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Gustó Curro Durán

Martínez / Pastor, Durán, PortilloSiete toros de Manuel Martínez Ansira (uno, de regalo), de irreprochable trapío y estilo guasón, excepto 2º y 3º, que se emplearon. César Pastor: estocada corta delantera perdiendo la muleta, rueda de peones, estocada honda caída y rueda de peones (silencio); estocada delantera (ovación y salida al tercio); estocada caída y rueda de peones (silencio). Curro Durán: pinchazo y estocada ladeada (ovación y salida al tercio); estocada ladeada (ovación y salida al tercio). Mauricio Portillo: estocada tendida caída (oreja); estocada caída y rueda de peones (silencio). Plaza Monumental México, 9 de febrero. Media entrada.

Vimos casta y pinceladas de arte de Curro Durán, en su presentación mexicana; voluntad y entrega de César Pastor, e intuición, frescura y recursos de Mauricio Portillo, que cortó una oreja más en esta temporada. Mostró clase el diestro de Utrera, y sus lances desmayados y llenos de plasticidad con que recibió a su primero agradaron a la concurrencia.

Aprovechando la codicia de su enemigo, Curro ligó una faena plena de gusto y temple con pases suaves por el lado derecho. Sin embargo, no pudo redondearla ya que el astado se vino a menos. Con el quinto, que manseó peligrosamente y le provocó un susto a Curro al colársele y empitonarlo, afortunadamente sin consecuencias, desarrolló una lidia temeraria por sus deseos de agradar.

César Pastor anduvo con el santo de espaldas, pues le tocó enfrentarse a dos mansejones, con los que a base de coraje y habilidad estuvo muy torero. Como quiso sacarse la espina regaló un séptimo toro. ¡Pero vaya desilusión! Salió otro mansueto, con el cual no le quedó más remedio que actuar con inteligencia.

El primero de Mauricio Portillo salió trotando y calamocheaba, pero el diestro lo lanceó con limpieza. A pesar de que el cornúpeta terminó sin celo ni codicia, lo metió poco a poco en la sarga y le dibujó una faena corriendo la mano con pureza, que entusiasmó al respetable. Como hizo la cruz y se fue encima del morrillo hasta el pomo, le concedieron la oreja. Su segundo también mansurroneó y sólo quedaba hacer lidia de aliño. Un festejo deslucido por culpa de las reses -¿diz que bravas?- pues con estos pajarracos, los jóvenes lidiadores se juegan la vida sin ninguna esperanza de triunfo.

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