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La partitocracia escoge un Pertini democristiano

Juan Arias

Los partidos políticos italianos, en el momento de mayor desprestigio popular, optaron ayer por apoyar para la jefatura del Estado a una especie de Sandro Pertini, pero en católico, casi un monje, incorruptible e insobornable, que vivía en un convento de religiosas.Oscar Luigi Scalfaro ofrece garantías a los políticos porque es un magistrado que mantuvo siempre una gran dignidad, pero podría acabar creando problemas y sorpresas a algunos de los partidos que le han votado, empezando por la Democracia Cristiana, como ocurrió a los socialistas con Pertini.

Lo que no va a ser sorpresa es que Scalfaro de ningún modo seguirá la ruta presidencialista de su antecesor Francesco Cossiga, porque es uno de los padres de la Constitución que ha apostado siempre por la defensa de la Carta Magna y sobre todo por la primacía del Parlamento como garantía máxima de democracia.

Se podría decir que, tras el paréntesis borrascoso de Cossiga, con sus aventuras de segunda república, Scalfaro es el político de esta república democrática y parlamentaria y de esta Constitución. Al mismo tiempo, es consciente de que le iban a votar ayer muchos de los que no le habrían votado anteayer porque, ante la sacudida de la Mafia que ha sacado las uñas revelando su omnipotencia, y, frente a la reacción rabiosa de la gente ante el enésimo crimen de Estado, se apostó por un político casi con fama de santidad. Una editorial católica está preparando la publicación de un libro de Scalfaro sobre la Virgen.

Purificación colectiva

Este es un momento en que hasta la llamada capital moral de la nación, la industrial Milán, está siendo zarandeada por una tormenta de escándalos financieros que ha salpicado a todos los partidos del Gobierno y de la oposición, dando pie a la gente de la calle para que piense que todos son igualmente ladrones. Y es ahora cuando la partitocracia realiza una especie de purificación colectiva y pública colocando al frente del Estado a un personaje que, como Pertini, no posee bienes; que nunca ha estado en boca de nadie, y que es invulnerable a los halagos del dinero.

De este modo, al mismo tiempo, la Democracia Cristiana, esa especie de gran placenta nacional, que en el bien y en el mal es todavía la grande mamma, consigue redimirse de sus pecados, con uno de sus hombres en la sombra, en el momento de mayor desprestigio.

En Italia pasa ahora como en la Iglesia, cuando tras el turbulento pontificado de Pío XII, se descubrió al honrado Juan XXIII, que le devolvió su prestigio.

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