Se siguen cayendo
Continúa la feria y los toros se siguen cayendo, ¡oh! ¿Qué pasa? ¿Quizá hay epidemia en la cabaña nacional? Si hay epidemia sería muy extraño que no lo hubiera detectado la autoridad competente en la mencionada materia. La autoridad competente en la mencionada materia, ve deprimida una gallina y detecta la peste aviar; ve moquear un caballo y detecta la peste equina; ve un conejo con los ojos saltones y detecta la mixornatosis. En cambio, en cuanto a toros se refiere, no ha detectado absolutamente nada. Y se siguen cayendo. Ayer, en Valencia -sin ir más lejos- se cayeron todos.Hace varios años que los toros se caen y nadie ha detectado la peste ni ha descubierto el intríngulis. Se dan explicaciones artísticas, eso sí. Hay varias particularmente conmovedoras. Por ejemplo: "Los ganaderos han reducido sus fincas y los toros no andan". Las buenas gentes urbanas creen entonces que los toros están estabulados, como las vacas lecheras. Pero si las buenas gentes acudieran a las ganaderías se llevarían una sorpresa: allí los toros bien se lamen y tienen campo abierto suficiente para hartarse de correr. A veces, los límites de esas fincas no se alcanzan ni con prismáticos. Otra explicación artística es la del pienso artificial y esas gaitas. Pero qué va: los toros jamás han estado mejor alimentados, cuidados y vacunados para su buena salud y fortaleza. Los que van de expertos añaden una tercera explicación artística: la consanguinidad. Dicen: "Usted haga la prueba: si incurre en coyunda con su prima hermana, no le arriendo la ganancia". No dicen, sin embargo, que consanguinidad la había mayor en épocas pasadas -véanse genealogías, consúltese el Cossío, sómétase a la prueba de la rana- y era precisamente entonces cuando los toros no se caían.
Torrestrella / Joselito, Ponce, Finito
Cinco toros de Torrestrella (4º fue devuelto por inválido), bienir presentados aunque 2º anovillado; variados y vistosos de capa; inválidos, 5º y 6º moribundos. Sobrero de Lora Sangrán, discreto de presencia, flojo. Joselito: estocada corta (aplausos y también pitos cuando sale al tercio); estocada (palmas y pitos). Enrique Ponce: pinchazo, estocada, rueda de peones -aviso con retraso- y se acuesta el toro (oreja conprotestas); estocada corta (silencio). Finito de Córdoba: dos pinchazos hondos, rueda insistente de peones y dos descabellos (ovación y salida altercio); estocada caída (silencio). Terminada la función, el público arrojó almohadillas al ruedo en señal de protesta por la invalidez del ganado. Plaza de Valencia, 15 de marzo. Tercera corrida fallera. Lleno.
Y la fiesta sigue, de tal guisa. Aparece el toro y resulta que tiene vocación volatinera. Con dos varas se cambiaron ayer los primeros tercios, pues esa ya es la norma. Conviene precisar: con una vara y un simulacro. A veces todo era simulacro. Los dos últimos toros pasaron un calvario haciendo el ridículo delante de - tanta gente. Al quinto le quiso dar pases Enrique Ponce pero el toro sólo estaba preocupado por no perder el equilibrio y se despatarraba, aferrándose con las pezuñas a la arena. El sexto, tras pegarse un buen surtido de costaladas, varió el rumbo, cayó de hocico y se partió un cuerno (con lo que duele, ¿verdad?). Púsose en pie y volvió a caer, ahora sin remisión. Si no llegan los peonesgrúa y se ponen a tirarle del rabo, habría sido sin remisión. No soportaba que le torearan, claro, y Finito de Córdoba no le toreó.
Enrique Ponce dio algunos pases excelentes y otros muy precipitados al segundo, un precioso ensabanao capirote botinero que tenía casta. La casta siempre fue superior a la templanza del torero. Finito corrió la mano, templó, ligó tandas de largos derechazos al tercero (por la izquierda no se acoplaba), y habría redondeado bonita faena de no ser porque el toro estaba anovillado, escobillado y escachifollado. Joselito apenas podía dar dos muletazos seguidos al primero, asimismo moribundo, y al cuarto, que sacó genio, lo macheteó sin complaciones. Tumbó a los dos de soberbios volapiés, lo cual es un dato.
Cuando más se caían los toros más fuerte tocaba la banda, tachín tachún; qué risa, tía Felisa. El presidente devolvió al corral un inválido pero mantuvo en el ruedo todos los moribundos; qué risa. En una barrera estaba el Ministro del Interior; que ri.
Babelia
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