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La cruzada moral de Dan Quayle

El vicepresidente norteamericano busca votos combatiendo a los 'enemigos de la familia'

Antonio Caño

Dan Quayle: "Yo estaba recientemente en Toledo, Ohio, y entré en una tienda a comprar mis galletas de chocolate favoritas. A la salida encontré a una niña y le ofrecí una de las galletas. Ella me dijo: 'Mi mamá me ha dicho que no coja nada de extraños'. Y yo le expliqué: 'Pero yo no soy un extraño; soy el vicepresidente'. 'Es igual. De todas maneras, no tengo hambre', me contestó ella".

El vicepresidente utilizó el martes esta anécdota para ilustrar el ambiente de inseguridad y miedo en el que se educan las nuevas generaciones de norteamericanos, pero sus detractores creen que se trata más bien de un ejemplo de la escasa capacidad de convicción de Quayle.Bromas aparte -y el vicepresidente no citó ese caso como una broma-, la cruzada de Quayle para introducir la crisis de los valores norteamericanos como un tema esencial de la campaña presidencial forma parte de una estrategia para capturar los votos de la tradicional familia estadounidense.

Todos los votos que los republicanos pierden por la difícil situación económica, por el desgaste de George Bush o por el ascenso de Ross Perot, tratan de ganarlos colocándose como portaestandartes de los valores familiares. La idea no parece tan descabellada si se tiene en cuenta que una reciente encuesta demuestra que el 57% de los norteamericanos de más de 25 años está casado y tiene hijos, y que, de ellos, el 64% se declara políticamente conservador. Esta cifra sería aún mayor si se considerara al núcleo que con mayor frecuencia acude a votar, es decir, el de personas entre los 35 y los 50 años, de clase media y de raza blanca. Entre los casados con hijos, sólo el 48% defiende el derecho al aborto; el 74% es partidario de que la mujer se quede en casa cuidando de los niños; únicamente el 28% acepta las parejas de homosexuales, y un 83% está en contra de la legalización de las drogas.

Contra las élites culturales

No es extraño, por tanto, que los responsables de la campaña republicana lanzaran el mes pasado a Quayle a criticar la inmoralidad de la serie de televisión Murphy Brown porque su protagonista decidía tener un hijo como madre soltera. Quayle volvió el martes a la carga en un foro de lo más receptivo, en la convención de los Baptistas del Sur, la mayor iglesia protestante de EE UU, donde acusó a "las élites culturales". "Éstas creen que todos los estilos de vida son legítimos. Creen que se puede prescindir de los padres, que las parejas no necesitan estar casadas o incluso que puede haber parejas entre personas del mismo sexo. Están equivocados", dijo entre el clamor de una convención en la que se ha decidido la excomunión de dos de sus sacerdotes por permitir las relaciones de parejas homosexuales.Dan Quayle reconoció que los medios de comunicación y la industria del cine se ríen de él cuando defiende los valores tradicionales. "Hollywood puede tener el dinero, pero nosotros tenemos la razón", aseguró.

La verdad es que ninguno de los principales candidatos electorales se ha atrevido a contradecir abiertamente a Quayle en un país donde jamás se ha visto un desnudo en los principales canales de televisión, aunque, sin embargo, se programan raciones abundantes de violencia.

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Ross Perot es partidario de mantener el derecho de las mujeres al aborto, pero ha anunciado que no incluiría a homosexuales ni adúlteros en su Gobierno. El demócrata Bill Clinton es también partidario de reconocer el derecho a la interrupción del embarazo, y es el único aspirante a la Casa Blanca que ha buscado el voto de los homosexuales.

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