Retorno previsto
En realidad, esta vuelta de Batman estaba cantada. Las temporadas veraniegas son las que mayores recaudaciones en su propio feudo proporcionan a los opulentos espectáculos organizados por las majors de Hollywood, y esta vieja mina de oro lleva tres temporadas alarmando por su insuficiente productividad a los libros de cuentas de los estudios californianos. Un alto dirigente hollywoodiense (en un reportaje de The Times sobre las causas de este retroceso en la rentabilidad del gran cine-espectáculo) lo atribuye a la falta (le creatividad de unos estudios cada vez más gobernados por especialistas en mercadotecnia y cada vez menos por cineastas. Y añade, como botón de muestra: "No es fácil entenderlo, pero hace dos años sólo Batman nos proporcionó grandes ganacias y, era una película espantosa".Era espantosa, en efecto: Y no menos cierto es que ganó incontables dineros de todos los colores, por lo que irremediablemente estaba condenada a volver en la forma tautológica de Batman vuelve y así seguir dando grandes ganancias precisamente porque sigue siendo cinematográficamente mala, pobre, mediocre. En los predios del cineespectáculo hay películas que necesitan la medianía, la superficialidad, la truquería, la elementalidad estilística e incluso cierto grado de subnorrnalidad, para (según aquella intuición de Goebbels de que sólo los mensajes que combinan adecuadamente el engaño y la grosería son capaces de convocar grandes audiencias) cumplir sus objetivos multitudinarios, que son los únicos que busca.
Dirección: Tim Burton
EstadosUnidos, 1992. Intérpretes: Michael Keaton, Michele Pfeiffer, Danny De Vito, Christopher Walken. Estreno en Madrid: Palacio de la Música, Cid Campeador, Benlliure, Novedades, Cartago, Aluche, Excelsior.
El nuevo reclamo de Batman ofrece mejoras respecto del anterior y esto puede restarle alguna audiencia, aunque la inercia puesta en marcha por la primera es mucha y dará fruto. Por ejemplo, Tim Burton cuida más la graduación del guión y hay en la pantalla menos barullo y ajetreo (no acción, que en cine es otra cosa); Michelle Pfeiffer supera a la escasez de registros de Kim Basinger; y al malo de turno, Danny DeVito, no le hace falta esforzarse mucho para dejar en ridículo a la ridiculez de que hizo uso y abuso Jack Nicholson en su composición del Joker en el primer capítulo de este simplón juego tenebrista y seudogótico, atestado de énfasis, de exageraciones y carente de ritmo interior, pues hace moverse a su trepidación sólo mediante angulaciones rebuscadas y una banda sonora encubridora y altisonante, que lejos de elevar a la secuencia y la imagen, las oculta con esa argucia de camuflaje que es el estruendo. Y el cine, como advertía alarmado aquel productor de Hollywood, vuelve a ser el último mono de su negocio.
No hay ni un solo plano no mareante; no trucado por algún amaño óptico o por carencias de ritmo interior; ninguna secuencia bien ordenada y graduada; ningún destello en su trivial juego al oscurantismo, en el nuevo capítulo (algo mejorado, formalmente algo más cuidado que el primero) de esta superproducción engolada -no barroca, sino pirotécnica-, cuyo análisis más certero está en la boca de uno de sus personajes, cuando (aproximadamente) dice: "A veces es divertido leer bobadas, pero siempre es una pérdida de tiempo". El cine estadounidense mejora por días, busca y encuentra poco a poco una nueva edad dorada: pero en su camino hay -probablemente es inevitable retrocesos rentables, como éste.
Babelia
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