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Crítica:CINE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El vagabundo, la niña y el hada madrina

Hace ahora un año, una insignificancia que responde por Solo en casa volvía a poner de actualidad lo que bien se podría llamar el christmas movie, un filme pensado y programado exclusivamente para su estreno navideño. Se trata de bien diseñados almíbares capaces de conectar con el almíbar general que suele emborrachar las fechas navideñas.En el caso de Solo en casa, uno de los bombazos de recaudación del pasado año y la mejor tarjeta de presentación del infante Macaulay Culkin, la fórmula consistía en colocar a un niño aparentemente solo e indefenso ante mil peligros.

Aquí, en cambio, se complican un poco las cosas mediante un esquema que se podría resumir así: chico y niña encuentran chica, están a punto de perderla, pero será ella la que los pierda, sólo para recuperarlos luego y asumir una feliz maternidad de adopción. Y con una complicación suplementaria, que el amor, el buen sentido y hasta el patriotismo resolverán pertinentemente. La chica (Kelly Lynch) es una abogada yuppie, mientras que el chico y la niña son, lisa y llanamente, vagabundos que viven de su ingenio.

La pequeña pícara

Dirección, guión y producción: John Hughes. Fotografía: Jeffrey Kimball. Música: Georges Delerue. Producción: Warner, EE UU, 1991. Intérpretes: Alisan Porter, Jarnes Belushi, Kelly Lynch, John Getz. Estreno en Madrid: Palacio de la Música, Benlliure, Las Rozas, Aluche, Royal, Majadahonda, Fuenlabrada, Olympo, La Dehesa, Villalba, Parquesur.

Y eso es todo. Porque hablar aquí de un guión siquiera verosímil o (le unos personajes bien dibujados es como pedirle peras no a un venerable olmo, sino a un discreto y navideño abeto. John Hughes, productor de Solo en casa, se contenta con lo más superficial.

Así las cosas, todo el peso de la película recae en manos de dos actores mediocres -en especial James Belushi- y, sobre todo, en la sonrisa de Alisan Porter, una niña de nueve añitos toda ella muecas, ricitos y monerías. La indigesta Shirley Temple a su lado parece un prodigio de contención y donaire.

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