La Cruz Roja supervisa la entrega de los cadáveres de las víctimas croatas a sus familiares
ENVIADO ESPECIAL, El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas debatía ayer en Nueva York un posible envío de cascos azules a Croacia cuando a las 12.45, en la carretera de Zadar a Crno, en Dalmacia, miembros desarmados de la protección civil croata cargaban enun camión 10 grandes bolsas negras, bajo vigilancia de oficiales del Ejército federal. La Cruz Roja, que supervisa la operación, esperaba al parecer recibir más cuerpos, ya que había enviado dos camiones y dos furgones fúnebres. Las bolsas contenían los restos de ancianos.
A unos 400 metros, en un antiguo bunker italiano ocupado por fuerzas croatas, tres periodistas occidentales observaban con prismáticos esta entrega de cadáveres croatas en tierra de nadie que apenas duró 10 minutos. Se podía ver claramente a los grupos de soldados federales y los carros (le combate que desde hace más de un mes disparan contra Zadar y las cada vez más escasas posiciones defensivas croatas en sus aledañosLos 10 Miembros de la protección civil croata habían acudido a la cita acordada por la Cruz Roja, sin la prevista escolta de monitores de la Comunidad Europea. Estos, que una hora después discutían sobre calidades de Calvados en un restaurante de Zadar, se habían olvidado, al parecer, de la misión.
Tras cargar las 10 bolsas en un camión, el convoy se dirigió hacia la línea croata en el frente y prosiguió rumbo al antiguo hospital de Zadar. Una vez allí, las bolsas fueron colocadas en batería y abiertas con tijeras por enfermeros con delantales y guantes de goma. Según aparecían uno a uno los cadáveres de 10 ancianos -seis mujeres y cuatro hombres-, se -extendió un hedor insoportable.
Familiares y vecinos de los muertos, que tuvieron la suerte de poder huir cuando llegaron el Ejército federal y la guerrilla serbia, se acercaban a identificar los cuerpos con jerséis y pañuelos sobre la boca y la nariz para intentar evitar la náusea. Muchos no aguantaban más de un instante y se alejaban precipitadamente dando arcadas. Otros, más alejados, tan sólo lloraban o consolaban murmullantes a hermanos o amigos.
Cadáveres degollados
Un médico puso un número del 1 al 10 a los cuerpos. El tres, el cuatro y el siete habían sido degollados a cuchillo y la sangre seca sobre las caras deformadas hacía muy difícil su identificación. El número dos tenía todo el paquete intestinal sujeto tan sólo por una camiseta teñida de sangre y disparos en la cabeza y en el costado. Dos mujeres, posiblemente octogenarias, tenían disparos en plena cara. EL PAÍS siguió ayer todo el trayecto de los cadáveres desde la entrega hasta su identificación y pudo constatar que no hubo la "mutilación de sus propios cadáveres para fines propagandísticos" que el Ejército serbio atribuye a los croatas.Tres de los muertos eran de Skabmje y siete de Nadim, la aldea de Branko Glavic, de 68 años, que acudió a identificar a sus vecinos, cuya suerte no compartió de milagro."El lunes [día 181] un tanque del Ejército disparó desde muy cerca contra mi casa. Huimos a casa de un vecino. Oímos voces que decían que saliéramos. Safió él. Tenía 35 años. Le agarraron por un brazo y le dijeron 'piérdete'. Empezó a correr, le dispararon y cayó muerto a pocos metros", relata Glavic.
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