Los amigos de Hamlet
Rosencratz y Guildenstern han muerto
Tras educarse en Singapur y la India, el checoslovaco Tom Stoppard se instala en el Reino Unido. Su carrera de periodista le lleva a hacer crítica teatral, escribir teatro y, finalmente, tener un gran éxito con la obra Rosencrantz y Guildenstern han muerto, estrenada en 1966 en el Festival de Edimburgo.Como reputado guionista, Stoppard adapta a Vladímir Nabokov para Fassbinder en Desesperación, a Graham Greene para Otto Preminger en El factor humano, a J. G. Ballard para Steven Spielberg en El imperio del sol, a John Le Carré para Fred Schepisi en La casa Rusia...
Mientras sigue escribiendo para teatro, cine y televisión, en 1984 Tom Stoppard recibe una oferta para adaptar su ya mítica Rosencrantz y Guildenstern han muerto a televisión, pero en el curso de las complejas y largas negociaciones acaba convirtiéndose en una película que, además, dirige personalmente.
Director y guionista: Tom Stoppard
Fotografía: Peter Biziou. Intérpretes: Gary Oldman, Tim Roth, Richard Dreyfuss, Joanna Roth, lain Glen. Reino Unido, 1990. Estreno en Madrid: Ideal (versión original).
De esta forma, y por una sucesión de casualidades no provocadas, 25 años después su primer éxito teatral llega a ser su primera película como director, con la que además gana el León de Oro de la Mostra de Venecia.
Rosencrantz y Guildenstern son viejos amigos de Hamlet, que, tras la misteriosa muerte del rey, son llamados a la corte de Dinamarca para tratar de averiguar el origen de su reciente locura. Y estos personajes secundarios creados por Shakespeare para su obra maestra, Hamlet, se convierten en protagonistas de la de Tom Stoppard.
Gran pareja
Esto le permite no sólo crear una gran pareja que al tiempo que su filosofía de la vida despliega una peculiar comicidad, sino también introducir una nueva visión de la tragedia de Shakespeare al incluir un punto de vista diferente gracias a la mezcla de su texto con fragmentos del clásico, así como por la utilización del grupo de cómicos, en torno al cual gira buena parte de la acción, como un doble juego de espejos.La gran riqueza del original teatral de Stoppard de 1966, que aglutina con gran habilidad estos tres elementos, ha ido creciendo a lo largo de los 25 años que lo separan de su versión cinematográfica para convertirse en un texto de una gran fuerza que raya en la perfección.
Los múltiples juegos de palabras que jalonan el diálogo, el continuo humor que marca las relaciones entre Rosencrantz y Guildenstern, el constante equívoco entre sus personalidades y los inventos que pasan por la cabeza de uno e inmediatamente destruye el otro son los principales elementos que sostienen tanto la obra como esta inolvidable e insólita pareja cómica.
Al introducirles en el mundo shakespeareano, en una de sus más conocidas tragedias, el contraste hace que Hamlet adquiera una diferente y más moderna dimensión, sin perder nada de sus elementos tradicionales, para que el conjunto alcance unas cualidades tan inusuales en cine como en teatro.
El resultado, dirigido en especial a los amantes de Shakespeare, permanece muy cerca de lo que en los años cuarenta, cuando Laurence Olivier dirige, escribe, produce y protagoniza sus famosas y discutidas versiones cinematográficas de Enrique V y Hamlet, se denomina teatro fotografiado, pero logrando una riqueza muy superior a la de estas importantes obras.
Queda muy claro que Stoppard es mejor guionista que realizador, pero hay que reconocer que también se defiende bien en este difícil terreno que pisa por primera vez. Y sobre todo destaca su dirección de actores al conseguir que Gary Oldman, como Rosencrantz, y Tim Roth, como Guildenstern -¿o es al revés? estén magníficos.
La mala calidad de los subtítulos castellanos, de una evidente dificultad, pero resueltos atropelladamente, hacen que se pierda buena parte del brillante diálogo original.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.