Major descarta en la Cámara de los Comunes un referéndum sobre la unión monetaria
El debate parlamentario sobre la Comunidad Europea (CE) ha dejado al primer ministro británico, John Major, en una situación incomodísima. Se descarta el referéndum, y la Cámara de los Comunes le concede, en teoría, carta blanca para firmar o no firmar los acuerdos sobre la unión económica y la unión política. Pero queda claro en la práctica que existe una profunda división en el partido gubernamental entre antieuropeístas (el grupo de Margaret Thatcher) y procomunitarios (la gente del propio Major). El día después de la cumbre de Maastricht, Major tendrá que hacer frente a una tormenta en su partido. El apoyo de la ex primera ministra Margaret Thatcher es, para Major, un regalo envenenado.
Margaret Thatcher le respalda para llegar a un acuerdo sobre la unión política y monetaria, pero le exige que dicho acuerdo consagre más bien la desunión: no a la moneda única y no a la cesión de nuevos poderes, a la Comisión Europea. La cínica posición de Thatcher indica que no se resigna a quedar relegada al papel de figura decorativa, y permite aventurar que a su sucesor le, esperan tiempos difíciles antes de las próximas. elecciones, previstas para finales de la primavera.Los 15 votos conservadores en contra de la moción de Major -salió adelante por 351 votos a favor frente a 258 en contra-, junto con el crispado ataque del thatcherista Norman Tebbit revelan las fisuras existentes en el Partido Conservador.
John Major mantuvo ayer su firme oposición al referéndum sobre la unión monetaria reclamado en varias intervenciones, incluida la de Thatcher. En realidad, pedir el referéndum era una forma indirecta de pedir que no se firmara en Maastricht, ya que la consulta hubiera tenido que celebrarse forzosamente después de la cumbre (9 y 10 de diciembre), con lo que la posición británica, fuera cual fuera, carecería de autoridad. "Esta es una democracia parlamentaria y es el Parlamento quien decide", fue el escueto argumento con el que John Major se negó a aceptar una consulta de este tipo.
Finalmente, quedó flotando en el aire un vago consenso sobre un posible referéndum a celebrar dentro de unos años, hacia 1996 o 1997, cuando llegue la hora de la verdad y se implante la moneda única en la CE. Lo cual podría interpretarse como una autorización implícita a Major para que firme el tratado de unión económica y monetaria, siempre que el tratado contenga una opción que permita la retirada en el último momento.
En realidad, ninguno de los parlamentarios opuestos a la unión europea fue capaz de responder convincentemente a la siguiente pregunta: ¿Qué haremos si los demás se unen y nosotros quedamos fuera? Durante el mandato de Margaret Thatcher, Gran Bretaña actuó como un lastre para la integración comunitaria pero no se autoexcluyó del proceso. La posición actual de Major no es muy distinta, ya que desea firmar los acuerdos, siempre que éstos obliguen a poco. Pero ahora existe el riesgo de que los otros 11 países aprieten el acelerador y dejen atrás a los indecisos británicos.
El desenganche de Londres del tren de la CE llevaría a la economía británica -paridad de la libra, política comercial, inversiones extranjeras- a una situación muy delicada. "No preservaremos la fuerza de este país quedando aislados", argumentó el ministro de Exteriores, Douglas Hurd. Es de suponer que Major y Hurd harán uso de su difícil situación doméstica, puesta en evidencia en el debate, para pedir comprensión a sus colegas comunitarios y para intentar que los otros 11 moderen la márcha para no dejar rezagado al Reino Unido.
Pocas cosas quedaron claras en el debate, salvo que la cuestión europea es en el. Reino Unido altamente conflictiva. Y que después de Maastricht, pase lo que pase en la cumbre, la cuestión europea seguirá amenazando la cohesión de los dos grandes partidos.
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