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Tribuna:LA NUEVA REALIDAD ECONÓMICA DE AMÉRICA LATINA
Tribuna
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Una revolución silenciosa

Ésta es una nueva América Latina, una región de pluralismo y democracia, de economías abiertas y un sector privado que mira al futuro. Muchos de los gobernantes electos en el hemisferio han emprendido reformas en base a los principios del mercado que están llevando nuestras economías hacia un crecimiento no inflacionario impulsado por las exportaciones. Mientras en gran parte del mundo en desarrollo se registra una desaceleración del crecimiento económico, en 1991 éste será del 1,5% al 2% en América Latina, con avances del 4% al 6% en México, Chile y Venezuela.Los pragmáticos nuevos gobernantes de América Latina han creado una incontenible dinámica reformista. Como resultado de la apertura sin precedentes de las economías de la región a la competencia internacional, las estructuras productivas son sometidas a cambios profundos mientras los procesos internos de asignación de recursos son dejados cada vez más a los mecanismos del mercado, con mínima interferencia gubernamental. La reforma del Estado mismo está al tope de las agendas. Mientras en otras regiones se discute cómo privatizar, los latinoamericanos se dedican a hacerlo: desde México a Argentina, los Gobiernos están vendiendo activos fundamentales: aerolíneas, bancos, energía, metales, obras públicas y comunicaciones.

Por otra parte, y como esencial contrapartida, se necesita un sector público vigoroso y eficiente, pero no necesariamente de gran tamaño, capaz de formular y dirigir políticas macroeconómicas estables, establecer un conjunto claro de normas básicas de recompensas y castigos efectivos en el contexto de un sistema que salvaguarde los derechos de propiedad y estimule el ahorro y la inversión privados. También se necesita cada vez más un sector público capaz de solucionar los crónicos problemas regionales de pobreza, salud y educación.

La existencia de un comercio exterior dinámico es fundamental para el renacimiento económico de la región. América Latina ya no se conforma con depender de exportaciones tradicionales como café, cacao y ciertos minerales, sino que envía nuevos productos al exterior: partes y repuestos de automotores de México, frutas de Chile y aviones de Brasil. En toda la región se reducen los aranceles y los impuestos a las exportaciones a fin de abrir la economía a la competencia internacional.

La región necesita y quiere libre comercio. La Iniciativa para las Américas del presidente George Bush, que propicia la creación de una zona de libre comercio que se extienda de Alaska a Tierra del Fuego, cuenta con amplio respaldo. Una zona de libre comercio del hemisferio occidental sería la más vasta del mundo, con una población de más de 725 millones de personas.

Alianzas económicas

América Latina se está preparando para este emprendimiento forjando alianzas económicas entre países de la región. Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay se unieron para crear el Mercosur. México y Chile, dos países que han tomado la delantera en las reformas económicas, están negociando una modalidad innovadora de zona de libre comercio que habrá de enlazar los dos extremos geográficos de América Latina. Las naciones andinas convinieron en reducir las barreras arancelarias intrarregionales, y Colombia, Venezuela y México esperan lograr una zona de libre comercio a principios de 1995. Todos los países de la región, cualquiera que sea su tamaño o grado de desarrollo, comparten el mismo objetivo. Son 25 trenes que corren en la misma dirección, aunque sus velocidades sean diferentes.

La revolución silenciosa de América Latina cobra bríos y los dirigentes de los negocios y las finanzas de EE UU, Japón y Europa han comenzado a percibirlo. Durante los años 80, América Latina virtualmente no recibió inversiones extranjeras y, en cambio, los capitales abandonaron la región en busca de un rendimiento más seguro y provechoso. Por el contrario, los 9.000 millones de dólares de recursos privados que afluyeron a la región en 1990 para financiar proyectos de privatización y operaciones de reducción de deuda constituyen un claro ejemplo de renovada confianza en América Latina. Los cautos financieros de Wall Street tienen tanta fe en la nueva promesa que ofrece la región que están promoviendo fondos latinoamericanos especiales como inversiones seguras y de alto rendimiento.

Sin embargo, queda mucho por hacer. A pesar de sus progresos, América Latina enfrenta tremendos problemas sociales, como la reducción de la pobreza y la provisión de mejores sistemas de vivienda, sanidad, educación y atención de salud. El ingreso medio por habitante en 1991 es similar al de 1977, el desempleo es elevado y la disparidad entre ricos y pobres es demasiado grande.

Muchos gobernantes, enfrentados a estos problemas, reconocen que la solución consiste en brindar mayores oportunidades a la iniciativa individual. América Latina debe establecer las condiciones jurídicas y económicas que permitan el florecimiento de una nueva generación de empresarios.

Por su parte, el Banco Interamericano de Desarrollo participa activamente en la prestación de asistencia a los Gobiernos para liberar las energías del sector privado, mediante el establecimiento de programas de crédito y asistencia técnica para el desarrollo de empresas pequeñas y microempresas. En diciembre, el BID y la Corporación Interamericana de Inversiones llevarán a cabo en Washington una importante conferencia que reunirá a dirigentes políticos y de negocios de todo el hemisferio para considerar nuevas formas de fortalecer el sector privado de la región.

Ha llegado la hora de que ministerios, empresarios y ámbitos académicos otorguen al progreso de América Latina el mismo reconocimiento que hoy se le acuerda en los mercados financieros. Tras la década perdida de los 80, los latinoamericanos hemos proclamado los años 90 como nuestra década de oportunidad y esperanza.

Enrique V. Iglesias es presidente del Banco Interamericano de Desarrollo.

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