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Las paradojas de la democracia

Tahar Ben Jelloun

La democracia no hace milagros. No es tal vez un sistema, demasiado bueno, pero hasta el presente ha causado menos males que otros. La época moderna no ha encontrado otro mejor. El comunismo ha querido persuadir a una buena parte de la humanidad de que iba a aportar felicidad, justicia e igualdad. No ha conseguido más que quebrar al hombre, asesinar sus potencialidades, arruinar unos cuantos países y llevar la desesperación a algunos pueblos. Mucho se habló del rostro humano del comunismo, pero no fue más que una pesadilla, cuyo hundimiento actual está preñado de otras catástrofes: la guerra civil en Yugoslavia, la lucha de influencias entre las 11 repúblicas de la ex URSS, la perturbación ideológica y la ausencia de referencias para los pueblos del Tercer Mundo, que no saben a qué santo salvador recurrir; su destino se libra entre el Fondo Monetario Internacional (FMI) (una sutil dictadura), unas nuevas deudas o la aventura en el repliegue sobre sí mismos y en el abandono a lo irracional religioso.Tras la independencia del Magreb (Marruecos y Túnez en 1956, Argelia en 1962) ningún sistema ideológico coherente ha calado en las mentalidades y en las prácticas políticas de sus gentes. Si Argelia conoce hoy horas difíciles, si el discurso de contenido religioso es escuchado por millones de argelinos, es porque responde a una gran demanda, que no tiene por qué ser, islamista, porque viene a llenar un vacío. Tras 130 años de colonización brutal, tras una guerra especialmente sangrienta, el pueblo argelino entra en un periodo de convalecencia, con la reconquista de su tierra y de su ser. Pueblo disponible, sin experiencia en el ejercicio de la libertad y del poder, se sumerge en el partido único y se olvida de vivir. Se alimentaba más de esperanza y de propaganda que de realismo y de esfuerzo. El Frente de Liberación Nacional (FLN) ha cavado en 30 años un vacío muy importante que tiene, como consecuencia la llegada. de nuevos aventureros, revestidos con hábitos, que marcan la identidad árabe e islámica, olvidando de paso la lengua y la cultura de la Cabila. Los islamistas no han tenido que hacer demasiados esfuerzos para recuperar todas esas voces de jóvenes y de personas vinculadas a las tradiciones. El Frente Islámico de Salvación (FIS) ha llegado no sólo para proponerles de qué manera consolidar su identidad, sino, sobre todo, para responder a sus inquietudes y a las cuestiones que el poder salido del FLN no ha sabido ni abordar ni solucionar.

Lo original del caso argelino es que se trata del primer país árabe que pasa directamente del partido único a la democracia. De la noche a la mañana se crearon y recibieron la aprobación del Gobierno no menos de 59 partidos, de los cuales 49 presentaron candidatos a las elecciones legislativas del 26 de diciembre de 1991. Las elecciones transcurrieron sin incidentes dignos de mención, aunque se impugnaran algunos resultados. Sea como fuere, la democracia recién estrenada, fresca, dio a Argelia una mayoría de no demócratas. Ésa es la paradoja. El hecho de que el presidente Benyedid dimitiera y de que el poder fuera confiado a un Comité de Estado (sin garantías constitucionales) no cambia gran cosa la realidad de la paradoja. Al contrario, la refuerza y pone al país en una situación de crisis cuya evolución se ignora. Llegar a preferir un golpe de Estado, aunque sea incruento, y la interrupción del proceso democrático a los islamistas es otra forma de paradoja. Pero todo depende de lo que proponga el Ejército y el Comité de los Cinco a ese pueblo, una buena parte del cual teme las amenazas islamistas o cualquier otra forma de autoritarismo.

El FIS pretende contar con simpatizantes en el seno de las Fuerzas Armadas. Es posible, pero todas las veces que se han relacionado entre sí lo han hecho a través de las armas: el 5 de junio de 1991 tuvieron lugar unos enfrentamientos sangrientos en Argel entre militantes islamistas que habían lanzado la consigna de huelga general y que querían tomar el control de los barrios populares; el 29 de noviembre de 1991, cuando fue atacado un cuartel en Guemmar, cerca de El Oued, al sureste del país, por un comando que se decía islamista, tres militares fueron asesinados por esta banda de islamistas armados.

La presencia de los carros de combate en las calles de Argel ha sido solicitada tanto por Chadli Benyedid, sin lugar a dudas forzado a dimitir (no se sabe qué tipo de presión se ha ejercido contra ese hombre discreto y sin demasiada imaginación), como por su Gobierno. Todo ello formaría parte de un decorado tendente a salvar al país de una catástrofe anunciada. ¡Antes el Ejército que el FIS!, parece decir hoy una buena parte de los argelinos. Sería la primera vez en la historia del Magreb que un Ejército interviniera para dar al proceso democrático, que no le es muy familiar, unas garantías de viabilidad.

Sea cual fuere la evolución de la situación, ni el FIS ni el Ejército disponen de los medios para restablecer la salud y la confianza que han faltado al país. Tal vez no todos los millones de argelinos que han votado al FIS son creyentes puros y duros. Algunos han votado contra la grave crisis económica, contra una corrupción monumental (no se tienen noticias de los 27.000 millones de dólares de los que dolosamente se han beneficiado responsables argelinos de diversos gobiernos; 27.000 millones de dólares es exactamente la deuda exterior de Argelia), contra una ambigüedad cultural en la que no se reconocen todos los argelinos. El programa del FIS, vago y sobre todo moralizador, no puede proponer soluciones milagrosas que saquen al país de la crisis económica. Aunque llegara al poder le iba a resultar muy dificil dar trabajo a todos los jóvenes y reactivar la cooperación económica y cultural con Occidente.

Una de las lecciones que deben sacarse de este asunto es que la democracia es una cultura, no un mero artilugio o un simple medio para llegar al poder. Es una pedagogía cotidiana que inculca principios y valores universales basados en el Estado de derecho, en el respaldo a la libertad del ciudadano, en el reconocimiento y la toma en consideración del individuo en tanto que entidad libre y emancipada. Ahora bien, en el mundo árabe-Islámico están más reconocidos el clan, la tribu o la familia que los sujetos que la componen. Reivindicar hoy una separación de la religión y del Estado, una no utilización del islam por la política, ensalzar la laicidad, la libertad de conciencia, la libertad de

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oLas paradojas de la democracia

es escritor marroquí, premio Goncourt de novela 1987 y autor de La noche sagrada y Día de silencio en Tánger.

Traducción: José Manuel Revuelta.

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