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Tribuna
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Corrupción

Repasar la historia del franquismo es recuperar la historia de la corrupción generalizada, fuera bajo la autarquía en la que se ejerció el tráfico de influencias hasta para conseguir medias de nailon o fuera bajo la modernización milagrosa del Opus Dei y los azules ligeros, períodos de los Sofico, Matesa, Reace, Confecciones Gibraltar, etcétera, y la destrucción sistemática del paisaje en nombre del auge de la construcción y del turismo, a cambio de la pacificación de las conciencias y la plenitud de los bolsillos de los nostálgicos de la revolución aplazada. ¡Cuántos nostálgicos de la revolución aplazada se vieron en la imposibilidad de decir ni pío porque tenían la boca llena de billetes de banco!

Corrupción de las conciencias, porque los vencedores de la guerra tuvieron el monopolio de la verdad, la memoria y la ropa interior, e incluso falsificaron la historia y el lenguaje bajo la lógica de las dos Españas que desde Menéndez y Pelayo hasta Franco pasa por el nihil obstant entusiasmado del cardenal Pla i Deniel. Corrupción bajo palio, evidentemente, pero me parece injusto aprovechar un desliz mental de monseñor Tarancón para meterle bajo el mismo palio que a los Gomá, Pla i Deniel, Olaechea, Arribas Castro, Quiroga Palacios, Gregorio Modrego y tantos otros cruzados mágicos que se taparon la nariz para no oler a podrido, los oídos para no oír la tortura ni los fusilamientos, los ojos para no ver los negocios y la doble vida sexual del régimen y sólo abrieron la boca para glorificar en latín y condenar en español. A Tarancón le ha fallado la memoria, lo que no disculpa que también nos falle a los que conocemos su papel liberaliza don y purificador de una jerarquía católica de rezos y cuchillos largos, mientras los vencedores se enrique cían a costa del tráfico de tanta ruina de cosas, cuerpos y almas. Aquella España en la que nunca hubo el pan suficiente para tanto chorizo.

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