Un gran director
La Sinfónica de RTVE inició el viernes un nuevo y breve ciclo con una programación, si no arriesgada, sí distinta de la habitual. En cuatro programas aparecen los nombres de Winibergerg, Fricker, Berio y Hertze, todos ellos nacidos en los años veinte; el finlandés Sallinen, de los treinta; un valenciano fronterizo de la generación del 27, Báguena Soler; seis clásicos de nuestro siglo -Debussy, Strauss, Ravel, Elgar, Stravinski y Bartok-, y los míticos Beethoven y Mozart. Llama la atención la escasa representación española, así como la que parece azarosa elección de nombres y obras.No ha sido el caso del primer programa, verdaderamente atractivo. Retornó el poco escuchado Concierto para dos pianos, percusión y orquesta, de Rartok, versión realizada por el autor en 1940 de la Sonata para dos pianos y percusión. Su movimiento central es de extraordinaria originalidad por la solución. lírica en la que participa, con ese matiz, la percusión; un magistralmente construido allegro y un vivo tiempo final con sus deudas, más o menos secretas, a la intrahistoria tradicional cierra el tríptico del que hicieron una versión modélica Ángeles Rentería y Jacinto Matute, pianistas dominadores, que logran claridad, sentido cantábile y percutivo y acentuación polirrítmica y pluritímbrica. Tuvieron la preciosa asistencia de los percusionistas Javier Benet y Juan Pedro Romero.
Orquesta Sinfónica de Radiotelevisión Española
Director: D. Shallon. Solistas: A. Rentería y J. Matute, pianistas; J. Benet y J. P. Ropero, percusionistas. Obras de Debussy, Bartok y Mussorgski-Ravel. Teatro Monumental. Madrid, 29 de noviembre.
El director, David Shallon (Tel Aviv, 1950), llevó el concierto con calidades sonoras muy bellas, espíritu explicativo y refinado pensamiento musical, de manera que el resultado fue digno de un éxito fuera de lo común. Lo tuvieron también las Sinfonías para vientos en homenaje a Debussy, de Stravinski, tan difíciles de cohesionar y empastar, y quedaron demostrados los méritos del maestro y de la orquesta en la fascinante lectura de Los cuadros de una exposición, de Mussorgski-Ravel.
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