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La niebla ya no impedirá aterrizar en Barajas

Javier Casqueiro

Se acabaron los problemas con la niebla en Barajas. El aeropuerto de la capital estrena mañana un sistema de aproximación de las naves a la pista que permite aterrizajes con malas condiciones meteorológicas, "sin detrimento de la seguridad". Los retrasos provocados por la escasa visibilidad ya no tendrán sentido y se ganarán 200 operaciones al año que hasta ahora no se podían realizar. La euforia en la Dirección General de Aviación Civil es tal que se sitúa a Barajas "entre los mejores aeropuertos de Europa y del mundo".

La puesta en servicio, el 1 de noviembre, de un sistema de aterrizaje por instrumentos (ILS) de la categoría III-A en la pista 33 del aeropuerto de Madrid-Barajas facilitará la llegada de aviones "en condiciones meteorológicas adversas de escasa visibilidad". Barajas contaba hasta ahora con sistemas de menor categoría tanto en las pistas 1 y 19 (nivel I) como en la 33 (nivel II).El nuevo procedimiento de aproximación a pista eleva de categoría la pista 33 y el propio aeropuerto, donde desde ahora se permitirán operaciones con mínimos de utilización más reducidos. Ningún aeropuerto español tiene este sistema y, por tanto, ningún otro está, en la clasificación de aeródromos más importantes, en la máxima categoría.

Entre las ventajas directas que encontrarán los aviones y las tripulaciones que estén preparados técnicamente para usar este procedimiento (prácticamente todas las compañías con rutas internacionales), la que más destaca es la de evitar desvíos a otros aeropuertos alternativos, y los retrasos cuando en Barajas se registren malas condiciones meteorológicas.

Un portavoz de la Dirección General de Aviación Civil subrayó que los beneficios se notarán también en aspectos económicos, al evitarse con el traslado a otros aeropuertos gastos extra de comidas y residencias en hoteles para los pasajeros afectados.

La categoría III-A es la máxima en la que puede operar actualmente un aeropuerto. Entre los aeródromos europeos que ostentan este nivel se encuentran los de Gatwick y Heathrow, en el Reino Unido; Francfort, en Alemania, y Schiphol, en Holanda.

Aunque Madrid no es una ciudad que destaque por padecer muchos días al año la presencia de nieblas muy densas, sí resulta afectada por esta adversidad climatológica, aunque en menor medida que otras capitales europeas. El año pasado, Barajas suspendió 10 horas su actividad por dificultades en la visibilidad. Fuentes de Aviación Civil señalan que el nuevo sistema recuperará alrededor de 200 operaciones que actualmente no se podían efectuar. Las mejoras no serán sólo apreciadas por los pasajeros, sino que serán valoradas fundamentalmente por los pilotos que tengan que aterrizar en Barajas.

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Decisión de tomar tierra

El sistema ILS, entre otras cosas, gana espacio para el piloto a la hora de tomar la decisión de aterrizar. Un comandante de una compañía aérea que se aproxima a un aeropuerto con categoría II, como la que mantiene la pista 33 de Barajas hasta hoy, debe decidir la maniobra de aterrizaje cuando está en una situación de entre 30 y 60 metros de altura y su alcance visual de la pista se halla a 350 metros. La categoría III reduce la altura en el momento de la decisión -que puede consistir en no aterrizar- a una medida que varía entre 15 y 30 metros. El alcance visual de la pista también se aproxima en este caso en 150 metros.La existencia de niebla en un aeropuerto exige la instalación de ayudas a la aeronavegación (visuales y electrónicas) que permitan al piloto disponer de información precisa para guiar la nave a través de una trayectoria sobre la pista. Las aeronaves, por su parte, deben disponer de equipos técnicos a bordo que faciliten su funcionamiento en esta categoría.

El Instrument Landing Systema (lLS) perfecciona los sistemas técnicos existentes para superar las condiciones de niebla. Este moderno procedimiento de transmisión direccional está formado por tres subsistemas que transmiten energía electromagnética para obtener la situación de los aviones en el plano horizontal, en elevación y en distancia respecto a una trayectoria de aproximación final que se dibuja en un equipo instalado en la cabina de la nave.

El piloto comprueba en su visor electrónico de la cabina si la aproximación a la pista se desliza en algún momento o si la trayectoria varía, con lo que puede actuar a tiempo para regular la dirección. Dos balizas luminosas, una exterior a cinco millas náuticas (7.690 metros) y otra intermedia a poco más de un kilómetro de la pista, se convierten en un punto de referencia decisivo. El comandante, a su paso por estas señales, sabe con exactitud (primero con el aviso de un luz roja y más tarde con otra amarilla) si la operación sigue el curso normal establecido.

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Sobre la firma

Javier Casqueiro
Es corresponsal político de EL PAÍS, donde lleva más de 30 años especializado en este tipo de información con distintas responsabilidades. Fue corresponsal diplomático, vivió en Washington y Rabat, se encargó del área Nacional en Cuatro y CNN+. Y en la prehistoria trabajó seis años en La Voz de Galicia. Colabora en tertulias de radio y televisión.

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