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Un liderazgo en entredicho

Cuestionada la capacidad del Presidente para dirigir el partido republicano

Antonio Caño

Pat Buchanan, en San Antonio: "El presidente Bush es como el clima en Nueva Inglaterra, si no te gusta sólo tienes que esperar 15 minutos para que cambie". "La mía no es únicamente una carrera para sacar a George Bush de la Casa Blanca. Esta es una carrera para que se pueda cumplir lo que el Partido Republicano quiere". Son, desde luego, frases electorales, pronunciadas con un objetivo electoral. Pero son también afirmaciones que atacan el punto más débil del presidente: su capacidad de liderazgo en las filas republicanas.La mayoría de los analistas coincide en que las principales consecuencias de los buenos resultados electorales de Buchanan hasta este momento no han sido poner en peligro la reelección de Bush -que parece todavía un hecho muy probable-, sino crear un clima de intranquilidad en el partido que ocupa la Casa Blanca desde hace 12 años. "Los conservadores del Partido Republicano, que nunca confiaron demasiado en Bush, están empezando a abandonarle y a trasladar sus votos en favor de Buchanan, exactamente igual que los liberales del Partido Demócrata abandonaron a Jimmy Carter en 1980 y desviaron sus votos hacia el senador Edward Kennedy", opina el diario The Wall Street Journal.

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Esos sectores conservadores se quejan de que Bush nunca ha sido lo suficientemente enérgico con el Congreso, controlado por los demócratas. Aseguran que negoció en demasiadas ocasiones en favor de su propia estabilidad.

Hay algunas cosas que la derecha republicana no perdona a Bush: su pacto presupuestario de 1990 para subir los impuestos de la clase media, la nueva ley de derechos civiles aprobada en 1991 y su política templada en relación con el aborto, asunto sobre el que el presidente ha quedado a medio camino entre los promotores de la libre decisión y las organizaciones que bloquean las clínicas abortistas pidiendo la ilegalización de esa práctica.

La falta de definición

Como consecuencia, Bush aparece hoy a los ojos de los conservadores como un líder inseguro, atemorizado e incapaz de garantizar la preponderancia republicana en su segundo mandato.

"Bush está pagando los frutos de su propia incapacidad para definirse", asegura Mitch Daniels, antiguo consejero de Ronald Reagan. El diario The Washington Post afirma que el encuentro de la pasada semana en Los Ángeles entre el ex presidente y Bush fue muy frío. Reagan lo negó después y aseguró que respaldará a su sucesor, pero nadie pudo explicar por qué no se permitió a la prensa cubrir la entrevista entre ambos.

Buchanan, que fue estrecho colaborador de Reagan, ha conseguido convencer a muchos en su propio partido de que la herencia del ex presidente está siendo dilapidada. El jefe de la campaña electoral de Bush, Robert Teeter, niega estas críticas y afirma que "la gente lo ve como un presidente eficaz y fuerte". Sin embargo, el propio Teeter está siendo estos días objeto de las quejas conservadoras, que echan de menos a Lee Atwater y James Baker, los hombres que construyeron la plataforma electoral de Bush en 1988.

George Bush ha tomado en las últimas semanas algunas medidas dirigidas a dar satisfacción a las filas conservadoras, pero esas medidas sólo han servido hasta ahora para con fundir aún más al electorado y para confirmar su imagen de hombre excesivamente pragmático.

Primero, Bush se deshizo de John Sununu y colocó como jefe de Gabinete de la Casa Blanca a Samuel Skinner, que modificó la estrategia para obligar al p residente a reconocer que la economía iba mal. La consecuencia de eso ha sido únicamente la de crear más dudas sobre las posibilidades de Bush de resolver la crisis. Además, el presidente endureció, su posición contra el aborto, empujó reformas conservadoras en las escuelas y admitió que se había equivocado al aceptar el pacto sobre los impuestos. Una vez más, todo sirvió para corroborar la impresión de que Bush es como el tiempo en Nueva Inglaterra.

Por el momento, estas diferencias de criterio entre los republicanos no son motivo de alarma. Al fin y al cabo, Bush es la única alternativa que tiene el partido para permanecer en la Casa Blanca. Pero la situación puede hacérsele más difícil al presidente si su figura continúa siendo maltratada en las próximas elecciones primarias.

Los sondeos dan a Bush una ventaja del 51% al 39% sobre Bill Clinton y del 50% al 38% sobre Paul Tsongas. Esto representa una modificación sustancial a lo que se creía que iba a ser un paseo de Bush hacia la reelección.

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