"Ser seropopositivo no es una condena a muerte"
Luc Montagnier, investigador del Instituto Pasteur de París, se declara partidario de practicar pruebas sistemáticas a la población, en momentos importantes de la vida, siempre que se compruebe su eficacia médica y social.Pregunta. Diez años después de la identificación de los primeros casos de sida en Estados Unidos y en Francia, hay un sentimiento difuso de que, a pesar de los múltiples esfuerzos de la comunidad científica internacional, no podemos albergar una esperanza.
Respuesta. Los datos son muy complejos. Tomemos el ejemplo de la seropositividad cara a cara con el virus. Se puede decir actualmente, al cabo de diez años, que hay personas seropositivas que no han evolucionado del todo hacia la enfermedad, tanto desde el punto de vista clínico como inmunitario. La seropositividad sigue siendo un riesgo muy importante. Sin embargo, insisto: esta seropositividad no es el equivalente a una condena a muerte.
Se ha pasado de un extremo al otro: en 1985 se decía sin ningún motivo que nueve de cada diez portadores sanos no desarrollarían el sida. Ahora muchos estudios permiten decir que nueve de cada diez -no diez sobre diez- desarrollarán el sida. No se trata de tranquilizar sin razón, sino todo lo contrario.
Ha habido casos de suicidio de personas tras conocer su estado de seropositividad. Esta circunstancia no debe ser jamás anunciada de forma brutal, dejando entrever que tendrá consecuencias fatales. El descubrimiento de esta seropositividad impone en todas las hipótesis un largo diálogo entre el médico y el enfermo, con la exposición objetiva de todos los datos conocidos actualmente sobre esta cuestión.
El derecho de la sociedad
P. ¿Los nuevos datos ponen en cuestión, según usted, la oposición a realizar de forma sistemática la prueba del sida a los infectados por el virus?R. Yo no estoy -jamás lo he estado en contra de generalizar la prueba del sida a priori. Creo en ella por razones médicas, científicas y técnicas. Hay ciertos conflictos entre el derecho del individuo y el de la sociedad. Pero, en un determinado momento, el derecho de la sociedad debe prevalecer.
Si el sida fuera el equivalente de la peste, se podría decir que los países tendrían razones para poner en marcha barreras sanitarias en sus fronteras. Ahora bien, éste no es el caso. Yo no soy del todo contrario, por ejemplo, a que se proponga una prueba sistemática en ciertos momentos importantes de la vida, a condición de que se evalúe el coste, la eficacia y los beneficios obtenidos con una medida como ésta.
Hace falta reconocer hoy que no ha sido suficiente explicar que un seropositivo podía contagiar a su o sus parejas sexuales. Esto es grave. Se descubre ahora que las personas que donaron sangre que no conocían su seropositividad han contaminado a sus parejas. Para países muy afectados por la epidemia, como Estados Unidos y Francia, las barreras en las fronteras no sirven de nada, pero hace falta, en contrapartida, no limitarse a simples compañas de prevención. Hace falta decir a la gente: ¿es usted seropositivo, ¿cree que puede contaminar a su pareja? Si usted tiene la mínima duda, hágase la prueba.
No hemos acabado, aún estamos lejos de ello, con la enfermedad. Sin duda sólo estamos ante el principio de la importancia mundial de la enfermedad. Hace falta en adelante pensar en el presente y en el porvenir, dejar de autoflagelarse. Compréndame: yo no digo esto para minimizar las posibles responsabilidades políticas, administrativas o médicas en el asunto de los hemofílicos o de las transfusiones contaminadas. Quiero decir que tenemos datos que nos imponen, desde ahora, cambiar de velocidad en. lo que concierne a las campañas de educación, información y prevención.
P. ¿La nueva consideración sobre la físiopatología del sida aleja a su juicio la esperanza de obtener una vacuna en los próximos años?
R. No. A pesar de las numerosas dificultades experimentales, los progresos existen. No estamos en una neblina como en los últimos años. El paiseje comienza, a dibujarse y sabemos en qué direcciones avanzar. El Plazo se aproxima, y como testimonio tenemos la elección hecha por la Organización Mundial de la Salud (OMS) de cuatro zonas de experimentación (Ruanda, Uganda, Tailandia y Brasil), donde las poblaciones están muy expuestas al virus y donde el número de seropositivos aumenta un 5% cada año.
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