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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Miguel Hernández

LA VIDA y la obra de Miguel Hernández, poeta de cuya muerte se conmemora hoy el 500 aniversario, son, sin duda, paradigmáticas de buena parte del siglo XX español y de uno de sus más crueles episodios de intolerancia y fanatismo: la guerra civil. También lo son, como correspondía a un creador de su talento, de una de las expresiones más auténticas de introspección del ser humano a que ha dado lugar la historia literaria.Los 31 años de vida de Miguel Hernández ejemplifican la trayectoria vital de un perdedor y la grandeza de quien supo describir con la palabra la belleza de los sentimientos íntimos y colectivos de su tiempo y de su país. Perdedor porque optó, en palabras de su mujer, "por la causa de los pobres", es decir, por el, régimen político legítimamente constituido: la República. Condenado inicialmente a muerte por haber puesto su talento y su pluma al servicio de los suyos, se le conmutó por 30 años de cárcel. Poco después moriría en la prisión de Alicante a consecuencia de una tuberculosis mal curada. Hablamos, naturalmente, de quien ha perdido su vida por defender con sus incruentas armas la causa en la que creía. Su grandeza -que surge sin duda de su lucha por la simple supervivencia- encuentra su máxima expresión en su obra, de la que son ejemplos Perito en lunas, El rayo que no cesa o Viento del pueblo; en quienes fueron sus amigos y compañeros, desde Vicente Aleixandre a Rafael Alberti, sin olvidar a Neruda, García Lorca o Luis Cernuda, y sobre todo en su indisoluble conjunción de poesía y trayectoria vital.

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