días: "Su compromiso con la mejor tradición del socialismo democrático", en el que milita desde principios de los años setenta. Dicen de él que, al igual que sus compañeros de partido y entrañables amigos, José María Maravall y Javier So lana, junto a los que ha trabaja do los últimos 10 años, se siente tributario de esa utopía que en tiende la educación como el principal instrumento para la transformación individual y social. Rubalcaba refrenda personalmente esa imagen "porque es bien cierto", dice, "que milito en la vieja utopía de aquellos regeneracionistas de principios de siglo, de aquellos soñadores de la Institución Libre de Enseñanza que veían en la generalización del acceso a una enseñanza de calidad y en el desarrollo de la investigación científica el mejor camino para salir del oscurantismo y para modernizar y europeizar el país".

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Pregunta. ¿Cómo interpreta el elogio unánime de los sectores educativos a su nombramiento?

Respuesta. Más que interpretarlo me gustaría agradecerlo, sobre todo porque esa aceptación me parece que va a hacer más fácil una de las tareas fundamentales que tengo por delante, que es mantener en todo el proceso de aplicación de la reforma el consenso que se alcanzó al aprobarse la LOGSE.

P. Esos elogios proceden incluso de sectores que no se distinguen por su simpatía hacia los socialistas. ¿Cabe interpretarlos como un punto de inflexión en la excesiva ideologización que caracterizó siempre la polémica sobre la educación en España?

R. Creo que esos elogios se relacionan directamente con mi trabajo anterior. Durante estos años he discutido mucho con estos sectores educativos y pienso que he conseguido mostrar una cualidad que modesta, pero sinceramente, creo que tengo, y es que soy una persona esencialmente tolerante. En cuanto a la inflexión de la que usted habla, creo que los últimos años de la educación española están conociendo una desideologización del debate, tradicional. El gran conflicto inicial de la transición política en España, que era el de la relación entre la enseñanza pública y la privada, ha encontrado una solución en la LODE, que en su momento se cuestionó duramente por el sector privado, pero que hoy admite prácticamente en su totalidad que ha sido una buena solución. Pienso, por eso, que hoy la educación ya no se ve tanto como un campo para la lucha ideológica, sino como la respuesta a la necesidad de desarrollo y modernización definitiva que siente el conjunto de los españoles. Ése es el elemento que está presente en el actual debate educativo, muy distinto del que se vivió en los setenta y ochenta.

P. ¿Tiene fundamento la afirmación de que la mayoría del profesorado está contra la reforma?

R. Creo que no, que es una afirmación inexacta. Lo que sucede es que la LOGSE, como cualquier reforma profunda, genera cierta inquietud razonable entre quienes tienen que ponerla en práctica. Esa inquietud se refleja a veces en declaraciones que pueden interpretarse superficialmente como contrarias a la reforma. Pienso que es muy importante facilitar una buena información al profesorado sobre lo que se espera de él, y, por supuesto, asegurar la participación de sus representantes, que son fundamentalmente los sindicatos en el desarrollo de la reforma.

La garantía social

P. Aunque la ampliación de la escolaridad obligatoria siempre es positiva, preocupa el destino de los jóvenes que pasarán por el sistema educativo sin alcanzar sus objetivos teóricos.

R. El problema que plantea existe en todos los países occidentales. Yo pienso que con la LOGSE podemos encararlo desde un doble frente: con un planteamiento de la enseñanza secundaria, que tiene en cuenta el principio de que es la institución escolar la que debe adaptarse al alumno, y con los programas de garantía social. Inevitablemente, habrá jóvenes que no alcanzarán los objetivos teóricos de su educación obligatoria. Los programas de garantía social pretenden ayudar a que esos jóvenes consigan alcanzar tales objetivos mediante una metodología adaptada a sus peculiaridades, más práctica, más cercana a sus intereses y, simultáneamente, ofrecerles una formación profesional que les facilite una pronta inserción laboral.

P. ¿Para cuándo el proyecto de ley de reforma de la LRU, y qué cree usted que va a resolver?

R. El proyecto irá al Consejo de Ministros en las próximas semanas. Y creo que va a resolver algunos problemas menores, pero que necesitan solución, que se han planteado después de 10 años de andadura de la LRU. Yo destacaría dos: los concursos de acceso a los cuerpos docentes, donde se ha producido un excesivo localismo, lo que se conoce en la jerga universitaria como endogamia. En segundo término, hay otro aspecto que es urgente corregir: la Universidad española crece a un ritmo superior al de su capacidad de generación de nuevos doctores, y por ello es necesario habilitar vías extraordinarias de reclutamiento del profesorado que armonicen la calidad y rigor con las necesidades del sistema universitario. Creo que ambas cosas se pueden solucionar con la modificación del título V de la LRU.

P. Parece como si algunas universidades se hubieran lanzado a una carrera desenfrenada para ver quién ofrece más carreras nuevas y aquellas que, sobre el papel, resultan más sugestivas. ¿Qué debe hacer la Administración?

R. A la Administración le corresponde la responsabilidad de hacer una planificación general que, respetando la autonomía universitaria, consiga un equilibrio regional en este sentido y al mismo tiempo evite improvisaciones. Sería algo peligroso económicamente, pero sobre todo académicamente. La creación de nuevos centros y la puesta en marcha de nuevas carreras no es algo que pueda improvisarse.

P. Usted ha insistido mucho en la importancia de la educación, y más concretamente de la formación profesional, en el proceso de convergencia con Europa.

R. Claro. Y no sólo la formación profesional. No olvidemos el papel de la investigación científica. Ambas cosas constituyen los pilares fundamentales de nuestra modernización y desarrollo. El despegue definitivo de nuestro país está indisolublemente unido a esos dos aspectos del sistema que, lógicamente, dependen, a su vez, de una educación primaria y secundaria de calidad. El Gobierno socialista concibe realmente la educación como el corazón de la política, y no es una frase vacía. Por eso ha sido uno de los ejes fundamentales de su acción política durante estos 10 años. Yo estoy comprometido en continuar en esa dirección, porque no debe olvidarse que mi nombramiento se inserta en una línea de continuidad con la labor de mis antecesores, José María Maravall y Javier Solana.

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