Nuevos inmigrantes

En estos dos últimos años asistimos a la difusión de una opinión mayoritaria, avalada por los acontecimientos del Este y rubricada por todas las instancias del poder político, según la cual el capitalismo, la economía de mercado, es el único sistema viable. Eso aunque las leyes del mercado y de la división internacional de trabajo condenen a la miseria y el subdesarrollo a las tres cuartas partes del mundo. El fenómeno, que inexorablemente tenderá a acentuarse en los próximos años, de grandes masas de población huyendo del hambre y la pobreza del Tercer Mundo hacia el Norte rico y desarrollado no es más que la consecuencia de ese orden de cosas que se califica como el único capaz de dar prosperidad.

La respuesta que ofrecen Gobiernos como el español ante este problema es la fuerza y la represión: ley de extranjería, expulsiones en masa, levantar barreras.

La respuesta que ofrecen sociedades avanzadas como la española es acorde con la de sus gobernantes: se extienden las actitudes insolidarias -hasta entre aquellos que en otra época como emigrantes reclamaban solidaridad-, la xenofobia, el racismo.

Este tipo de respuestas y otras de parcheo, como el reciente proceso de regularización, no contribuyen a frenar el problema, sino a agravarlo, a amontonar injusticia sobre injusticia.

Se abre ahora una nueva etapa de intolerancia, de medidas de fuerza que sólo fomentan más intolerancia. ¿Éste es el triunfo histórico de nuestro sistema?-