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Clima envenenado en Francia ante el debate sobre el 'caso Habash'

El insulto se ha convertido en el principal argumento de ataque Político en Francia, y la presentación de una querella, en el modo habitual de respuesta. En un país célebre por su cortesía, su diplomacia y su racionalismo cartesiano, todo el mundo, incluido el presidente, FranQois Mitterrand, parece haber perdido los nervios. La sesión extraordinaria consagrada al asunto Habash, que hoy celebra la Asamblea Nacional, tiene el valor de devolver el debate político a uno de sus marcos constitucionales.La sesión ha sido convocada por Mitterrand y será aprovechada por la oposición para presentar una moción de censura contra un Gobierno socialista que ha dado un espectáculo de incoherencia en el tratamiento del problema provocado por la hospitalización en París del líder palestino Georges Habash. Salvo el improbable caso de que algunos socialistas voten contra los suyos, el Gobierno de Edith Cresson superará la prueba.

El clima político francés seguirá siendo ponzoñoso. Varios jueces tienen ahora que decidir si aceptan a trámite las querellas por injurias presentadas en los últimos días por líderes políticos rivales. La exasperación provocada por el final del reinado mitterrandiano, la crisis de identidad que atraviesa Francia, la inminencia de las elecciones regionales y las exigencias de claridad y concisión que la televisión impone a los personajes públicos, han abierto la veda del insulto.

Guerra de querellas

Hace menos de tres semanas, Cresson inició la guerra de las querellas al presentar una contra Jean-Marie Le Pen. El líder del Frente Nacional había calificado al Gobierno socialista de "pandilla de ladrones, extorsionistas y gánsteres". El ultraderechista añadió luego "asesinos", y recuperó la iniciativa judicial al denunciar al empresario prosocialista Bernard Tapie, que había proclamado en Marsella: "Puesto que Le Pen es un canalla, sus electores son también canallas".Esta guerra parecía limitada a los socialistas y la extrema derecha, pero el asunto Habash la extendió al conjunto de la clase política. Roland Dumas, ministro de Exteriores, tiene que responder a una querella presentada por el neogaullista Bernard Pons, ex ministro de Ultramar.

El caso Habash ha sacado de sus casillas al fino diplomático que es Dumas. Indignado porque su ex primer ministro Rocard pidiera su destitución, Dumas le calificó de "navegante aficionado" y dijo que carece de talla de estadista. Rocard no respondió a esas puyas de su camarada socialista, pero tendrá que comparecer ante el juez en relación a la denuncia contra su persona presentada por Le Pen.

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