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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Rentabilidad de la incompetencia

Un directivo del estudio que produjo Batman afirmaba hace poco, en las páginas de economía de este periódico, que en la recesión que el negocio del cine padece en Hollywood de unos años a esta parte se observan cosas no fáciles de entender. ¿Cómo explicar, vino a decir, que una película tan mala como Batman, una de las peores que hemos hecho, haya sido la más rentable?.El estupor de su productor (consciente de que produjo un engendro y de que éste se convirtió en una mina de oro) ante el éxito de Batman, enuncia un fenómeno que se puede definir como rentabilidad de la incompetencia, que últimamente tiene ejemplos ilustres en Hollywood. Hace un año, una película hecha con derroches de incompetencia, Bailando con lobos, se llevó el Óscar y la millonada derivada de él. Para redondear el círculo, podemos estar en puertas de una repetición del disparate: Bugsy opta -nuevamente desde el mérito de la incompetencia- a 10 premios de la Academia de Hollywood.

Bugsy

Dirección: Barry Levinson. Guión: James Toback. Fotografía: Allen Daviau. Música: Ennio Morricone. Estados Unidos, 1991. Intérpretes: Warren Beatty, Annete Bening, Harvey Keitel, Ben Kingsley, Joe Mantegna, Elliot Gould. Estreno: Multicines La Dehesa, Albufera Multicines, Multicines Fuenlabrada, Multicines Pozuelo, Palacio de la Prensa, Multicines Villalba, Parquesur, Ideal Multicines y (en V./O) Luchana, Vaguada y Velázquez

Heredera de estos y otros antecedentes similares, Bugsy es un nuevo capítulo de la ecuación que hace que algunas películas -eso sí, con distribución multinacional y barniz ornamental de lujo- sean tanto más productivas cuanto menos capacidad profesional y creativa hay en ellas. En Bugsy -como vimos que ocurría en Batman- el productor y protagonista, Warren Beatty, es posiblemente también consciente de la mediocridad que ha hecho, pues en el festival de Berlín, donde la película concursaba, Bugsy se retiró furtivamente de la competición cuando esta ya había comenzado: alguien se olió que allí nada tenía que esperar, salvo las rechiflas del público berlinés, que sabe ver cine y que se burla despiadadamente del malo. Las risas envenenadas que Beatty cosechó en una sesión de libre acceso fueron elocuentes.

Es Bugsy una de esas películas que se resisten a un intento de análisis, pues no hay por donde cogerlas. Carece de los desequilibrios interiores que hay dentro de cualquier película más o menos fallida y que permitan distinguir en ella lo que funciona y lo que no funciona: en Bugsy no funciona nada.

Divertida ridiculez

No hay ni una sóla escena bien dirigida -¿que otra cosa se puede esperar del mediocre y, por supuesto, oscarizado Barry Levinson?- y, salvo aquellas en que actua por su cuenta Harvey Keitel, ninguna en la que veamos un destello de talento en la interpretación, toda ella fingida, mecánica, efectista y, por ello, oscarizable.Beatty, en un alarde de divismo difícilmente superable, es tan dueño del filme que casi no hay un plano donde no aparezca, lo que daña a su propia imagen, pues aburre por empacho, por exceso de presencia. No sabe Beatty definir a su personaje, que queda amorfo, sin identidad. Tampoco remedia esta carencia el guionista, que además miente en lo que se refiere a la verdadera catadura de Bugsy Siegel, un achulado hampón que existió realmente y que la película encumbra indecentemente. En las escenas de violencia -hay una maravillosa a causa de su ridiculez: aquella en que Bugsy conquista a la chica, cuyo sadismo de chiste es de una comicidad involuntaria tan divertida que no tiene precio. Beatty sobreactua, desatado y sin control, lo que convierte a estas escenas -en un cine como el de Hollywood, que ha representado mejor que ningún otro la violencia y la dureza- en blandas exageraciones propias de aficionados y no de profesionales del cine de acción.

Y por enésima vez una película opulenta, pero insignificante y torpe, una negación del cine, aspira a verse elegida la mejor del año, por los amaños con que los gremios de Hollywood deciden esos óscar que con frecuencia encumbran a la incompetencia.

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