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Estados Unidos revisa sus valores

Antonio Caño

Seguramente no es una casualidad, que el asunto que más ha interesado a los norteamericanos desde el debate sobre el acoso sexual del juez Clarence Thomas sea una polémica sobre la serie de televisión Murphy Brown, cuya protagonista tuvo la pasada semana un hijo como madre soltera y desató las iras del vicepresidente Dan Quayle, que acusó a los guionistas de hacer apología antifamillar. El debate sobre los valores de la sociedad norteamericana, o sobre los valores que guiarán a este país en el siglo XXI, apasiona a la opinión pública de Estados Unidos.El caso de Murphy Brown pone sobre el tapete dos aspectos controvertidos: el papel de la fama y el derecho del Estado a dirigir la vida privada de los individuos. Los que critican a Quayle lo hacen tanto por su incomprensión con las mujeres que tienen que soportar solas el peso familiar como por su intromisión en la conducta individual de una persona adulta.

Pero lo más curioso es que, pese a que el vicepresidente no es precisamente el hombre más popular de este país, muchos grupos han tenido que darle la razón .y reconocer que la descomposición de la estructura familiar y la pérdida de viejos valores son causas fundamentales de algunos de los conflictos actuales en este país. Muchas de esas opiniones revelan al mismo tiempo una gran preocupación por las secuelas de excesivo materialismo, individualismo e insolidaridad social que ha dejado la década desarrollista de los ochenta.

Varias circunstancias de los últimos dos años han obligado a los norteamericanos a reflexionar sobre sí mismos. La crisis económica ha hecho pensar que el paraíso del bienestar no es permanente; la desaparición del comunismo ha borrado también la referencia negativa que los norteamericanos tan tenido desde hace medio siglo. Y, más recientemente, los sucesos de Los Ángeles han reflejado los desequilibrios sociales de este país.

El mito del yuppy está en declive. La obsesión por ganar dinero y ascender a la élite social a cualquier precio, sin atención a la familia ni a los valores espirituales es hoy abiertamente descalificada.

Superado el reaganismo, algunos sectores del país miran, no con nostalgia sino con curiosidad, hacia ciertos valores defendidos en los años sesenta y desprestigiados después: el feminismo, la solidaridad con las causas de las minorías, ganan adeptos. Pero, al mismo tiempo, aumentan los enemigos del aborto y crece el apoyo a la enseñanza religiosa ya la educación de los niños en los valores tradicionales. Frente a la competencia absoluta y a la idea de un Gobierno limitado al extremo en su papel intervencionista, tres Estados del país están experimentando hoy proyectos de un sistema sanitario público, mientras que otros grupos presionan en favor de una mayor preocupación estatal por los niños sin recursos.

En esencia, hay síntomas de que la sociedad norteamericana se humaniza. Nadie sabe bien todavía hacía dónde conducirá todo este debate ni qué consecuencias políticas tendrá, pero tras los síntomas de la crisis económica, y, en plena reconsideración de su papel de liderazgo internacional, Estados Unidos revisa también sus principios.

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