En 30 años
Del marxismo militante pasaron al erotismo ibicenco; de ir desnudos bajo las higueras maternales de los barrancos los progresistas derivaron hacia la gastronomía, y ésta los llevó desde la cocina natural al exoterismo: en las mesas de novedades de las librerías el espacio de Marx lo ocupa ahora la astrología. Después de analizar con el paladar un vino de determinada cosecha comenzaron a hablar de vibraciones, de ondas magnéticas y de puntos de energía que se concentran en ciertos lugares del planeta, y en su momento algunos peregrinaron a esas fuentes llevando dentro del macuto a un hijo que creció destraumatizado y éste ahora acaba de convertir en abuelos a toda aquella promoción de rojos desencantados, los cuales mientras el Esté se venía abajo ya habían sustituido la fuerza de Marx por el sortilegio de un brazalete de cobre que al menos les ha quitado el reúma. Fueron envejeciendo, se afeitaron la barba encanecida y de esta forma algunos aún' llegaron a alcanzar el baile de las finanzas. Pusieron de moda ser ricos, cambiaron de pareja y el calvinismo del dinero les arrojó en brazos de un BMW, pero los domingos ellos van a comprar el periódico en chándal. Han llegado tarde a la ecología ya que sólo les preocupa el deterioro de su propio cuerpo. Haciendo pedales en la bicicleta contemplan desde lo alto del sillín el fin del mundo, el panorama de esta crisis que es la suya: el peligro nuclear antes venía del Este de forma hipotética dentro de los misiles; con el derrumbe del sistema comunista ahora llega de modo real envuelto en nubes radiactivas que emergen de la chatarra de unas centrales nucleares que se construyeron con serrucho y martillo. Por debajo de esas nubes, a ras del suelo, avanza hacia el corazón de Europa un ejército de mendigos. El terror es un paisaje. Y los viejos progresistas ya no piensan en el porvenir de la humanidad entera. Sólo temen lo que le pueda pasar a su nieto. Por eso le acaban de comprar la medalla de una virgen muy milagrosa para que le dé suerte en la vida.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.