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El 92 del Norte

Con ocasión del Quinto Centenario el Gobierno ha realizado en el sur grandes inversiones en infraestructuras viarias tratando de sacar del atraso secular a Andalucía. En el norte el primer centenario de la industrialización debe ser el motivo para realizar al menos una obra imprescindible que integre sus economías, la autovía del Cantábrico, como primera respuesta a una crisis estructural de la cornisa, que desde hace años está socavando los pilares tradicionales de su economía.La situación económica de las regiones cantábricas se resume en tres palabras: crisis; aislamiento y dependencia. Crisis de los sectores tradicionales, fragmentación territorial y dependencia de sus economías, porque la industria básica del norte depende del Estado, la agricultura depende de la CE y los servicios turísticos dependen de la lluvia, de tal manera que la región está sometida a un proceso de profundas transformaciones que no puede administrar. El resultado es que la huelga general del 28 M, que había sido preparada a lo largo de los últimos meses con huelgas regionales en el norte, ha tenido más incidencia en la comisa que en el resto del país.

El norte de España está sufriendo, en efecto, una crisis histórica, una crisis de modelo económico que afecta a todos sus sectores productivos: la industria siderúrgica (Ensidesa y AHV) está tratando de salvarse del naufragio mediante un complejo proceso de fusión, las fábricas de armas y los astilleros están cerrando, los bancos como Banesto e. Hispano que tenían importante presencia en la industria transformadora (Sniace, Nueva Montaña Quijano, Duro-Felguera) abandonan el sector, mientras los campesinos afectados por la política agraria de la CE venden a precios de 1982 y compran a precios del 92: las cuentas no les salen a nadie, ni al sector público, ni a los bancos, ni a los agricultores.

Pues bien, a este cuadro de crisis general se añade la fragmentación territorial del norte, que debilita su dinamismo y su posible recuperación económica. Por eso la Expo que no se hizo para el norte tiene este año un reto por delante, a saber, la construcción de la autovía del Cantábrico. Frente a la larga crisis industrial y a los graves problemas del campo, la región cantábrica necesita como el sur su plan de desarrollo, su urgente integración, un AVE propio por carretera para afrontar sin más quebrantos el reto de la convergencia europea.

Los datos de la crisis

Los indicadores de la crisis son bien conocidos: cierre de fábricas, de minas y de explotaciones agrarias, y como respuesta agitación social, aumento del paro y una huelga general que ha sido seguida especialmente en las regiones cantábricas ante la incertidumbre de un futuro económico, que no ha reaccionado ante los planes de ayuda promovidos en la década de los ochenta. Lo decía un manifestante gallego el día de la huelga: "A Galicia, después de la ZUR vino la ZID y si las cosas siguen así las siguientes siglas que nos colocarán son las de RIP".,

Este trabajador criticaba con humor negro el fracaso de la política de incentivos en la región gallega, que no ha conseguido atraer durante estos años inversiones, ni generar empleo alternativo frente a la reconversión del sector naval. En el País Vasco y en Cantabria se vive con incertidumbre el destino de sus industrias transformadoras y de bienes de equipo sometidas a reconversión, mientras en Asturias el Gobierno central elaboró de acuerdo con el Principado un Plan de Dinamización, ya que las anteriores medidas de reindustrialización no habían dado los resultados esperados, pese a las grandes inversiones realizadas en Ensidesa y la instalación de la multinacional Du Pont.

Ni la reindustrialiación, ni los incentivos, ni las subvenciones, ni el fomento de la natalidad empresarial, han conseguido parar la crisis de la cornisa cantábrica. Desde hace más de una década todos los indicadores expresan la continua pérdida de empleo y la desindustrialización, a la que se suma la crisis del campo y de la ganadería, lo que explica el notable seguimiento a las sucesivas movilizaciones convocadas por los sindicatos en defensa de la recuperación económica de las comunidades del norte.

Las cifras que manejan las centrales sindicales son bien significativas de la crisis de la cornisa: en Galicia se han perdido cerca de 35.000 empleos desde el inicio de la reconversión y sólo el último año hubo 520 expedientes de regulación; en Asturias los expedientes de empresas en dificultades han aumentado un 50% en relación con el año anterior y se han perdido otros 30.000 puestos de trabajo, mientras en Cantabria y en el País Vasco la cifra ha afectado también a cientos de trabajadores, aproximadamente 15.000 y 20.000 respectivamente: en total unos 100.000 puestos de trabajo industrial se habrían perdido en esta década en el norte de España.

Pero la inquietud crece ante lo que todavía se avecina. Empresas tan emblemáticas como Bazán, Citroén, Santa Bárbara, Ensidesa, Hunosa, AHV o Acenor, y sectores tan importantes como el naval, el siderúrgico o el minero están sometidos a un proceso de ajuste que va a reducir muchos puestos de trabajo directos e inducidos, empleos que no pueden ser compensados porque el otro pilar de la economía cantábrica, el campo, está también en crisis, mientras el sector servicios no acaba de despegar.

En realidad, en el norte asistimos a finales del siglo XX a la agonía definitiva de un modelo de crecúniento económico basado en una agricultura atrasada que sobrevivió gracias a la masiva emigración campesina, y a una industria característica de la primera revolución industrial que sobrevivió gracias al aislamiento economico del país. Así es, en el campo no ha habido ni reforma agraria, ni especialización productiva capaz de impulsar la modernización del sector, a la vez que en el ámbito industrial, la minería, la siderurgia y los astilleros, que tiraron durante un siglo de la prosperidad de la cornisa, están en quiebra viviendo del presupuesto.

