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Major, al borde de la gestion

Enric González

El Reino Unido estará más cerca de sus socios comunitarios solamente si son éstos quienes se aproximan. Las conversaciones celebradas en Bonn el domingo por la noche entre el primer ministro británico, John Major, y el canciller alemán, Helmut Kohl, han dejado claro que el conjunto de la Comunidad Europea (CE) tendrá que ceder mucho si se quiere alcanzar un acuerdo sobre la unión política ésta.Major explicó a Kohl que, de no rebajarse drásticamente el contenido del tratado, se verá obligado a hacer uso de su derecho al veto y hundir la cumbre de Maastricht. El canciller alemán, según fuentes de Downing Street, captó el mensaje.

John Major cree que el más reciente borrador de tratado para la unión política, sugerido el sábado por la presidencia holandesa, no está aún lo bastante aguado, descremado y descafeinado para el delicado estómago del Gobierno británico. El borrador contiene aún la hipercalórica frase "objetivo federal", y Major ha empeñado públicamente su palabra al prometer que no firmará ningún documento donde aparezca la palabra F, tal como pudorosamente llama él mismo al innombrable federalismo europeo.

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Vetar decisiones

Además de la palabra F, aparecen aún ingredientes tan indigeribles para Major como el derecho del Europarlamento a vetar decisiones del Consejo de Ministros comunitario y la cesión a Bruselas de la legislación sobre inmigración y trabajo.

El Gobierno conservador británico, muy presionado por sus parlamentarios antieuropeístas y por el descenso de su popularidad, considera que cometería un suicidio electoral si firmara el tratado en los actuales términos.

Por el contrario, la unión económica, previamente tanteada con el ingreso de la libra en el Sistema Monetario Europeo, resulta menos conflictiva en términos electorales para el líder conservador. John Major está dispuesto a ceder en ese terreno -manteniendo, eso sí, una cláusula opcional de salida-, a cambio de que se reduzcan las raciones del segundo plato, el político.

La visita de Major a Kohl no tenía como objeto seguir hablando de los aspectos concretos del texto con los que Londres está en desacuerdo: resulta un tanto ocioso negociar con un no puesto de antemano sobre la mesa. En realidad, Major viajó a Bonn para pedir al influyente canciller alemán que advirtiera al resto de los socios comunitarios sobre el escaso margen de maniobra británico: o se eliminan los párráfos en cuestión, o Londres se verá obligado a hacer uso de su derecho al veto. Y eso, que supondría un estrepitoso fracaso de la cumbre de Maastricht, no conviene a nadie.

El mensaje de Major se hará llegar directamente durante este mes a los otros grandes centros de poder de la Comunidad Europea. El ministro británico viajará a Francia, Italia y Holanda para agitar el fantasma del veto e insistir en que se reduzcan hasta el mínimo posible las ambiciones del tratado político. A cambio, Major ofrece ciertas concesiones en el tratado económico. A Finales de mes, posiblemente el día 27, volverá a verse con Kohl, esta vez en Londres, para hacer balance. Si a esas alturas se sigue hablando de la palabra F, la cumbre de Maastricht (9 y 10 de diciembre) estará prácticamente condenada.

A John Major le está tocando representar un papel con el que, personalmente, se siente poco indentificado. Se le considera partidario -con matices- de la integración europea, y hace sólo un mes pregonaba que el destino del Reino Unido estaba en el corazón de la Comunidad Europea. Pero en cuanto sus diputados se han puesto en pie de guerra -la mitad, ferozmente antieuropeístas; la otra mitad, por rechazo, más europeístas que nadie- ha optado por cobijarse en las viejas trincheras thatcheristas.

La explicación a este giro copernicano se encuentra en las encuestas, que revelan que el ciudadano británico siente interés por la CE -la mayoría piensa que en el Continente se vive mucho mejor que en las islas-, pero, a la vez, se declara totalmente incapaz de aceptar en el futuro una ley impopular.

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