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Baker derrocha sagacidad política para intentar convencer a sirios e israelíes

En la recta final hacia la conferencia de paz entre árabes e israelíes, el secretario de Estado norteamericano, James Baker, constató ayer, una vez más, que en Oriente Próximo, más que sagacidad, la política exige paciencia. Seis horas de ardua negociación obligaron al jefe de la diplomacia norteamericana a retrasar su partida de Damasco hacia Jerusalén, donde en las próximas horas se espera conocer el resultado de ocho meses de intensas gestiones diplomáticas de Washington.

El secretario de Estado norteamericano ni siquiera había puesto pie en Israel ayer por la tarde y ya se le pedía a viva voz que se fuera. De entre los 300 manifestantes judíos apostados frente al Consulado de los Estados Unidos en Jerusalén Occidental emergió una vivaz cuarentona neoyorquina bien maquillada llamada Micky Sunshine que comenzó a gritar "Baker go home".Fue un acierto que se convirtió en el lema de una manifestación furiosa. Organizada por colonos judíos decididamente opuestos al plan de paz que Washington quiere poner en marcha antes de fin de mes.

Lamentablemente para los numerosos judíos que comparten esa posición, Baker no estaba para atender manifestaciones. El jefe de la diplomacia norteamericana acababa de completar quince horas de discusión con el presidente Hafez Assad en Damasco en lo que sin duda fue la jornada más difícil de su octava y final gira por Oriente Próximo.

En el programa original, Baker debía llegar a Jerusalén a mediodía para reunirse con la delegación palestina compuesta por Faysal Husseini, Hanan Ashraui y Zacaría al-Agha con quienes tiene que decidir los nombres de los delegados palestinos que irían a Suiza junto con la representación jordana.

Con esa lista, Baker debe ir a verse a solas con el primer ministro Isaac Shamir hoy y solicitarle que por favor no se le ocurra vetar los nombres de la delegación alegando conexiones con la Organización para la Liberación de Palestina. El Estado judío, en otro ejemplo de que no comparte el consenso internacional, sigue considerando a la OLP como a una banda terrorista dedicada a la eliminación de Israel.

El ministro soviético de Exteriores, Boris Pankin, que es esperado hoy en Jerusalén, va a apuntalar la misión Baker con exhortaciones a la flexibilidad israelí y como acicate ofrecerá la reanudación de relaciones diplomáticas con el Estado judío.

Ciertamente, la OLP tampoco está facilitando el ejercicio de sutileza que, Baker quiere mantener para evitar el naufragio de la conferencia. Ayer, Taysir Jaled, miembro del comité ejecutivo de la OLP no sólo dijo que los delegados palestinos deberán responder ante Yasir Arafat, sino que anunció la creación de un "alto mando" jordano-palestino que guiará la delegación conjunta bajo directrices de una nueva confederación diplomática forjada por el rey Hussein de Jordania y el propio Arafat.

Para alivio de Baker, la reacción oficial israelí fue mesurada. Ehud Gohl, portavoz de Shamir, declaró a la prensa que la posición israelí no va a variar y advirtió que jamás habrá "contacto directo" con la OLP.

Israel, al parecer, no quiere arriesgarse a estropear el juego de apariencias que Washington y Moscú han organizado. Y como son precisamente las apariencias las que cuentan en tan críticos momentos para Oriente Medio, mientras Baker empacaba apresuradamente para llegar a Jerusalén anoche, su homólogo sirio, Faruk Al-Shaara, anunció que -Baker y Assad habían alcanzado un acuerdo. "Eso sí", dijo AlShaara, "que los fotógrafos en Suiza no esperen un apretón de manos entre sirios e israelíes en el primer día en la conferencia", que se celebrará probablemente el 29 de octubre en Lausana, y cuya inauguración sería presidida por George Bush y Mijaíl Gorbachov.

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