Hay que añadir además que la época de las chimeneas no ha contribuido ni a crear una industria transformadora potente, ni a integrar un territorio extenso, ni a promover unos servicios competitivo. En este último siglo, los astilleros del Ferrol, las minas de carbón de Asturias, el comercio colonial de Santander y las fábricas de Vizcaya, han sido en realidad enclaves de desarrollo, islas de prosperidad rodeadas de atraso por todas partes menos por una: Bilbao, que ha podido consolidar a lo largo de este tiempo una industria de bienes de consumo y un sector financiero modernos.

Efectivamente, la mayoría de las empresas de la cornisa han tenido que ser nacionalizadas para continuar en actividad, el campo ha vivido históricamente en la autarquía, el turismo se fue del norte cuando empezaba a prosperar, y las comunicaciones son propias de otra época: la foto fija del ferrocarril de vía métrica de FEVE que une el Ferrol con Bilbao en dos días y los pocos kilómetros de autovía que salen de Oviedo, Santander y Bilbao para comunicarse son el mejor testimonio para probar el atraso del norte.

Pues bien, dada esta situación de aislamiento y de incomunicación, de crisis industrial y agraria, culpar a la política industrial, a la política de incentivos del estado de la economía cantábrica, es no comprender la dimensión histórica de la crisis, es no reconocer que estamos ante el fin de un modelo secular de crecimiento industrial que agotó su dinamismo hace décadas y cuya solución desborda el marco de la pequeña política de las ayudas públicas y requiere de planteamientos distintos.

'La fórmula bandoleresca'

Ante esta realidad de crisis estructural, de fin de un modelo económico, los sindicatos han utilizado el norte como punta de lanza contra el Gobierno, pidiendo una política industrial que dé soluciones técnicas, financieras y comerciales a sectores e industrias que no las tienen, a no ser que se defienda la vuelta a la política autárquica y se renuncie a la integración europea.

Es lo que en general está pasando con la confrontación entre el Gobierno, y los sindicatos a propósito del Plan de Convergencia y la reforma del INEM, que ha desembocado en la huelga general: los intentos del ejecutivo por ajustarse el cinturón para converger y los empeños sindicales para que no se hagan economías a costa de la política social.

Se trata de una confrontación vieja que Valle-Inclán llamó con mucha gracia en su tiempo "la fórmula bandoleresca": "parece cosa de encantamiento -escribió- lo que en España sucede con las economías; si se trata de hacerlas en el Ejército, los generales amenazan con desenfundar la tizona; si es al clero a quien quiere disminuírsele el presupuesto, los obispos alzan indignados la diestra evangélica y gritan ego te excomulgo; si de la supresión de audiencias de lo criminal se trata, los pueblos que se suponen perjudicados se lavantan... Los organismos que se creen perjudicados con cualquiera de las medidas del Gobierno emplean con él la fórmula bandoleresca que hasta ahora sólo había sonado en los descampados de Sierra Morena: la bolsa o la vida, que puede traducirse así: o sumisión o dimisión".

Ahora bien, esta "fórmula bandoleresca" no puede solucionar la crisis del norte, que no se resuelve solamente con dinero. Estamos viviendo una segunda ruptura industrial, un momento nuevo donde está en cuestión el rumbo que tomara el desarrollo tecnológico, un tiempo en el que el dinamismo identificado con la utilización intensiva del trabajo y de las máquinas no asegura la expansión, especialmente si se trata de sectores tradicionales. En el futuro, según señalan expertos como Sabel y Piore, se irá a la especialización flexible, tal y como se observa en las empresas del noroeste de Italia, caracterizadas por su compleja tecnología y su gran flexibilidad para adaptarse a los constantes cambios tecnológicos, "lo que equivale -dicen los autores- a un resurgimiento de las formas artesanales de producción que quedaron marginadas en la primera ruptura industrial".

En el norte hay una larga tradición artesanal que bien orientada al mercado puede abrir nuevas posibilidades económicas a la región, aunque no se trata ahora de poner en marcha aquel plan ilustrado de Campomanes de Fomento de la Industria Popular, sino de invertir en la potenciación de la artesanía industrial. Además hay una larga experiencia fabril y una cierta especialización sectorial que deben aprovecharse, potenciando a Asturias como cabecera siderúrgica española, a Cantabria y a la llamada Asturias de Santillana como zona agroturística, y al País Vasco como centro industrial y de servicios en la puerta de Europa, mientras Galicia, con más vocación atlántica que cantábrica se orienta hacia Portugal.

Pero crear el espacio económico del norte requiere una condicion previa imprescindible para cambiar el rumbo histórico de la crisis: la dotación de infraestructuras viarias que integren definitivamente la región. Porque la cornisa cantábrica ha vivido siempre aislada de sí misma mirando al sur, pendiente de Castilla y de Madrid, de la meseta de donde venían los productos para el comercio y de la capital de donde venían los negocios para la industria. Sin embargo, después de un siglo de industrialización -en 1992 se cumple precisamente el centenario de la política industrial proteccionista practicada en España a lo largo de este siglo- el fracasado eje cantábrico entre Gijón y Bilbao que siempre reclamaron los industriales para el intercambio de hierro y carbón, es imprescindible ahora para impulsar el porvenir económico de la cornisa cantábrica, para que el norte empiece a encontrarse por fin consigo mismo y con Europa.

Germán Ojeda es director de la Fundación José Barreiro y profesor titular de Historia e Instituciones Económicas de la Universidad de Oviedo.

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