Sánchez Asiaín analiza la banca en la guerra civil en su ingreso en la Academia de la Historia
El banquero describe los sistemas financieros vigentes en las dos áreas enemigas
El banquero José Ángel Sánchez Asiaín, presidente del Patronato del Museo del Prado y de la Fundación BBV, ingresó ayer, en un acto presidido por el rey Juan Carlos, en la Real Academia de la Historia, con el discurso La banca española en la guerra civil, 1936-1939. Sánchez Asiaín (Baracaldo, 1929) es uno de los empresarios pioneros en el mecenazgo cultural, y ya era académico de Ciencias Morales y Políticas y Bellas Artes. Gonzalo Anes fue el encargado de responder al discurso en nombre de la Academia. Al acto asistió el alcalde de Madrid, José María Álvarez del Manzano.
Tras abrir la sesión, el Rey invitó a los académicos María del Carmen Iglesias y Francisco Toma Valiente a acompañar a José Ángel Sánchez Asiaín al estrado. Al finalizar el acto, don Juan Carlos impuso al nuevo académico la medalla de la institución y le invitó a tomar asiento entre sus compañeros."Mi incorporación a esta Real Academia", afirmó José Ángel Sánchez Asiaín, "expresa el principio de la ciencia histórica como multidisciplina: ello permite que un arabista sea relevado por un hombre de empresa". Su antecesor fue Elías Terés, investigador de Al Andalus, que falleció en 1983.
El nuevo miembro de la Real Academia de la Historia es premio Juan Lladó por el apoyo empresarial a la investigación, y medalla de oro al Mérito de Bellas Artes. Licenciado por Deusto, es doctor por la Complutense y catedrático de Hacienda Pública. Entró en el Banco de Bilbao en 1954, y cinco años después lo dirigía.
Sánchez Asiaín pasó revista en su discurso de ingreso a la "guerra monetaria" desencadenada entre los dos bandos en la contienda civil. "Mi principal información ha sido la generada por los actores", dice el nuevo académico. "He tenido la suerte de poderme sumergir a fondo en las actas de los Consejos de Administración de muchos de los grandes bancos y cajas de ahorros, y de algunas instituciones públicas".
Áreas enemigas
La guerra supuso dos áreas económicas enemigas, con dos tipos absolutamente distintos de entender el sistema financiero. Cada bando, recordó Asiaín, buscaba normalizar su propia zona, y al tiempo invalidar las decisiones tomadas en territorio contraria.En la zona republicana había una población de 14 millones y en la conquistada por los nacionales 10 millones. El producto rural republicano era de un 30%, frente a un 70% del bando contrario. En cuanto al producto industrial, la relación era de un 80% a un 20%. Los principales centros financieros, las cámaras de compensación y las bolsas de valores quedaron en zona de la República.
Todo estuvo, en cualquier caso, a punto de acabar muy pronto en el sentido financiero, por el temprano paso de directivos y gestores de la zona republicana a la insurrecta.
El nuevo académico expuso ejemplos como la recogida por parte del bando franquista de ingentes cantidades de billetes republicanos, para mellar la fortaleza de la moneda de Madrid: los enviaban a la zona republicana para provocar tensión, y después al extranjero para desestabilizar el tipo de cambio.
La República, por su parte, mantenía las reservas del oro del Banco de España, y pudo asimismo utilizarlas como arma económica. Pero para finales del año 1938, el Gobierno había ya vendido la totalidad del oro depositado en Moscú.
Traumas de guerra
Los bancos españoles, divididos traumáticamente por los avatares de la guerra, se las ingeniaron para conservar de algún modo la relación entre ambas zonas. Sánchez Asiaín citó como ejemplo la iniciativa desarrollada en Bayona por parte del Gobierno Vasco para poner en contacto a las bancas de los contendientes.El académico se refirió asimismo al afán de encontrar recursos para sufragar el esfuerzo bélico. Todo valía: divisas, valores extranjeros, metales preciosos. La incautación de los contenidos de las cajas de alquiler se produjo en ambas zonas. Aunque en la republicana los descerrajamientos se efectuaron a menudo sin grandes garantías jurídicas, ambas administraciones procuraron indemnizar a los propietarios.
A medida que la guerra avanzaba, fue creciendo el dinamismo de las entidades financieras de la zona franquista. "Quiero destacar el caso de un banco", señala el académico, "que en plena guerra envió directivos a París para analizar la organización bancaria francesa y conseguir así un organigrama más ágil".
El final de la guerra trajo, según recordó Sánchez Asiaín, el establecimiento de una banca acorde con las directrices del régimen franquista, es decir centrada firmemente en el mercado interno y bajo una reglamentación muy estricta. Aunque la flexibilización fue llegando poco a poco, hasta la década de los setenta se mantuvieron esas estructuras.
Babelia
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