El ratón Mickey en el París de Nunca Jamás
7.000 periodistas y numerosos invitados sirvieron de cobayas en el ensayo general de la inauguración
ENVIADA ESPECIALUna gala munditelevisada, con actuaciones de Cher, Gloria Stefan, Gipsy Kings, Four Tops, José Carreras y Alejandro Sanz anunció al universo la inauguración hoy, en Marnela-Vallée, a 32 kilómetros de París, del parque de atracciones Euro Disney. Alrededor de 7.000 periodistas y numerosos invitados a la ceremonia de apertura sirvieron ayer como cobayas humanos en el ensayo general previo.
Las previsiones sobre la asistencia de público para la apertura, que tendrá lugar esta mañana, es de casi medio millón de visitantes.
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Walt Disney, en el París de Nunca Jamás
nald, Daisy, el tío Gilito, los sobrinos, Minnie-, el Far West y la comedia musical. Uno se pasea al son de la canción de Mary Poppins que interpretó Francine Gálvez en el especial de fin de año de Televisión Española, gira en los caballitos con el Cantando a trabajar de los siete enanitos, o se mete en aventuras previsibles con el himno canalla del capitán Garfio.A la entrada del núcleo It's a Small World (Es un Mundo Pequeño, que aquí han traducido acertadamente al español por El Mundo es un Pañuelo), los setos no son tales setos, sino renos y canguros. Todo es mentira en el mundo de Disney, deliberadamente mentira, y por eso nos hace tan felices. En el interior de esta atracción recorremos uno por uno todos los países representados por muñecos que gesticulan vestidos de bailarina tailandesa, de bailaora sevillana o de zulú.
Pero sobre esta mentira aún se superpone una mentira más: la de Hollywood, cuyo pórtico coronan unos cabezones dignos de Muñecos asesinos que representan a las figuras de Ginger Rogers y de Fred Astaire, que nos muestra a los mismos habitantes de todo el planeta vestidos de gala. En El Mundo es un Pañuelo, España sólo está representada por un cuadro andaluz y por la estampa de Don Quijote y de Sancho junto a los molinos de viento. Japón tiene en cambio de todo, claro que también es un país más grande. Cuando Walt Disney lo soñó, no podía imaginar que los japoneses acabarían vendiéndoles coches a los norteamericanos.
Una torre de Babel
Todas las lenguas europeas están representadas en Euro Disney, menos las autonómicas, porque no tiene ni idea del hecho diferencial. Es francamente emocionante, cuando uno sigue en la barcaza el río subterráneo de los piratas para presenciar sus carnicerías, escuchar a una dama que, en camisón y gorro de noche, se desgañita en un castellano perfecto: "No seáis cobardes".
Pone los pelos de punta, considerando el hecho de que se trata de una muñeca de tamaño natural. En ese momento, además, la barcaza se atascó. Todos pensamos con espanto que éramos cobayas en el primer día, y el mismo pensamiento nos aterró: "Vamos a palmarla de verdad en un país de mentira". Sobrevivimos para contarlo. Cada hotel se entrega con perfecto desmadre a su especialidad. Así, en el New York podían degustarse finezas neoyorquinas, como hamburguesas y bretzeln, las rosquillas judías, y salchichas. En el Santa Fe dan tortillas con guacamole y otras especialidades mexicanas; en el Sequoia, sanos filetes de medio kilo a la brasa; en el Cheyenne, huevos con bacon, y en el Newport Baby , montañas de un marisco de origen indescifrable y sabor nulo puestas a descongelar al aire libre y a horas tempranas.
Amenidades
Disney no se corta un pelo para ofrecer entretenimientos nocturnos. La noche del viernes, decenas de orquestas y orquestinas amenizaban la velada en cualquier lugar, desde las entradas de los hoteles hasta las pistas de baile . Mientras en el Santa Fe bailábamos, frenéticos, al ritmo de La bamba, unos negritos con el inevitable canotier con lazo rojo y chaqueta a rayas animaban a la gente a ritmo de ragtime.
Era más de la medianoche cuando empezaron a estallar los fuegos artificiales, un verdadero lujo, contra un cielo primaveral del que los franceses se sentían muy orgullosos, porque el mayor temor que hay aquí es que el tiempo sea malo, por lo que muchas atracciones son a cubierto. Deslumbraban cohetes y bengalas multicolores -parece que japonesas-, cuando se produjo un silencio, luego un estallido más fuerte y enceguecedor, y zaz, como quien no quiere la cosa, de las aguas emergió el mismísimo Neptuno, un tipo forzudo, de larga melena roja, grandes músculos y mirada feroz. En una mano llevaba el famoso tridente y, de cintura para abajo, las escamas, muy decentes, a modo de pantalón. El dios de las aguas no era el Neptuno que todos hemos visto en las páginas de la mitología, sino el padre de La sirenita. Claro que las aguas tampoco pertenecían a un lago de verdad.
Cuando todo el mundo se fue a dormir, todavía estaba allí el pobre, tan solo en su Olimpo de puro plástico, mirando ceñudo a los camareros que se apresuraban a limpiar y a recoger las gambas caídas sobre el césped. Las gambas no reconocieron a su señor y Neptuno volvió a sumergirse, preparado para la siguiente actuación.
Babelia
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