El largo y tortuoso camino
EN EL mismo momento en que terminaron, ayer, viernes, las sesiones plenarias de la Conferencia de Madrid surgieron las enormes dificultades que supone poner en marcha un proceso concreto de negociación susceptible de desembocar en acuerdos de paz. Como primer obstáculo se presentó el problema del lugar en el que deberán celebrarse los encuentros bilaterales entre las delegaciones, segunda y decisiva fase de la conferencia. Sin embargo, esa batalla sobre la sede -y las que sin duda van a surgir sobre otros problemas de procedimiento- forma parte de las estrategias que las delegaciones han elaborado para afrontar un momento tan delicado como es el de las negociaciones directas.Si ha sido extraordinariamente dificil, tras siete meses de gestiones de la diplomacia norteamericana, lograr que las delegaciones de Israel, Jordania, Líbano, Siria y los representantes palestinos se sienten a una -misma mesa -por primera vez en la historia- para exponer públicamente sus puntos de vista, el paso a la fase bilateral será un auténtico salto cualitativo. Como ha dicho el secretario de Estado James Baker, entonces "deberá empezar el verdadero trabajo en favor de la paz". Cuando los israelíes estén sentados cara a cara con los jordanos, los sirios, los libaneses y, sobre todo, los palestinos, ya no se tratará de discursos generales. Será la hora de la verdad, el momento de ver sí existen puntos en los que se puede empezar a trabajar para llegar a un acuerdo y voluntad conciliadora para seguir adelante.
Sí se tomara al pie de la letra lo literalmente afirmado en los discursos de los tres días de sesiones plenarias, podría parecer que no existe ninguna esperanza de que las negociaciones bilaterales puedan dar resultado. Sin embargo, una cosa es la tribuna pública y otra muy distinta lo que se puede decir en conversaciones directas. A primera vista, el problema palestino se presenta como el más dificil, aquel en el que se concentran más pasiones. Sin embargo, hay en -los puntos de referencia previos a la reunión de Madrid algunos elementos que, no habiendo sido rechazados en ninguno de los discursos, pueden ofrecer inicios de acercamiento. Concretamente, la preparación de un estatuto provisional durante cinco años que permita a los palestinos de los territorios ocupados elegir sus representantes y tener ciertos órganos de autogobierno o autoadministración bajo garantías internacionales.
Democracia y devolución de territorios
Avanzar por ese camino supondría para los palestinos posponer su demanda fundamental -ampliamente respaldada en el mundo- de disponer de su propia patria y Estado. Pero la aparición de un organismo elegido por los palestinos -aunque sea con poderes limitados, de momento- crearía un factor nuevo. Ayudaría a dar a la lucha palestina unas características mucho más orientadas a crear un futuro que a saldar las cuentas con el pasado. Una vez que puedan apoyarse en una estructura democrática, nacida de las urnas, los palestinos tendrán unas posibilidades mucho mayores para presionar, con todo el apoyo internacional, sobre el Gobierno israelí, y conseguir que éste acepte la ley internacional, la retirada de los territorios que ocupa y el reconocimiento de una entidad política palestina o de una confederación jordano-palestina. Sobre todo si, simultáneamente, un nuevo clima en la región demuestra a los israelíes que. su seguridad no es incompatible con la devolución territorial.
De ahí, probablemente, la táctica de Israel de multiplicar los pretextos para dificultar las negociaciones bilaterales, a pesar de que ha sido él quien siempre las ha reivindicado como única forma de abordar los problemas de Oriente Próximo. Al provocar la primera batalla sobre el lugar en que deben desarrollarse las reuniones bilaterales, Israel se ha colocado en una posición incómoda, no sólo porque la simple lógica aconseja continuar en el mismo lugar en el que están ya todas las delegaciones, sino porque su actitud le ha enfrentado con el conjunto de las delegaciones árabes -cosa previsible- y con EE UU, que está demostrando de manera cada vez más clara su voluntad de hacer los máximos esfuerzos por contribuir al acuerdo sin privilegiar -como hacía en etapas anteriores- su alianza tradicional con Israel.
Al insistir en que la sede de los encuentros bilaterales no sea Madrid, sino Oriente Próximo, Israel querría obtener de forma indirecta su reconocimiento por los Estados árabes. Si, como propone Shamir, las delegaciones árabes acuden a Jerusalén a proseguir la negociación directa, de hecho Israel habría logrado ya su reconocimiento por dichos Estados. Antes incluso de negociar nada. Cuando precisamente el fin del estado de guerra y el restablecimiento de relaciones diplomáticas con Israel por parte de Siria, Líbano y Jordania es uno de los puntos centrales que estos países se han comprometido a negociar. Por ello se explica que la propuesta israelí choque con dificultades. Y que EE UU esté presionando, incluso públicamente, para que al fin se produzca un acuerdo de todos para seguir en Madrid, cuyas condiciones para la celebración de las reuniones, elogiadas unánimemente, en nada intervienen en la designación de la sede.
En los tres días transcurridos desde la apertura solemne del miércoles pasado, los discursos públicos han sido una exposición por las diversas partes de sus políticas respectivas, presentándolas incluso en ciertos casos como irrenunciables. Esos discursos no estaban dirigidos solamente a los otros participantes en la conferencia, sino a las opiniones públicas de los respectivos países. El impresionante despliegue informativo mundial ha jugado también una baza en el tono, formas y gestos de los reunidos, desde el distanciamiento de los enemigos hasta la exhibición de. material de archivo. por parte del ministro de Exteriores sirio. Era impensable que nadie, en esta primera ronda, pudiese aceptar posiciones del contrario o dar pasos de acercamiento. Por eso no podía sorprender la dureza de los discursos. Era asimismo inevitable que la delegación israelí fuese objeto de las críticas y ataques del resto de las delegaciones.
Para medir las posibilidades existentes para el futuro, el discurso sin duda más importante fue el que George Bush pronunció en la sesión de apertura. Con gran finura y matizando cada palabra, poniendo por delante la voluntad de paz de EE UU, éste no se mantuvo en la ambigüedad tradicional. La imposibilidad de una paz sin "compromisos territoriales" fue el punto clave de sus palabras.
En un año cargado de acontecimientos en el campo diplomático, la Conferencia de Madrid ha puesto de relieve, con una nitidez no alcanzada en anteriores ocasiones, el papel hegemónico de EE UU en el mundo de hoy. Y con el anuncio de una estrategia nueva en Oriente Próximo, EE UU, una vez desaparecido el conflicto Este-Oeste, parece resuelto a establecer un nuevo orden en la zona que no esté basado exclusivamente en las garantías militares que le daba hasta ahora la alianza con Israel.
Al insistir en que la paz debe pagarse con territorios, en que las resoluciones 242 y 338 de la ONU deben ser aplicadas -con los matices que luego introduzca la negociación concreta-, EE UU ha estado más cerca de las posiciones árabes que de las de Israel. Dato sorprendente, que a nadie que haya seguido el desarrollo de la conferencia se le ha podido escapar. -Ello indica que las posibilidades actuales de presión de EE UU sobre todas las partes son mayores que nunca. En un momento en que el futuro de la reunión es laborioso y complejo, esta nueva situación adoptada por EE UU es una razón de peso para no perder la esperanza. Se acaba de iniciar un largo camino.
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