Arniches perdura
La señorita de Trévelez una obra maestra de 1916, una de las primeras tragicomedias, o comedias grotescas, de Arniches. Sigue haciendo reír, a carcajadas, al público. Sigue haciendo meditar levemente, con su mensaje sencIllo. No hay por qué creer que estaba equivocado: su generación, y las siguientes, trataron de difundir la cultura, efectivamente. Las clases denunciadas trataron de evitarlo: y en la gurerra civil se hundió, y no ha vuelto a intentarse después. Los esfuerzos que se hacen ahora son para que las élites y las clases altas se culturalicen un poco, y para difundir la cultura española entre extranjeros, y se resisten amargamente a la lección intelectual.Divagaciones
La señorita de Trévelez
De Carlos Arniches (1916). Intérpretes: Pepe Grul. Juli Cantó. Berna Llovell. Manuel Ochoa, Julio Salvi, Juanjo Pratas, Amparo Ferrer Baguenna. Álvaro Baguena, Manuel de Blas, Pepe Molira, Imma Colomer,Cristina Rodríguez, Pepe Sobradelo. Fernando Folgado. Juan Mandli. Escenografía y vestuario: Simón Suárez. Producción Centre Dramátic de la Generalitat Valenciana. Director: John Strasberg. Teatro María Guerrero. 17 de octubre.
El caso es que Arniches hizo una obra de prirner orden: la ciudad de provincias estancada, las bromas siniestras, los señoritos que corren detrás de las criadas, el casino polvoriento, la cursilería, los rernedos del honor, la condición femenina de la solterona sin salida. La mezcla del horror y la piedad, como elementos básicos de la tragedia, con lo ridículo. Y el lenguaje: el vocabulario riquísimo, y el ejercicio de hacer chocar las palabras unas con otras para que salten chispas. El arte del calambur, de la deriva y la significación de la palabra según las que le rodean, según su pronunciación. Arniches no deja pasar una ocasión: es implacable. Desde lo fácil a lo buscado, desde el simple chiste a la sugerencia de algo más. Tres cuartos de siglo después de su estreno, la obra sigue haciendo reír.
La representación: como en los viejos tiempos. Cualquier otra forma sería imposible, y, la compañía del Centre Dramát ic de la Generalitat valenciana lo consigue muy bien, con la dirección de John Strasberg. Y con una escenografía con la que Simón Suárez repite la que hizo para Doña Rosita la soltera, por la compañía andaluza: seguramente no pensó que se iban a encontrar las dos obras, con unos días de diferencia, en el mismo teatro. Hay dos papeles principales en la obra: el del galán -que se llama. precisamente, Galán: origen de chistes, claro-, que es Pep Molina, y el del figurón, hermano de la señorita burlada, que hace Manuel de Blas: los dos triunfadores de la noche, los dos trasmisores de la mayor comicidad. La senorita es Imma Colomer, que es demasiado fina y elegante en sí misma para ser burlesca: yo recuerdo a María Gámez (gorda, dengosa, ñoña) que era más cómica. Pero ella, como todos los que intervienen en el abundante reparto, están en su punto: todos interpretan según lo escrito y según las intenciones del autor en el fondo de la obra, y funciona un teatro que probableinente hoy no se podría ya escribir así.
Babelia
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