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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Debate abierto

EL REFERÉNDUM celebrado en el Estado norteamericano de Washington sobre la eutanasia es, al margen de su resultado (54% en contra, 46% a favor), un claro síntoma de que el derecho a una muerte digna, no atormentada por el sufrimiento y sin innecesarias prolongaciones de la vida cuando su término se vislumbra como irreversible, arraiga cada vez más en la conciencia de las sociedades desarrolladas. El escaso margen del resultado prueba que esta reivindicación gana terreno y que el complejo debate que plantea continuará abierto, mientras no se dé respuesta a la dramática realidad humana que lo provoca.El que se haya producido una consulta popular sobre la legalización de la eutanasia es un dato en sí mismo significativo. Muestra que la pasividad de los gobernantes en la búsqueda de una salida legal al espinoso problema se toma cada vez más difícil. También es lógico, de otro lado, que la iniciativa haya tenido lugar en Estados Unidos. La sociedad norteamericana es, seguramente, la que más sensibilidad está demostrando ante el drama humano que acompaña, con frecuencia, a la prolongación artificial de la vida en situaciones médicamente diagnosticadas como terminales. No es casualidad que la mal llamada máquina de la muerte -un sistema que permite a un paciente terminal poner fin a su vida sin necesidad de ayuda- haya sido inventada por un médico norteamericano. La ciencia médica no puede ser ajena a escenas tan dramáticas como la vivida hace dos años por el pintor de brocha gorda de Chicago Rudy Linares desconectando él mismo el respirador que mantenía artificialmente la vida de su pequeño hijo, en coma irreversible.

Éste es precisamente uno de los supuestos más claros en los que se reivindica el reconocimiento legal del derecho a una muerte digna. Empeñarse en aplicar medidas excepcionales para prolongar artificialmente la vida de un enfermo irrecuperable es una muestra de lo que se conoce como encarnizamiento terapéutico. Pero el derecho a una muerte digna no se agota en tal supuesto: Su plenitud está vinculada a su reconocimiento como una opción personal de quien se encuentra en un, proceso irremisiblemente fatal a decidir por sí misinotómo ha de ser el tránsito de la vida a la muerte y a recibir pira ello la pertinente ayuda de la ciencia médica. El referéndum del Estado de Washington ha dado un nuevo impulso a este debate en el seno de la sociedad norteamericana -otras consultas están pendientes en algunos Estados- y fuera de ella. Un debate que no es de ningún modo ficticio y que nadie debe pretender cerrar con el pretexto de sus complejas connotaciones morales, sociales o legales.

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