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EL SIDA EN LA COMUNIDAD DE MADRID

Más enfermos, los mismos médicos

Los especialistas que atienden a sidosos se sienten olvidados por la Administración

El número de casos de sida declarados en la Comunidad de Madrid ha aumentado en un 38% en los últimos nueve meses. Éstas son las estadísticas. La realidad, sin embargo, las supera: en las consultas, los nuevos pacientes se han duplicado en los dos últimos años. Muchos no tienen sida, pero están infectados por el virus. Los médicos no ocultan su preocupación: el crecimiento de los casos no ha ido acompañado de más recursos ni de una estrategia de actuación por parte del Ministerio de Sanidad. En cada hospital, los especialistas hacen frente al problema como pueden. Se sienten solos y desbordados. Los pacientes constituyen el único estímulo para seguir dejándose la piel.

La Comunidad de Madrid ocupa el segundo lugar de España en número de casos declarados de sida (2.101 al 1 de octubre de 1991, es decir, el 21% del total nacional), después de Cataluña, y el tercero en tasa por millón de habitantes (391,6), tras Cataluña y el País Vasco.Aunque la evolución de la enfermedad es compleja, la Consejería de Salud, que sólo tiene competencias en el seguimiento epidemiológico, afirmaba en un boletín editado en abril de 1990: "Fijándose sólo en los casos de sida (no se tiene en cuenta la atención a infectados por el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH), se espera que la sobrecarga de las redes sanitarias de la Comunidad experimente un aumento del 119% a lo largo de los próximos 21 meses, es decir, más del doble de la presión asistencial que en la actualidad".

Los médicos que día a día tratan a estos enfermos ratifican estas cifras a partir de su experiencia en las consultas. En el hospital Doce de Octubre, por ejemplo, el número de pacientes nuevos se ha incrementado en un 52,9% en el último año.

En el hospital Clínico, la impresión es la misma: "No es cierto que las cifras se estén estabilizando. Aquí cada día vemos más enfermos. El Insalud no tiene idea exacta de lo que está sucediendo", comenta Víctor Roca, especialista en medicina interna.

"La sobrecarga no viene derivada de los casos de sida, sino de pacientes infectados por VIH que no han desarrollado la enfermedad, o que presentan complicaciones que no se ajustan a los criterios exactos del sida. Estos pacientes suponen la mitad de las consultas, pero no entran en las estadísticas", explica Luis Buzón, coordinador de la unidad de sida del hospital Ramón y Cajal.

La atención a estos enfermos se presta casi exclusivamente en los hospitales, donde ocupan entre el 15% y el 30% de las camas de medicina interna. Sin embargo, no existe ningún plan de actuación coordinada. Cada hospital se ha ido adaptando a la situación como ha podido.

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Unidades monográficas

En efecto, de los 11 hospitales de referencia, tres (Gregorio Marañón, Ramón y Cajal y Doce de Octubre) han puesto en marcha "unidades monográficas de sida", que incluyen consultas, hospitales de día (salas donde se suministran tratamientos sin necesidad de ingreso) y, en algún caso, visitas a domicilio. Otros centros (el hospital Clínico o La Paz) ofrecen estas prestaciones sin haber constituido una unidad como tal. En el resto, los enfermos son atendidos básicamente por especialistas de medicina interna que de forma voluntaria (o por turno) se dedican a ello.

A pesar de que, mediante el "sálvese quien pueda", cada hospital ha ido resolviendo en mayor o menor medida las necesidades que se han presentado, los médicos encaran problemas comunes. El principal es la falta de personal. Los equipos oscilan entre las dos y las siete personas. "Yo estoy solo, y mis compañeros de medicina interna se van turnando uno cada seis meses. Son currantes natos, pero yo no puedo ni ir a hacer pis", explica gráficamente Carlos Barros, internista del hospital de Móstoles.

Tampoco Luis Buzón, del Ramón y Cajal, lo ha tenido fácil para mantener a su equipo: hasta hace poco, cuatro de sus seis colaboradores sobrevivían con subvenciones del Ministerio de Sanidad que debían pelearse cada seis meses. La falta de medios ha hecho suspender el programa de atención domiciliaria, pionero en Madrid, que se inició en el verano de 1990.

Rafael Rubio, internista del Doce de Octubre, supo lo que es trabajar sin ver un sueldo, según cuenta el coordinador de la unidad de sida, Ramón Costa. El equipo consta de seis personas y espera la llegada de otra enfermera para ampliar el hospital de día. Víctor Roca y otros tres médicos (dos de ellos residentes) se hacen cargo de las consultas, de los ingresos y del hospital de día del Clínico. Dos enfermeras les ayudan en cada turno. "Hemos ido adaptando el trabajo a la presión asistencial, pero siempre estamos la misma gente, sin más apoyo", se lamenta Roca.

Falta de espacio

La sobrecarga de trabajo deja en un segundo plano la falta de espacio material para trabajar. El sida es una enfermedad tardía, y las consultas y las camas se van arrancando poco a poco a los gerentes. En la unidad de sida del Ramón y Cajal, los seis profesionales se apiñan como piojos en costura en cuatro habitáculos. Los intemistas de La Paz llevan tiempo pidiendo más consultas, por no hablar del hospital de Móstoles: Carlos Barros y el médico de turno se cuelan en los despachos que dejan libres las consultas de reumatología y neumología.

La sensación de estar luchando en solitario es común a estos especialistas. De las actuaciones de la Administración conocen sólo las campañas preventivas y los estudios epidemiológicos.

Al mencionarles el Plan Nacional Contra el Sida, sonríen y se encogen de hombros. "Fuera de la propaganda, la presencia del Estado no se nota nada en el quehacer diario", dice un médico del Gregorio Marañón. "No hay racionalización de la asistencia, ni actuación global. Nuestros interlocutores son nuestros gerentes. En las reuniones mantenidas con el Insalud siempre hay buena voluntad, pero eso no se traduce a la práctica", dice Víctor Roca. "En Madrid nos conocemos todos, y todos nos hemos planteado personalmente hasta dónde podemos llegar".

Las reuniones que mantienen estos médicos ayudan a paliar la sensación de soledad. Eso y, sobre todo, los pacientes, que "son lo único gratificante. Lo único que impulsa a seguir".

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