Sólo los buceadores podrán contemplar las pinturas rupestres de Marsella
Los especialistas en el paleolítico superior van a tener que aprender a bucear si pretenden estudiar sobre el terreno las pinturas rupestres de la cueva descubierta en las calas de Cassis, no lejos de Marsella. La entrada de esa cueva, el más flamante monumento nacional francés, está situada a unos 36 metros bajo el nivel de] mar. Esa circunstancia la ha mantenido en una extraordinaria virginidad.
"Es como si los ocupantes acabaran de abandonar el lugar", dijo ayer el ministro de Cultura francés, Jack Lang. En el ministerio de Cultura se bromeaba ayer acerca del hecho de que muy pocos universitarios especializados en el paleolítico superior están en condiciones de efectuar la arriesgada inmersión que constituye el único modo de acceder a las pinturas rupestres de la cueva descubierta por el buceador profesional Henri Cosquer y bautizada ya con su nombre. Lo contrario también es cierto: los especialistas en arqueología submarina no brillan por sus conocimientos acerca del paleolítico superior.
A la espera, pues, de la constitución de un consejo científico nacional encargado del estudio de la cueva y de la posible apertura de una vía terrestre de acceso a la misma, la Marina francesa custodia el tesoro rupestre. Submarinistas de combate han cerrado con enormes piedras el pasillo que da acceso a la gran sala de las pinturas. Cualquier intento de aproximación a la zona es controlado por los marinos.
La comunidad científica francesa, seguía ayer estupefacta ante la importancia del descubrimiento. Los dibujos que contiene la gruta de las calas de Cassis pertenecen sin duda al paleolítico superior y, lo que es más importante todavía, son testimonios de dos períodos distintos de ocupación: uno gravetiense -20.000 años antes de nuestra era- y otro magdaleniense -8.000 años después del anterior.
Lang felicitó a Cosquer, el buceador profesional de la localidad de Cassis que el pasado verano notificó el hallazgo a las autoridades. La relativa tardanza en comunicar el descubrimiento a la opinión pública fue explicada por el ministro por el hecho de que los expertos han necesitado cierto tiempo para certificar la autenticidad de descubrimiento.
Estudio minucioso
Jean Courtin, del Centro Nacional de Investigaciones Cientícas (CNRS), fue el primer universitario que penetró en el santuario. "Desde mi primera entrevista con Cosquer intuí que no se trataba de una fantasmada", dijo Courtin. "No obstante", añadió, "tuve que realizar un estudio minucioso para poder descartar la hipótesis de que los dibujos hubieran sido realizados por algunos bromistas". Cosquer contó ayer que descubrió la entrada submarina de la cueva en 1985, pero sólo en 1987 logró penetrar en ella. Aún necesitó cuatro años más para, el pasado julio, darse cuenta de la existencia de restos rupestres. Antes de notificar su descubrimiento, el buceador tomó numerosas fotos de las pinturas e incluso rodó una película en compañía del cineasta y submarinista Thierrey Pélissier.
La entrada de la cueva, relató Cosquer, se situa a 36 metros bajo el nivel del mar. Luego hay un pasillo de unos 200 metros de longitud que asciende poco a poco hasta desembocar en una sala situada en su mayor parte fuera del agua. Esa sala, de unos 50 metros de longitud, 60 metros de anchura y entre 4 y 30 metros de altura, contiene numerosas estalactitas y estalagmitas y, sobre todo, una estupenda colección de pinturas prehistóricas. El mar lame los muros de toda la pieza hasta el punto de ocultar los pies de unos caballos dibujados a baja altura.
La cueva contiene huellas de manos, dibujos de unos quince animales y extraños grabados abstractos. Las huellas de las manos descubiertas son negras o rojas y algunas presentan mutilaciones de las falanges o semifalanges.
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