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Yeltsin reclama poderes especiales para aplicar reformas drásticas en Rusia

El presidente de Rusia, Borís Yeltsin, pidió ayer sudor y lágrimas a los ciudadanos al anunciar la adopción de una drástica serie de medidas económicas, con las que pretende evitar que el país acabe cayendo "en la mendicidad". Ante el Parlamento ruso, Yeltsin se mostró dispuesto a cargar con toda la responsabilidad de la dura política de ajuste, al señalar que desea asumir directamente la jefatura del Gobierno ruso y pedir poderes especiales para reorganizar las instancias ejecutivas de la república. El presidente ruso, emocionado, apeló al entusiasmo que siguió al golpe de Estado: "Hemos de trabajar ahora como lo hicimos aquellos días de agosto".

La euforia de aquellos días ha desaparecido apenas transcurridos dos meses a causa del agravamiento de la situación económica. Yeltsin definió el desastre con unos pocos datos: la inflación está alcanzando niveles críticos, el 55% de las familias viven por debajo de la línea de la pobreza, las reservas en oro y divisas están bajo mínimos. Para afrontar esta situación, subrayó, "hay que actuar sin vacilaciones; el tiempo de ir poco a poco ha terminado". "Si no nos agarramos a las oportunidades que tenemos para invertir el curso desfavorable de los acontecimientos nos condenaremos nosotros a la mendicidad y condenaremos a nuestro Estado centenario al desastre".A continuación anunció la temida "descongelación de los precios", una medida sin la cual "hablar de economía de mercado no pasa de ser una simple charla de café". Esta decisión se pondrá en práctica las próximas semanas e irá compensada por una liberalización de los salarios y de las pensiones, pero admitió que la caída del nivel de vida será inevitable. "Tengo que decir, con franqueza, que en el momento actual de crisis aguda no es posible llevar a cabo reformas indoloras", afirmó un Yeltsin con gravedad. Con estas duras medidas, sin embargo, "la incertidumbre desaparecerá y un futuro luminoso emergerá", añadió.

No resucitar el imperio

El presidente ruso consideró que era también ineludible la reforma del sistema financiero, necesaria para poner fin a la desenfrenada emisión de moneda, que se encuentra en la raíz de las actuales tensiones inflacionistas. Después de dejar claro que Rusia no pretende resucitar el imperio sino consolidar la democracia, Yeltsin propuso la creación de un banco interestatal que se hiciera cargo de gobernar la política monetaria del conjunto de las repúblicas que siguen dentro del marco de la Unión Soviética. Ese banco se crearía siempre y cuando las demás repúblicas renunciaran a emitir moneda por su cuenta y aceptaran participar en él con una capacidad de decisión proporcional al capital con que contribuyeran. De no llegarse a un acuerdo en estos términos, anunció que Rusia creará su propio banco central y emitirá su moneda propia. El mismo principio aplicó a las fuerzas armadas: la Federación Rusa se verá obligada a formar su propio Ejército si las repúblicas vecinas insisten en sus planes de crear fuerzas armadas.

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Otras medidas apuntadas en el discurso de ayer fueron la reforma fiscal, una profunda modificación de la política crediticia y el corte drástico de las subvenciones a las industria de defensa y a todas aquéllas que revelen su ineficiencia.

Yeltsin quiso otorgarle trascendencia al discurso: "Os estoy hablando", dijo ante los expectantes diputados rusos, "en uno de los momentos más críticos para la historia de Rusia".

Yeltsin, de quien se esperaba que propusiera el nombramiento de un nuevo primer ministro, sorprendió a los diputados al brindarse para ocupar el cargo y pedir, además, que se le otorguen poderes especiales.

En otro contexto, anunció una moratoria de un año en la pruebas nucleares en territorio ruso. La república de Kazajstán los suspendió el pasado mes de agosto.

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