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FERIA DE SAN ISIDRO

El fundador

Ese señor bajito con el pelillo del tupé cayéndole sobre los ojos, el nudo del corbatín (llámanlo pañoleta) corrido hasta la oreja, la faja floja y colgando por la cadera; ese señor que citaba al torazo hondo reservón, lo hacía embestir y después de hacerlo embestir se retiraba con gesto compungido, es el fundador. Su nombre, Dámaso González, más conocido por Damáso.Es el fundador del toreo contemporáneo, ahí queda eso. ¿Juan Belmonte fue el creador del toreo moderno? Pues Dámaso González es el creador del toreo contemporáneo. Todo el toreo que practican los espartacos, los ojedas y restantes compañeros mártires es el toreo inventado por Dámaso González, de pe a pa, con la diferencia de que a los espartacos y a los ojedas no se les corre la pañoleta a la oreja, ni se les cae la faja por la cadera, ni ponen cara de pobres de pedir; antes al contrario, plagiado el toreo que fundó Damáso, la cara que ponen es de triunfadores, y sacan pecho, y se dan pote, y la popularidad con sus glorias, más los contratos con sus dinerines, les llegan en copioso caudal.

Cuadri / González, Campuzano, Viña

Toros de Celestino Cuadri, serios y cuajados, desiguales en varas: 5º muy manso, 6º bravo; con escasa codicia en la muleta.Dámaso González: dos pinchazos y estocada atravesada trasera tirando la muleta (palmas y también protestas cuando saluda); pinchazo, estocada corta tendida descaradamente, baja y rueda de peones (silencio). Tomás Campuzano: dos pinchazos y estocada baja (silencio); pinchazo hondo y se sienta el toro (silencio). Rafi de la Viña: pinchazo, estocada tirando la muleta -aviso- y dobla el toro (petición y vuelta con protestas); tres pinchazos bajos -y media caída (palmas -y pitos). Plaza de Las Ventas, 31 de mayo. 23ª corrida de feria. Lleno de "no hay billetes".

Más información
Rafi de la Viña: "El presidente me robó la oreja y también muchos contratos"

No es la única diferencia, sin embargo. Hay otra de mayor cuantía y consiste en que cuanto queda dicho del toreo contemporáneo, el fundador lo hace con el toro íntegro y feroche, mientras que del toro con que lo hacen sus imitadores famosos y millonarios, más valdrá no hablar. Lo cual no quiere decir que el respetable público le vaya a dar mayor importancia, por eso. Antes bien, se la resta. Ayer, sin ir más lejos, iba el fundador y sin que le impresionase para nada aquel toraco grandón, acucharao y badanudo, le presentaba la muletilla, se lo traía toreado y -¡atención, que de esto no queda!- le ligaba los pases sin ceder ni un milímetro de terreno. Pues bien: ni caso le hicieron. Al cuarto se lo llevó a los medios, e intentaba encelar su tardona embestida, pero como . la gente congregada en torno se entretenía más con una mosca que pasara, desistió de torear, pegó un sablazo y fuése. Con el corbatín en la oreja, la faja a la rastra y cara de funeral, naturalmente. Genio y figura.

Luego se hizo presente Rafi de la Viña con un toro noble, y hacía el toreo del fundador solo que quitándose de en medio: venga trapazos, el pico por delante, la pierna contraria tan atrás que parecía se le iba a desgajar de la cadera, de repente un circular citando de espaldas, otro en dirección contraria, espadazo, y la gente ¡olé!, ¡olé!; y ¡la oreja!, ¡la!-¡o!-¡re!-¡ja!, en estruendoso coro de mal conjuntadas voces; una ¡o!-¡re!-¡ja! que el presidente no concedió, pues por ruído quizá había petición, pero por número de pañuelos,no; que los flameaba una minoría. En su otro turno, Rafi de la Viña se encontró con un toro bravo venido, a menos que embestía sin humillar, y no tuvo decisión para superar este inconveniente.

Tomás Campuzano, inspirado en distintas ortodoxias, fue el único torero en la tarde que ensayó quites, lo cual le honra, mas en los últimos tercios perdía el ánimo. Destempló las boyantes embestidas de su primer toro y las de su segundo duraron poco porque el animalote, seguramente agotado por los puyazos traseros que le pegaron y los galopes que dio huyendo de la mortífera acorazada, se sentó a descansar.

El último toro se arrancaba de largo y Antonio Ladrón de Guevara le aguantó la acometida en tres emocionantes puyazos. Cierto que tiraba traserísima la vara, pero se agarró bien y, además, revivió aquellas viejas estampas de los picadores buenos cuando provocó la embestida del toro lanzándole a los brazuelos el terrible castoreño. Las cuadrillas se crecieron entonces. Ángel Luis Prados reunió bien dos pares de banderillas, Rosi reunió y prendió mejor el suyo, Gimeno Mora bregaba con eficacia.

Y, por si fuera poco, Dámaso González estaba presto al quite. Dámaso estuvo siempre al quite y gracias a su impecable colocación, en el segundo toro libró de la cogida a Luis Mariscal, que salía apurado de un valeroso par de banderillas. O sea, que el fundador del toreo contemporáneo también supo ser torero a la antigua. Aunque, en realidad, poco importa: con el público que va hoy a los toros, este no es un valor en alza sino en baja. A los toreros chapados a la antigua los quieren echar del ruedo, como a los aficionados auténticos los quieren echar de la plaza.

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