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Las dos cámaras italianas no se ponen de acuerdo para elegir a sus presidentes

Italia vivió ayer una experiencia inédita de bloqueo político al no lograrse un acuerdo mínimo entre partidos que permitiera, al menos, la elección de los nuevos presidentes del Senado y la Cámara de Diputados. La instalación del nuevo legislativo constituye un obligatorio paso previo al cambio de Gobierno.

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Este fracaso, consecuencia de la fragmentación del voto en las elecciones legislativas del pasado 5 de abril, tiene pocos precedentes en un país donde las negociaciones para la formación del Gobierno son siempre morosas, y deja sin calendario político previsible a esta legislatura, que en junio deberá afrontar también la elección de un nuevo presidente de la República. La elección del presidente del Senado, donde el sistema es más sencillo, debería resolverse hoy en la cuarta vuelta, pero para la Cámara de Diputados se preveía ayer que las votaciones pudieran extenderse a la próxima semana. Y el Parlamento debería quedar organizado antes de que el Gobierno de Giulio Andreotti presente la dimisión y el jefe de Estado, Francesco Cossiga, encargue a un político la formación de un nuevo Gabinete.

El desacuerdo entre partidos deriva de las dificultades que encuentra la formación de una nueva mayoría basada en las tres fuerzas principales: Democracia Cristiana (DC), Partido Democrático de la Izquierda (PDS), ex comunista, y Partido Socialista (PSI), que es la única fórmula seriamente intentada hasta ahora.

Negociaciones secretas

Casi tres semanas de intensas negociaciones secretas, llenas de gestos retóricos e indicaciones interesadas, han demostrado, en primer lugar, la profunda división que el fracaso electoral ha suscitado en la Democracia Cristiana. Su secretario general, Arnaldo Forlani, ha sido prácticamente obligado a mantenerse en el cargo para que lleve a cabo la apertura de Gobierno al PDS, que él nunca hubiera querido, desde una posición débil frente al presidente del partido, Ciriaco de Mita, y al líder parlamentario, Antonio Gava. Mientras, Andreotti busca en total silencio su oportunidad de dirigir el nuevo Gobierno o, mejor aún, de ser el próximo presidente de la República. El líder socialista, Bettino Craxi, contestado dentro de su partido y preocupado por la hipótesis de un acuerdo DC-PDS en torno a la reforma institucional, querría controlar la histórica entrada de los ex comunistas en el Gobierno, al que el PSI se incorporó hace 28 años, mediante el logro de un acuerdo programático previo entre las fuerzas de izquierda. El secretario del PDS, Achille Occhetto, hasta aquí le ha dicho que no, argumentando que la formación del Gobierno no tiene nada que ver con la elección de los presidentes de las cámaras.

Un fiel democristiano, como Emilio Colombo, proponía ayer que los parlamentarios desoigan los consejos de las secretarías de sus partidos y orienten sus votos de manera tal que permita superar la nueva incapacidad de arranque del sistema político.

Otras voces fuertes de impaciencia llegan de los sectores económicos, que insisten en que los problemas del país no pueden esperar a que los políticos concluyan sus complicados repartos de poltronas. Hasta los conservadores de la torre de Pisa han advertido de que ésta se caerá si no hay pronto un Gobierno que renueve las subvenciones para mantenerla.

Cossiga, por su parte, juega con la idea de dimitir incluso la próxima semana. "Así", ha dicho, "el Parlamento no tendrá más remedio que elegir por lo menos un nuevo presidente de la República".

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