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La huelga de los autobuses privados multiplicó los problemas para circular en la ciudad

Javier Casqueiro

Madrid se acostumbra a vivir en un caos circulatorio. Ayer se cumplió la jornada 33ª sin un funcionamiento normal de los autobuses municipales. Los usuarios, que hasta ahora soportaban el conflicto con cierta resignación, comienzan a desesperarse. Los ciudadanos que residen en la periferia tampoco se libraron de los agobios. Desde las dos de la tarde tuvieron que echarle imaginación para llegar a casa. El paro del transporte privado, que termina hoy a las dos de la tarde, afectó a 700.000 personas.

Los madrileños ya saben, desde el 1 de marzo, que sólo pueden recurrir con cierta seguridad a los autobuses de la EMT los martes y los jueves. Los otros tres días laborables de la semana, el servicio se ofrece al 60% en las horas punta (unos 600 autobuses) y al 40% durante el resto de la jornada. La situación se prolongará hasta que el 7 de abril se celebre el juicio en Magistratura sobre los despidos que mantienen bloqueado el conflicto.Estas limitaciones han incrementado estos días la ocupación del metro, los taxis, los autocares interurbanos, las cercanías de Renfe, los vehículos particulares y los aparcamientos. Muchos ciudadanos han renunciado a realizar viajes innecesarios.

27 cada media hora

En las abarrotadas paradas de la EMT había resignación. "He tardado una hora en subir desde Embajadores, y ahora llevo 30 minutos aquí [paseo de la Castellana a la altura del estadio Santiago Bernabéu] esperando un 27. Otros días con servicios mínimos funcionaba mejor. Esto de hoy debe de ser por la pelea de ayer entre la policía y los encapuchados que cuentan los periódicos", comentaba un pasajero. La línea 27, que transporta 60.000 viajeros diarios y que en hora punta precisa habitualmente 32 autocares articulados, intentaba ayer mantener un servicio digno con sólo 10. Imposible. En la plaza de Castilla, el inspector reconocía que el tiempo de paso de los autobuses alcanzaba, en los peores momentos, 25 minutos.

El gabinete municipal de control del tráfico no se extrañaba ayer de la dificultad para moverse en coche por Madrid. El número de vehículos en las vías fue similar al de los últimos viernes. Los atascos más largos se localizaron en la plaza de Castilla, la M-30 y el Arco de la Victoria (Moncloa). Los martes y los jueves, cuando la EMT funciona a tope, la intensidad de coches es siete puntos más baja.

Los autobuses privados interurbanos no fueron ayer, desde luego, una ayuda para el tráfico. Las patronales concentradas en torno a Asintra, Anetra, Aetran y Astran que, según la Dirección Provincial de Trabajo, representan al 53% de las empresas del sector (615 de las 1. 150 que existen en la Comunidad), no llegaron a un acuerdo en la negociación del convenio con los sindicatos y registraron una primera jornada de huelga con visos de prolongarse.

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Estos paros, a pesar de estar anunciados desde hace días, cogieron por sorpresa a muchos usuarios. Las empresas, además, esperaron hasta las 19.30 del jueves para anunciar los servicios mínimos, que los trabajadores desconocían. Mínimos que para el transporte de disminuidos físicos y psíquicos, escolares (unos 80.000) y trabajadores se fijaron en el ciento por ciento.

El Ministerio de Obras Públicas y Transportes obligó a que la mitad de los autocares interurbanos de largo recorrido cumplieran sus recorridos. Los sindicatos CC OO, UGT y el Sindicato Libre calificaron estos porcentajes de abusivos.

Confusión general

En la zona de Moncloa, cerca de la Ciudad Universitaria, los estudiantes estaban desconcertados. Las colas ante los autocares de la empresa Llorente, que enlaza Madrid con Majadahonda, Pozuelo y Aravaca, llegaron en algún momento a sumar un centenar de personas. Un universitario le preguntó a las 13.30 a un conductor: "¿Va a haber autobuses a partir de las dos?". "No sé", fue la respuesta. "No, en serio", insistió. "Totalmente en serio que no lo sé".

El conductor del coche anterior había afirmado, minutos antes y a otra joven usuaria, que Llorente no iba a la huelga. Esta empresa, como otras que tienen parada en la zona y que llegan hasta El Escorial (Herranz), Las Rozas o Las Matas (Autoperiferia), pertenece a la patronal Fenebús, que pretende negociar un convenio distinto y específico para los autocares regulares. Los sindicatos y los trabajadores entienden que esta táctica persigue la división de su fuerza.

La sensación de desconcierto y caos organizativo de los paros se comprobaba en todas las paradas. Demetrio, inspector de Autoperiferia, no sabia a las dos de la tarde qué decirles ni a sus conductores ni a los viajeros.

Fenebús representa oficialmente al 7% de las empresas, pero a casi la mitad de los 7.000 trabajadores del sector, porque entre sus afiliadas están las compañías más importantes (Continental, Sepulvedana, Auto Res, Interbús, Llorente).

Los sindicatos, que reclaman en el convenio una reducción de jornada de 11 a 10 horas diarias, afirmaron que el seguimiento de los paros había sido prácticamente total en todas las empresas. Las diferencias económicas se consideran escasas, aunque se parte de salarios base de 85.000 pesetas en las discrecionales o de 76.000 en las regulares.

Un portavoz de la patronal Asintra estimó la repercusión de los paros en el 60% de los 800 autobuses privados interurbanos, discrecionales (escolares) y regulares que circulan diariamente en la Comunidad. Apenas se registraron incidentes, aunque esta patronal precisó que también en este conflicto habían actuado algunos piquetes violentos y se habían roto lunas.

Esta huelga, que termina hoy a las dos de la tarde, está convocada nuevamente desde el próximo miércoles otros seis días.

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Sobre la firma

Javier Casqueiro
Es corresponsal político de EL PAÍS, donde lleva más de 30 años especializado en este tipo de información con distintas responsabilidades. Fue corresponsal diplomático, vivió en Washington y Rabat, se encargó del área Nacional en Cuatro y CNN+. Y en la prehistoria trabajó seis años en La Voz de Galicia. Colabora en tertulias de radio y televisión.

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