Aburrida evasión
Construyen un barco dentro de un salón. Piensan navegar con él a París, y reúnen a algunos personajes: un cura antiguo, un comunista también antiguo -no lo eran cuando se escribió esta obra, sino más bien característicos-, un parado, algunos más. Parece imposible: pero al final se escuchan las ráfagas de viento en las velas, el sonido de las olas, y se encienden y apagan unas luces de colores más bien misteriosas. Pertenece esta obra a la línea de la Comedia de la felicidad, de Evreinoff, famosa en los años treinta, que creó en España una abundante escuela de teatro de evasión en la época franquista. Solía ser mejor, dentro de lo posible; y tenía algo que decir en su época. Esta Próxima parada, felicidad está desplazada; el tierno humor poético, característica indispensable del género, es bajo; y el tiempo se alegra sin razón. La sola enumeración de los actores basta para decir que se ha elegido un buen reparto: no puede respirar con ese texto. De lo mismo sufre el director, Jesús Puente. No es preciso decir, por sabido, que esta obra está, como tantas más o menos desgraciadas, bajo el patrocinio de Madrid, Capital Cultural. Y del Ayuntamiento. Tampoco es preciso decir que el público del estreno, fabricado a la medida, prorrumpió en bravos y ovaciones al final: una vez pasado el sopor.
Próxima parada, felicidad
De Eduardo Ladrón de Guevara. Intérpretes: Encarna Paso, Francisco Piquer, Juan Calot, María Isbert, Paco Racionero, Miguel Ángel Granda, José Lifante, Alberto Delgado, Elisenda Ribas, Manolo Codeso. Escenografia: Vicente Vela. Luminotecnia: Miguel Angel Camacho. Vestuario: Cornejo. Dirección: Jesús Puente. Centro Cultural de la Villa. 12 de junio
Babelia
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