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Crítica:ROCK
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Crónicas urbanas

Joaquín Sabina es un cantante vulgar que toca la guitarra lo justo y sopla la armónica como un afilador. Pero tiene los recursos y el carisma de un superviviente. Y un magnífico repertorio. Su público así lo entiende y se sobrepone a las circunstancias advetsas hasta caer en un estado de arrobamiento colectivo. La presentación en Madrid de su último elepé, Física y química, después de dos años de ausencia, fue para ellos una fiesta de más de dos horas de duración.Cantautor absolutamente ajeno al paso de las modas, se aferra con uñas y dientes a los valores que,forman su,único patrimonio vigente: las canciones. Sabina le tiene tomada la medida a un tipo de temas que, además de robustos, son comercialmente resultones. Canciones capaces de conjugar los sentimientos cotidianos más tiernos con algunas melodías imposibles de olvidar. La fórmula es, además de mágica, atemporal.

Joaquín Sabina

Joaquín Sabina (voz, guitarra y armónica), Pancho Varona luitarra y voz), Paco Bastanie,(bajo), buscar Quesada (batería), Antonio García de Diegp (teclados y voz), Andreas Prittwitz (saxo) y José Antonio Romero (guitarra y teclados). Precio: 2.000 pesetas. Aforo: 4.500 personas. Madrid, 6 de mayo. Pabellón de Deportes del Real Madrid.

Pero los días de La Mandrágora, como tantas cosas, forman parte del pasado. EI de úbeda, cuarentón resabiado de recursos limitados, puede estar orgulloso de la capacidad, de reconversión de sus seguidores. En los noventa, el público de Sabina forma una masa mucho más ecléctica que,antaño. Un núcleo abierto en el que destacan progres antediluvianos, niños bien, tránsfugas apátridas y hasta yuppies. Todos unidos en grata armonía para continuar buscando con la llama de trasnochados mecheros quién les ha robado el mes de abril. Casi cinco mil personas entregadas sin concesiones desde el primer minuto disfrutaron de su buen hacer como. narrador de historias urbanas.

Joaquín Sabina, acompañado de buena parte de los mejores músicos españoles, repasó lo más florido de su repertorio con intensidad, pero sin brillo. Y es que en el remozado Pabellón de Deportes de Real Madrid sigue siendo difícil ofrecer buenos conciertos. Las paredes están pintadas, se han creado salidas de emergencia y se ha triplicado el número de, metros de barra. Pero el sonido sigue siendo infame y el calor apocalíptico. Así, los detalles instrumentales se perdieron en el fragor de una batalla perdida de antemano, y el autor de Princesa tuvo que centrar su puesta en escena en sus dotes como comunicador.

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